No presumamos de nada, ni de nuestra fuerza

Enfermos y Debilidad

 No presumamos de nada, ni de nuestra fuerza

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Sin  presumir

Nunca has presumido de hombre poderoso; más bien te has sentido débil y delicado; algo tímido; como sin fuerza para grandes empresas; pero tu sensibilidad exquisita era garantía de tu valor humano más que mediano. Es verano y has salido de casa a primeras horas de la mañana. Te hallas recostado bajo la sombra de un árbol. Soledad y paisaje inundan tu corazón. Tu alma permanece en paz y gozo.

La madre naturaleza ha impulsado tu espíritu a la confianza en Dios. Maduraron ya los trigos, y se encuentran en el granero. Tu vida también ha entregado parte de su fruto. Mereces el descanso del verano.

 Pan será y Eucaristía la cosecha de este año. Mas antes caerá triturada en la moltura; y el horno aglutinará el polvo de harina en blanco alimento. Símbolo del sufrimiento para todo cuanto de verdad llega a dar fruto. ¡Oh, si pudieran quejarse los granos de trigo! ¡Oh, si lograran también ellos hablar de su esperanza!

 Del campo y del paisaje se elevó tu espíritu a las alturas, y así continuó tu discurso espontáneo:  “Sea mi alma en santa indiferencia en las manos de mi Señor. No por incuria ni abandono, sino por la confianza plena en mi Padre y Creador. Aunque mi espíritu tenga derecho a formular deseos y peticiones, me arrojo en los brazos de la Providencia. No como el grano de trigo que, inerte, se deja moler. No. Remito mis pensamientos y mi voluntad a las regiones de la trascendencia. Y entrego la dirección de mi navecilla, como pasajero ignorante, en manos de quien dispone el giro de los astros. Navego recorriendo millas y leguas hacia el destino de la gran aventura. Confío que orientes, Señor, mi debilidad. Mi actitud de entrega no descuida la prudencia, pero renuncia a la inquietud. Nunca me abandonará el que alimenta a las aves del cielo y derrama con abundancia los frutos del campo.”

Y oí una voz que me decía: ” Anda, anuncia mi ley de amor y confianza a tus hermanos: porque amo a los pobres, a los lisiados, a los débiles, a cuantos tienen alguna necesidad

José María Lorenzo Amelibia

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