Un obispo ha de ser misionero de verdad

Para los Obispos.

Un obispo ha de ser misionero de verdad

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Obispos misioneros

Si miramos hoy el mundillo de los obispos, muchos los vemos más que como pastores, como administradores, jefes, gobernantes de los sacerdotes y de los cristianos de un territorio más o menos poblado: unos curas que visten distinto, que son los primeros en todo dentro de sus compañeros, que dicen unas misas muy solemnes, y poco más. Cuando éramos niños, si veíamos a un obispo rodeado siempre de tres o cuatro curas, todos corríamos para besarle el anillo. Hoy se ha perdido esta costumbre. Y el obispo aún resulta más distante. Auque algunos ya hacen esfuerzo para acercarse a la gente.

Los obispos son sucesores de los Apóstoles. Ellos mismos nos lo recuerdan muchas veces. Y así se estudia en la Teología de la Iglesia. Ahora bien, la principal misión de los Apóstoles era marchar por todo el mundo a predicar el Evangelio. Lo cumplieron a la perfección. Después, poco a poco, se fue facilitando esta obligación. Aumentó el número de obispos y a cada uno se le asignó una parcela: si había muchos cristianos, el territorio, que se llamó diócesis, era pequeño. Cuando, por el contrario, había pocos cristianos, el territorio era mayor. Por él se movía el obispo, ayudado de sus presbíteros, para misionar, buscar nuevos adeptos, extender la Iglesia.

Hoy la misión del obispo es muy reducida: visitar las parroquias de vez en cuando, acudir a reuniones con sacerdotes, recibir en su despacho a quienes lo deseen. Algunos gustan de escribir cartas pastorales y artículos en su boletín o revista diocesana. Pero lo de misionar, en el sentido de atraer a la fe a quienes no creen, lo delegan en los sacerdotes, monjas y seglares que marchan a predicar a lugares remotos. La pastoral en el propio territorio, dedicada a atraer a la fe a quienes no creen ni están bautizados, se encuentra en mantillas, casi nula.

A veces los obispos marchan a tierras lejanas a visitar a sus misioneros. Porque se avergüenzan de haber hecho de capitán araña. Pero, a la hora de la verdad, se puede considerar como un viaje de turismo, costeado por la diócesis. Estos mismos obispos ¿ya visitan a sus sacerdotes alejados de la capital?

Un obispo, si es buen sucesor de los Apóstoles, debiera tener como tarea fundamental ser misionero; al estar del todo organizada la Iglesia por el mundo, sería dentro de su diócesis el pionero en buscar, dialogar, hablar, con los no bautizados y con quienes están alejados del todo de la fe católica. Yo no sé cómo, pero debiera ser pionero en esta labor y dar ejemplo a sacerdotes y seglares, que pronto le habrían de seguir. Necesitamos hoy más que nunca obispos misioneros. ¿La “Nueva Evangelización” tan anunciada, ¿ya trata este asunto como prioritario?

 José María Lorenzo Amelibia

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