El secreto de los nombramientos

Me llama la atención que una de las virtudes cardinales es precisamente la prudencia, y ésta parece que está totalmente ausente de los órganos oficiales de la Iglesia, o al menos en los que tienen relación directa con los nombramientos episcopales.

Me pregunto: ¿Cómo es que trascienden, por ejemplo, los nombres de los obispos antes de que se hagan públicos? Normalmente son secretos a voces, y cuando el boletín oficial del Vaticano los hace públicos, ya no son una sorpresa para nadie o lo son para muy pocos.

Si esto pasa con los nombramientos de episcopales, ¿cómo se guardan los otros secretos de nuestra santa madre Iglesia?

Me parecen una pérdida de tiempo las quinielas, y mucho peor los sambenitos que les cargan a los “episcopables”, y más, si todo este teje y maneje es desparramado por los que se dicen fieles a la Iglesia y que confían en la acción del Espíritu Santo…¡eso sí, si el Espíritu sopla por dónde ellos quieren!

Cuando se confirma un nombramiento del que ya todos estábamos al corriente viene a mi mente un dicho muy poco ortodoxo que se dice en mi tierra: “El Espíritu Santo empolla los huevos que le ponen”.

Pero a pesar de todo estoy segura que es el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús el que guía a su Iglesia, y por mucho que nos empeñemos -por nuestra torpeza- ¡no vamos a impedir que el Espíritu sople donde quiera!

Tantos siglos y aun los cristianos con mitra o sin ella, no han conseguido amordazar al Espíritu que susurra, habla y hasta grita por los acontecimientos y por dónde menos nos lo esperamos, ¡hasta por la burra de Balaam!

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