Mexicana elevada a los altares por el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos Beata Concepción Cabrera nos enseña la actitud correcta en tiempos de heridas y abusos: Cardenal Angelo Becciu

En estos tiempos, la Iglesia ha vivido tiempos turbulentos y lacerantes a causa de los escándalos de obispos, sacerdotes, religiosos, que han deformado su rostro y socavado su credibilidad".

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Un largo proceso ahora se consuma. Por lo menos en un primer paso. La beatificación de María Concepción Cabrera Arias, la viuda de Francisco Armida García, reunió a miles de fieles asociados a las Obras de la Cruz, cientos de sacerdotes y decenas de obispos, entre los que estaban los cardenales José Francisco Robles Ortega, arzobispo de Guadalajara; el anfitrión y Primado de México, Carlos Aguiar Retes; los eméritos de México, Norberto Rivera Carrera y de Morelia, Alberto Suárez Inda y el nuncio apostólico Franco Coppola, presididos por el cardenal Giovanni Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y delegado especial para la Orden de Malta que desplazó al polémico cardenal Raymond Burke.

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Legado Pontificio. Entre cardenales mexicanos.

Basílica de Guadalupe era un verdadero recinto de fiesta y de fe para vivir la elevación a los altares de una polémica mujer, mística y fundadora. Los obispos de México sabían de la trascendencia de esta mujer, su beatificación es de eventos de año para la Iglesia en medio de las crisis y colofón de la 107 Asamblea Ordinaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano permitiendo la asistencia de un gran número de prelados quienes, incluso, no desaprovecharon la oportunidad de tener la mejor foto desde el presbiterio del altar mayor de Basílica.

Tocó al arzobispo Carlos Aguiar Retes solicitar al delegado papal que se inscribiera a Concha Cabrera en el catálogo de los beatos. La lectura de su biografía, hecha por el postulador de la causa, el reverendo Alfredo José Ancona, daría cuenta de los hechos excepcionales de la vida de una mujer que vivió 17 años de matrimonio cuando a la edad de 22 se unió con Francisco Armida, dándole nueve hijos, y nietos que también estaban en la ceremonia de la abuela beata. De la mística y viuda por 36 años, fundadora de varias obras y asociaciones además de ser íntima amiga de grandes obispos en la historia de la Iglesia de México en tiempos difíciles como Mons. Ramón Ibarra González, arzobispo de Puebla; Emeterio Valverde Téllez, obispo de León; Mons. Maximino Ruiz, obispo de Chiapas y Luis María Martínez, arzobispo de México.

La lectura de la bula beatificación fue leída en latín por el cardenal prefecto Becciu y para los profanos fue dada en español por el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el arzobispo de Monterrey, Mons. Rogelio Cabrera López. Tras la lectura, vino el descubrimiento de la imagen oficial. Al mismo tiempo, por el pasillo central del recinto mariano, la reliquia de la beata, un fragmento de venda teñida con su sangre, fue transportada en un relicario por una de las descendientes directas, la hermana Consuelo Armida y el favorecido con el milagro por la intercesión de Conchita, Jorge Treviño Gutiérrez (1960), de Monterrey, quien desde los 26 años comenzó a padecer un cúmulo de enfermedades, entre las más graves una especie de atrofia muscular que le degeneró el cuerpo y la capacidad de movimiento. Ayer, tan sólo apoyado por un bastón y con 59 años, Treviño era el más agradecido por esta beatificación por el favor especial que le devolvió la capacidad de movimiento la noche del 22 de mayo de 2008.

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Jorge Treviño. Milagro.

Conchita Cabrera así se convirtió en beata con la sentida aclamación de los fieles asociados a sus obras y el agradecimiento del arzobispo Aguiar Retes quien, a nombre de la Familia de la Cruz, solicitó la transmisión de la profunda gratitud por la inscripción en el catálogo de los beatos de la mística. La actualidad de su testimonio fue puesta de manifiesto en la homilía del cardenal Giovanni Becciu. Conchita, “una figura maravillosa en sus diferentes aspectos de esposa, madre, viuda, inspirador de institutos religiosos y de iniciativas apostólicas”. El secreto de su felicidad era “conformarse con el proyecto que Dios tenía para ella” aceptando con total dedicación la experiencia de esposa y de madre. Así, el cardenal prefecto zanjó lo que venía a ser una de las circunstancias polémicas de la vida de Concha cuando, en algunas biografías, se decía que ella consideraba su matrimonio como “un martirio” e incluso había declarado en febrero de 1894 que ella “no había nacido para ese estado”. Ella es “verdadero modelo de madre” que asumió la misión de esposa.

Más adelante, la homilía se centró en la vida apostólica y del ferviente amor por Dios para conformarse plenamente con Él. Orante y mujer de “interminables horas de oración”, destacó la naturaleza de su unión mística con Cristo y de amor al prójimo. “Quiso ser pobre entre los pobres”, así quedaba atrás la imagen de la Conchita Cabrera de familia acomodada y de abolengo, ella vivió también esta pobreza del prójimo “para ayudarles mejor” y dedicándose a las obras de misericordia espiritual.

