#triduopascualfeminista2025 PASCUA. NO SIEMPRE LOS ADJETIVOS SUMAN

| Elsa A. Tosi
(Hago la aclaración que esta reflexión no persigue ninguna intención de confrontar la plausible, estimulante y valiosa propuesta de Tras las Huellas; simplemente es lo que fue brotando al hilvanar ideas).
Me parece feliz la propuesta de “Tras las huellas de Sofía”, de compartir reflexiones sobre Pascua, festividad central del cristianismo. Es tan enorme el misterio de Amor de Dios, tan inconmensurable su Misericordia, tan inagotable su Compasión, siempre dispuesto a rescatarnos de nuestras transgresiones, que añadirle a Pascua el adjetivo “feminista” parece que se cuela como una apropiación indebida, como una restricción de la dimensión universal de la Gloriosa Resurrección de Jesús. Su apertura a la trascendencia no selecciona, abarca a la humanidad de todos los tiempos, la pasada, la presente, la futura. Él rescató a la mujer de la subvaloración y postergación a la que la historia la sometió. La mujer encorvada (Lc. 13,11-17) recibió el rescate de Jesús con su sola mirada, ella recuperó lo que se le había robado por siglos y lo que aún se le sigue robando. Esa mujer recuperada, vivió su Pascua en el rescate de su dignidad y su reubicación en el contexto personal, social y religioso. Ese rescate de Jesús, ensamblado con la creación (Génesis 1,27), nos lleva a asumir nuestra identidad originaria de mujeres, aunque se necesite seguir aclarando, posicionando y defendiendo que nuestros pensamientos, capacidades, sentimientos, conductas, son femeninos como para que el mundo no lo olvide y tan válidos como los de los masculinos. Tenemos una identidad propia ya establecida por el Creador. Los desórdenes humanos, las dominaciones, los desvíos mezquinos, las imposiciones de roles, el ejercicio de un poder avasallador y una socialización impregnada de machismo, no podrán eliminar la realidad de lo que es ser mujer, si cada una de nosotras asume su identidad y su protagonismo desde el lugar que Dios nos tiene destinado desde el origen. Ya es tiempo de reconocer y valorar lo hecho y padecido por tantas mujeres, muchas de ellas anónimas, que a lo largo del tiempo con mayor o menor notoriedad y reconocimiento lucharon por deshacerse de la resaca de una cultura masculina avasalladora y asfixiante y abrieron puertas para las nuevas generaciones. Lo antedicho de ninguna manera pretende negar la persistencia de situaciones de injusticia, indignidad, postergación, discriminación que aún padecen millones de mujeres y la necesidad urgente de seguir trabajando por su reivindicación total, sin claudicaciones pese a los “poderosos” de todas las clases sociales y de los distintos ámbitos de la sociedad, incluida la Iglesia Católica y otros credos, que pretenden seguir absorbiendo los beneficios del poder masculino indiscutible que se auto arrogan. Pero el estandarte de “feminista” como rótulo distintivo en Pascua, le da al desafío que tenemos aún por delante, un tinte casi bélico, que desde mi modesta perspectiva no le suma a nuestro “ser mujer” ya que parece darle a la Pascua un tufillo de contienda. Esto no significa dejar de reconocer que en nuestro tiempo, las distintas posiciones llevan sus rótulos y banderas, y ciertos adjetivos calificativos se posicionan en los hechos cotidianos y en los elementos que se integran a la cultura, pero el exceso puede disminuir el efecto y desviar la comprensión de legítimas demandas y además se corre el riesgo de privilegiar “feminismo” más que “mujer”. Que quede claro que no me estoy refiriendo a menguar la tarea que llevamos adelante desde el feminismo católico, ni estoy encolumnada en un “gatopardismo” (que lo hay), mi propuesta pasa por enfatizar nuestro “ser mujer”. Y si se asume “ser mujer” en los términos de Jesús, el feminismo entendido como justicia de restitución, está implícito y esto no significa que no debemos seguir comprometiéndonos en la línea de la recuperación de dignidad y derechos. Celebrar la Pascua, es celebrar la vida en el tiempo histórico que nos toca transitar, sabiéndonos responsables con los varones del mundo que habitamos, sabiendo también que la Resurrección es apertura de la mente y del corazón para responder al llamado de fraternidad que necesita de una nueva re vinculación en la que el respeto, la inclusión, la humanización sean el fermento de una nueva convivencia en amistad social. Pascua es el paso de la esclavitud de nuestras debilidades a la libertad que nos gana Cristo. Vivamos esa libertad de mujeres y varones creados a imagen de Dios; ya es tiempo de pasar de confrontaciones a propuestas de integración donde ambos, caminemos juntos en la igual dignidad y derechos con que fuimos creados. Que el Hosanna que entonamos el Domingo de Ramos, resuene todos los días y sea el canto recordatorio de nuestro compromiso de vivir todos los día la fiesta de la Resurrección.