¡Mujeres!

¡Mujeres!
¡Mujeres! DHA

Dos Palabras y una realidad enquistada

Hace casi un mes que me he topado con varios textos “femeninos” que me han hecho pensar. A ellos se une la experiencia del papel clave de la mujer en la Iglesia de hecho, más que de derecho.

Los evangelios hablan de un importante grupo de mujeres que “servían” al Señor, pero no las identifica con los apóstoles, no las señala directamente como discípulas, aunque sí seguidoras de Jesús.

Sin embargo, hay dos pasajes que leídos desde la consideración que Jesús tiene a la mujer en medio de una cultura patriarcal (no digo machista, porque el término estaría fuera de lugar o, al menos, sería muy discutible).

El contraste entre Marta y María.

Marta es presentada como la señora de la casa. Ya eso sorprende, aunque otros ejemplos haya de entonces. Marta tiene el comportamiento esperable en una mujer de su entorno cultural, bueno… de muchas mujeres en muchos entornos. Está preparando la casa para la acogida del Señor, posiblemente la comida, el lugar de comer y los utensilios necesarios. Vamos, lo habitual. Comportamiento culturalmente atribuido, aquí no caben genéticas.

María, en cambio, tiene el comportamiento propio de un discípulo que escucha a su maestro. Un comportamiento en modo alguno esperable de una mujer en ese lugar y tiempo. Marta le echa en cara que no haga lo que se espera de ella.

Y Jesús… Jesús le dice a Marta que es María la que ha elegido bien. Por supuesto que ha elegido bien porque la acogida no es solo preparar cosas, es también estar-con, escuchar, acoger el interés del otro. Pero aquí el contraste es tan notable y tan lúcido, que no puedo dejar de atribuir un choque cultural intencional, sea en Jesús que en el redactor del evangelio.

María Magdalena llamada por Jesús.

María Magdalena es la primera apóstol, en sentido literal del término. Así ha sido reconocida por la Iglesia: “apóstol de los apóstoles”. Y Jesús quiso que así fuera cuando se hizo presente y la envió a anunciar su resurrección, que está vivo. ¡La envió a ella primero! ¡La envió a los apóstoles!

Aún más: a María Magdalena le dice algo totalmente nuevo, algo que raramente se subraya en los comentarios: “ve a decir a mis hermanos”… “mi padre y vuestro Padre”. Jesús puede ahora llamarlos hermanos tras la resurrección. No siervos, ni disípulos, ni siquiera el hermoso término de amigos: hermanos. Vínculo inextinguible. Y es a la Magdalena a quien primero se le dice.

¿Qué significaría todo esto en la primera Iglesia? ¿Qué significa que el nombre de María vaya aparejado en los evangelios con la misma realidad eclesial?

La Mariología está avanzando y creo que una parte del camino es profundizar en lo que se llama perfil mariano de la Iglesia. Creo que estos dos textos nos hablan de una intención clara del Señor de situar la mujer más allá de roles atribuidos, y de una comunidad cristiana que iba acogiendo este desafío, quizás esperando tiempos en que madure más.

A esto se añaden algunas experiencias estas mismas semanas aquí en Timor.

ellas… en el cementerio
ellas… en el cementerio DHA

Como la muerte de una madre joven, un mes después de dar a luz. Ser madre es una experiencia difícilmente comprensible para quien no lo ha sido. En muchas culturas significa adquirir una nueva categoría, sobre todo cuando los hijos e hijas han sido bien educados.

Pero ser madre tiene un costo terrible en muchas ocasiones. Aquí la mortalidad es alta. Como en otros tiempos lo fue en Europa.

Otra realidad de la mujer en estos lugares es su presecia en la cocina durante las fiestas, entierros, encuentros numerosos… casi únicamente mujeres. Rol asumido, aún no cuestionado.

Pero también hay signos de esperanza como la existencia de una cooperativa de mujeres desde hace unos quince años. Regida por ellas: “Boneca de Ataúro” (pueden buscar en Internet). Sin embargo, este relativo éxito hace que, aunque para muchos varones sea también admirable, para otros es motivo de envidia cuando no de persecución larvada.

Cooperativa Boneca de Atauro
Cooperativa Boneca de Atauro Web bonecadeatauro

Es cierto que aquí se respeta la participación de la mujer en papeles sociales y políticos de peso, sin desprecios ni paternalismos, pero sigue siendo minoritaria.

La mujer tiene, pues, mucho de “asignatura pendiente”, tanto en Timor como en la Iglesia. Algo que no se resuelve aplicando sin más pensamientos igualitarios. Precisa una profunda reflexión, sobre todo femenina, que ayude a encontrar su propia grandeza y originalidad, a admirarla y a respetarla.

Por otra parte, el problema en la Iglesia muchas veces no es sólo la mujer por ser mujer. Es también el problema de los laicos, de aceptar su mayoría de edad, no de concederles un lugar o la palabra… sino de reconocerles su igual dignidad de hecho. Es decir, que la sinodalidad no sea una palabra o una moda, sino un modo de vivir la fraternidad y la comunidad a todos los niveles.

Aquí la sinodaliad, por el momento, es sólo una palabra y algunas reuniones de reflexión. La voluntad práctica es casi nula. La enfermedad más que el machismo es el clericalismo. Y, por desgracia, no estamos solos.

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