El caso de la beata Concepción es el “caso único” en la historia de las fundaciones. Como lo afirmó el cardenal prefecto, inspiró cinco institutos, las Obras de la Cruz y dos congregaciones religiosas y tres obras apostólicas, “sin asumir la carga y los poderes de superiora general”.

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Conchita Cabrera. "Interminables horas de oración"

Conchita experimentó el dolor por la perdida de su esposo y hasta cuatro de sus hijos, “pero no perdió la serenidad, se aparta de la confianza en Dios”. Ella comprendió la “Ciencia de la Cruz” y una de sus obsesiones apostólicas fue la o la santidad de los sacerdotes “por quienes rezaba y se sacrificaba”.

“Qué necesaria y actual es esta misión”. Así el prefecto daba paso a ese aspecto que ha venido minando al catolicismo cuando “en estos tiempos, la Iglesia ha vivido tiempos turbulentos y lacerantes a causa de los escándalos de obispos, sacerdotes, religiosos, que han deformado su rostro y socavado su credibilidad. Frente a este escenario doloroso, algunos fieles han empezado a perder la confianza en la Iglesia, mientras que otros la han atacado aumentando las heridas, pero la actitud correcta es la que nos enseña la nueva beata: Sostener con la cercanía espiritual y con la oración a cuantos viven cada día su vocación con fidelidad y con abnegación. Se trata de la inmensa mayoría de las personas consagradas que ofrecen un claro testimonio de fe y de amor. Esto no exime del deber de luchar contra los abusos y los escándalos de cualquier tipo induciendo a cuantos han errado a abandonar esa vida hipócrita y pervertida como nos recordó el Santo Padre Francisco: ´La fortaleza de cualquier institución no reside en la perfección de los hombres que la forman sino en su voluntad de purificarse continuamente, en su habilidad para reconocer humildemente los errores y corregirlos, en su capacidad para levantarse de las caídas´.

La conclusión de la homilía llevó de nuevo a la exaltación de las cualidades humanas de Conchita, “mujer de fuerte personalidad” y dotes excepcionales de “simplicidad, afabilidad y dulzura… Mujer de oración y celo apostólico que anticipando los tiempos, encuentra en sí la fuerza moral para imponerse como líder en el campo social y en el ámbito eclesial. Supo realizar una magnífica síntesis de contemplación y de acción…” Y especialmente a las mujeres, como Martha y María, es especial “modelo de vida apostólica, oraba y actuaba…”

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Cardenal Becciu. Tiempos turbulentos.

Tras la súplica por la intercesión de la nueva beata, el prefecto Giovanni Becciu concluía la homilía donde contrastó la sombra de los abusos. A la vez, la exaltación de los dones, cualidades y potencia de Conchita Cabrera, esposa, madre, mística y apóstol, en la homilía donde se midieron las palabras evadiendo cautelosamente la controvertida Encarnación mística del Verbo en la persona de esta mujer para ubicarla mejor como hija de Dios.

La beatificación de Concha Cabrera fue la apoteosis para los fieles asociados a las Obras de la Cruz y congregaciones por ella fundadas. Quizá por influencia de estos tiempos donde la mujer debe ser reivindicada en la Iglesia, Conchita se adelantó en la santidad a quienes llamó el “hijo del dolor” y el “hijo de la luz”, sus más íntimos asociados en el camino forjado: Félix de Jesús Rougier y el arzobispo Luis María Martínez, respectivamente.

Prácticamente, el grueso de la población mexicana necesita redescubrir a Conchita Cabrera, mujer clave de la fe de la Iglesia de México en uno de los momentos más aciagos de la historia contemporánea. Como afirma el arzobispo de Monterrey, a quien por cierto le fue dada una calurosa aclamación al final de la misa de beatificación y de cuya arquidiócesis salió el milagro por la intercesión de Conchita, ella es “una gran mexicana, madre, esposa, fundadora, con todas las cualidades con las cuales Dios le adornó su santidad. Estamos muy contentos por ella, por la Iglesia, por todo el mundo, porque su santidad no solamente fortalece la vida de las familias sino a toda la Iglesia católica. Los obispos especialmente somos deudores a ella porque en todos sus pensamientos, en toda su teología y sobre todo en su oración, siempre pensó en sus pastores. Gracias a México, gracias a Concepción Cabrera de Armida, nuestra nueva beata, gracias al Santo Padre que ha aceptado beatificarla. Alegres y contentos por este acontecimiento…”

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Arzobispo de Monterrey. Agradecimiento.

Y tiene razón el arzobispo Rogelio Cabrera López, homónimo en apellido con la nueva beata, la Iglesia requiere de esos racimos de santos que en tiempos aciagos fortalecieron a los fieles. De aquéllos quienes, por profunda convicción, vieron que todas “almas nacen para el amor y tienen que vivir eternamente en clamor… de todos, como fruto de la Santísima Trinidad”. Tal era la convicción de Conchita Cabrera, la mística de la Encarnación.

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