El sexo, un valor humano para bien o para mal

El objetivo del sexo-sexualidad es la actualización del impulso de reproducción que puede descontrolase por la lujuria y que es moderado por la castidad . Hoy día, el ambiente favorece para una sexualidad libre provoca los males del sexo descontrolado. Y así, el sexo se convierte en un pecado capital que necesita medios y remedios para que el sexo sea para bien, un factor de la personalización.

La sexualidad, uno de los impulsos de la naturaleza para la procreación
Origen del impulso de reproducción. Para el desarrollo de la especie humana, la naturaleza posee el instinto de reproducción acompañado del placer sexual que se realiza en el matrimonio. “Dios los creó hombre y mujer” (Gn 1, 27). “Creced y multiplicaos” (Gn 1, 28); “el día en que Dios creó al hombre, le hizo a imagen de Dios. Los creó varón y hembra, los bendijo, y los llamó “Hombre” en el día de su creación” (Gn 5, 1-2).
La meta del impulso de procreación tiene unas exigencias que afronta la virtud de la castidad para la llegar a la plenitud en esta dimensión fundamental de la persona. La lujuria es el pecado capital que, como los otros, puede degradar a toda la persona, humana y cristianamente.
La realización del sexo está unida al deseo y al placer. En sí mismo, ni bueno ni malo como impulso natural ambivalente. La sexualidad abraza todos los aspectos de la persona humana, en la unidad de su cuerpo y de su alma. Influye particularmente en la afectividad, en la capacidad de amar y de procrear y, de manera más general, en la aptitud para establecer vínculos de comunión.
Este impulso es decisivo para la vida personal y de la comunidad y tiene como fundamentos: la bondad del sexo, el respeto por la biología, el amor en su vivencia y ser un factor integral de la personalización.
A la dimensión ética de la sexualidad, se une el mensaje bíblico y la doctrina de la Iglesia que añaden otros aspectos, presentes en el sexto y noveno mandamiento de la ley de Dios. El sexto mandamiento prescribe: “no cometerás actos impuros”, y el noveno: “no consentirás pensamientos ni deseos impuros“. Contra estos mandamientos, contra la virtud de la castidad, se opone el descontrol sexual que se manifiesta en la impureza o lujuria como abuso de la facultad generativa fuera del matrimonio; con la búsqueda desordenada del placer venéreo que constituye uno de los siete pecados capitales.

La castidad es la virtud que modera los impulsos sexuales
Como fuerza personalizante o destructora de la personalidad, la sexualidad necesita de una virtud, -la castidad, que integra esta tendencia genética en el dinamismo positivo de la persona. ¿Con qué finalidad? Para que acomode sus expresiones a su objetivo, renuncie a toda actualización fuera de los límites éticos, legales y religiosos. También que suprima toda actitud posesiva frente al otro sexo. Y libere de cuanto esclavice a la misma persona quitándole la comunión consigo misma.
La castidad forma parte de la virtud cardinal de la templanza, que tiende a impregnar de racionalidad a las pasiones y a los apetitos de la sensibilidad humana (2341 del Catecismo de la Igleisa, igual, los números siguientes).La castidad significa la integración lograda de la sexualidad en la persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y espiritual (2337).
La vida sexual en el bautizado está llamada a la castidad. El cristiano se ha “revestido de Cristo” (Ga 3, 27), modelo de toda castidad. Todos los fieles de Cristo son llamados a una vida casta según su estado de vida particular (2348).

El sexo para el bien de la persona.
La sexualidad está ordenada al amor conyugal del hombre y de la mujer. En el matrimonio, La dimensión positiva del sexo se realiza dentro de las exigencias del amor conyugal en orden a la procreación. La intimidad corporal de los esposos viene a ser un signo y una garantía de comunión espiritual. Entre bautizados, los vínculos del matrimonio están santificados por el sacramento. (2360). La sexualidad es humana cuando es parte integral del amor de los cónyuges que se comprometen mutuamente hasta la muerte (2361 y FC 11).

El sexo para mal: la lujuria o sexo descontrolado
En sus diversas modalidades, la lujuria es uno de los pecados capitales. Consiste en el deseo o goce desordenado del placer venéreo (2336). Este placer sexual es moralmente desordenado cuando es buscado por sí mismo, separado de las finalidades de procreación y de unión (2396). Entre los pecados gravemente contrarios a la castidad se deben citar el adulterio, la prostitución, la poligamia, la unión libre, la masturbación, la fornicación, las actividades pornográficas, las prácticas homosexuales (2388)…Tammbién, el incesto como relación carnal entre parientes dentro de los grados en que está prohibido el matrimonio (cf Lv 18, 7-20). También el sexo puede deshumanizarse: dentro del propio matrimonio, y mucho más en relaciones extraconyugales como el adulterio.
En la lista del sexo para el mal, está muy presente la prostitución que atenta contra la dignidad de la persona que se prostituye, puesto que queda reducida al placer venéreo que se saca de ella (2355). Con mayor gravedad, la violación: forzar o agredir con violencia la intimidad sexual de una persona. Atenta contra la justicia y la caridad (2356). Pecado especial que merece cárcel, son también los abusos sexuales perpetrados por adultos en niños o adolescentes confiados a su guarda. Entonces esta falta adquiere una mayor gravedad por atentar escandalosamente contra la integridad física y moral de los jóvenes que quedarán así marcados para toda la vida, y por ser una violación de la responsabilidad educativa (2389).
Mención aparte merece el adulterio. Esta palabra designa la infidelidad conyugal. Cuando un hombre y una mujer, de los cuales al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque ocasional, cometen un adulterio. Cristo condena incluso el deseo del adulterio (cf Mt 5, 27-28). El sexto mandamiento y el Nuevo Testamento prohíben absolutamente el adulterio (cf Mt 5, 32; 19, 6; Mc 10, 11; 1 Co 6, 9-10). Los profetas denuncian su gravedad; ven en el adulterio la imagen del pecado de idolatría (cf Os 2, 7; Jr 5, 7; 13, 27).( 2380)
Hay unión libre cuando el hombre y la mujer se niegan a dar forma jurídica y pública a una unión que implica la intimidad sexual (2390). Jesús vino a restaurar la creación en la pureza de sus orígenes. En el Sermón de la Montaña interpreta de manera rigurosa el plan de Dios: «Habéis oído que se dijo: “no cometerás adulterio”. Pues yo os digo: “Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón”» (Mt 5, 27-28). El hombre no debe separar lo que Dios ha unido (cf Mt 19, 6). (2351)
Ante el panorama negativo del sexo, y en nuestro mundo permisivo en esta materia, habrá que plantear la necesidad de la castidad.
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