Nos llena de esperanza Tim Guénard
Enfermos y debilidad
| José María Lorenzo Amelibia
Nos llena de esperanza Tim Guénard
Tim Guénard es un chico francés Su historia es sorprendente. A los tres años fue abandonado de su madre; lo dejó atado a un poste de la luz. Los gendarmes lo encontraron y lo llevaron a casa de su padre; alcohólico de profesión. El pobre chaval una noche recibió una paliza; y lo ingresaron en el hospital. Allí – ¡pobre niño! – permaneció tres años, sin visitas de nadie. Su sueño entonces era la venganza del autor de sus días, verdadero monstruo. Nadie después de su curación lo recibió en su casa y lo hubieron de acoger en un orfanato.
Seguía allí esperando a la madre que nunca llegó. Todo le salía mal: por error lo ingresaron en un hospital psiquiátrico, y más tarde en un correccional. “No aguanto más – se dijo – ahora me escapo”. Y se le ocurrió – tenía ocho años – andar por las vías del tren, hasta donde llegara. Y aparcó cuerpo, después de varios días, en París. No conocía a nadie, dormía en las proximidades de la torre Eiffel, en un pequeño agujero junto a un transformador. Nadie le había hablado de Dios; era un ser desconocido para él. Pero barruntó su existencia, comenzó a orar al Gran Jefe – así lo llamaba.
Un vagabundo se portó bien: le enseñó a leer; y aprendió también a sobrevivir con sus pequeños hurtos. Y todavía peor: en su adolescencia se convirtió en gigoló de señoras ricas. Hasta que la buena suerte lo llevó ante la juez, una señora buena, verdadera mano de la Providencia. Tim quedó prendado de ella; tenía entonces 17 años; una especie de amor platónico dulcificaba su existencia. Él seguía rezando al Gran Jefe. Estuvo en la cárcel, pero se fugó y fue a buscar a su amable juez – la quería como a una madre – al Palacio de Justicia. Esta mujer buena llamó a un amigo y le dijo: “Aquí tengo a un chico muy majo”. Y así consiguió su primer empleo.
Cuando yo pienso en Tim Guénard me lleno de emoción. Vienen a mi mente pensamientos de esperanza, de ilusión, de ganas de cambiar el mundo. Se llena mi alma de confianza en Dios, Padre, Providencia, que atiende nuestra debilidad con tal de que le hagamos caso. A este pobre muchacho todo le salía mal, pero atendió a esa gracia actual de Dios que a nadie niega, oró al Gran Jefe, y desde entonces, poco a poco, le fue guiando hacia el bien. Veremos en el próximo artículo cómo sigue desarrollándose la vida de Tim. Porque el Señor a nadie que hace lo que está de su parte niega su gracia; e incluso, a través de renglones torcidos escribe derecho en nuestras vidas.
José María Lorenzo Amelibia Si quieres escribirme hazlo a: josemarilorenzo092@gmail.com Mi blog: https://www.religiondigital.org/secularizados-_mistica_y_obispos/ Puedes solicitar mi amistad en Facebook pidiendo mi nombre Josemari Lorenzo Amelibia Mi cuenta en Twitter: @JosemariLorenz2