Otra vez la Caram

Las últimas noticias aparecidas en los medios sobre la que se supone es una monja dominica contemplativa, Lucía Caram, argentina, pero simpatizante de la independencia de Cataluña, son escandalosas para una buena parte de la gente con la que hablo. Con frecuencia la gente me pregunta: ¡Qué te parece con lo que ha salido ahora la Caram? Y con la misma frecuencia tengo que morderme la lengua y callar, porque si hablo no sería precisamente caritativo. Además enseguida me saltaría la Caram diciéndome que soy poco evangélico, como me dijo la última vez, porque no pienso como ella. Ayer mismo el párroco de mi pueblo me hizo la misma pregunta: ¿Estás al día de lo que ha dicho esa monja dominica?
En fin, que en estos días se ha despachado como a ella le gusta, para ocupar titulares y cámaras, lejos del convento, que es donde ella se siente más a gusto. Las monjas dominicas de Caleruega, hermanas de congregación y de carisma, ya han dicho que les resulta vergonzoso el espectáculo que esta monja está organizando y que deja mal a su congregación y a su carisma. Miles de firmas se han recogido ya para presentar a su obispo a ver si interviene en el asunto pero parece que la respuesta del purpurado ha sido más bien de compromiso, tibia y cobarde, dice algunos.
Yo defiendo que cada uno diga y piense lo que quiera. Pero del mismo modo que a un médico se le exige que en su vocación haga lo que debe y no se salte a la torera sus obligaciones con sus pacientes, a una monja se le exige que viva su vocación, que ella misma he elegido, cumpliendo sus exigencias, y no escandalice a los creyentes que esperan que la vida consagrada y además, la contemplativa, viva según sus compromisos y reglas constitucionales. Si las constituciones de las dominicas hablan de vivir su consagración y santificarse en el silencio y en la oración, no entiendo por qué esta monja se pasa la vida de plató en plató y de escándalo en escándalo por las tierras de España. Hace unos días fue por su presencia indeseada por muchos ciudadanos en el pregón de fiestas de Alba de Tormes, hoy por sus declaraciones negando la virginidad de la virgen María, aunque ahora diga que no la dejaron matizar, y mañana vete tú a saber por dónde sale para que los focos la vuelvan a alumbrar.
Yo creo que ya está bien de espectáculos a cargo de la vida consagrada y que alguien con autoridad debería hablar con ella para detener semejante carrera de despropósitos. Lo que sucede es que tal vez no se atrevan por miedo a ser declarados carcas e intolerantes por la propia Lucía Caram ante los medios.
La situación de esta monja es ya insostenible y ha llegado el momento de que se detenga esta carrera hacia el desprestigio de la vida consagrada contemplativa y, si no, yo propongo la total indiferencia de todos los que no compartan estas actuaciones impropias de una consagrada. Seré declarado intolerante y antievangélico por esto, como ya me sucedió la última vez, pero prometo mantenerme indiferente.
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