Un santo para cada día: 7 de febrero S. Ricardo el Sajón (El peregrino de Tierra santa)

San Ricardo el Sajón: de los caminantes, montañeros y peregrinos
San Ricardo el Sajón: de los caminantes, montañeros y peregrinos

Más que como rey, Ricardo debiera ser venerado como un santo peregrino y no solamente esto, sino que por derecho propio le corresponde el patronazgo de todos los caminantes, montañeros y peregrinos

En Inglaterra, antes de Ricardo Corazón de León, nacido el 8 de septiembre de 1157 y muerto el 6 de abril en Francia, no había existido rey alguno con este nombre. Esto es históricamente constatable, por ello resulta muy chocante que el Martirologio Romano Antiguo nos hable de un personaje que vivió e en el siglo VIII con la denominación de “sanctus Richardus rex Anglorum”, en clara referencia a Ricardo el Sajón. Todo hace suponer que el título de rey que se le atribuye, no es más que una atribución generosa por parte de sus conciudadanos; aún con todo se le sigue incluyendo en la lista de los “Reyes Santos”, pero en realidad se trataría de un  “Reyezuelo”, Noble  o Señor de un gran feudo, eso sí, querido y respetado por su gestión de gobierno y que fue también admirado por sus virtudes cristianas, lo que le mereció ser reconocido santo por aclamación popular.

 Ricardo había nacido en Wessex, posiblemente en la segunda mitad del siglo VII, sin que se sepa con precisión y habría muerto en el año 722 en Lucca (Italia).  También es lógico suponer que fue un esposo solícito y padre amoroso, un varón responsable, en definitiva cabeza de familia ejemplar, que supo transmitir estos valores a toda su familia, conocida como la familia de Wessex. No solo él sino todos los miembros de esta familia son venerados como santos; su esposa Wunna, posiblemente hermana de S. Bonifacio y sus tres hijos Winebaldo Wilibaldo y Walpurga.  Pocos cabezas de familia han tenido ese privilegio de conformar una familia en la que más que hogar debía parecer un templo. No hay noticias, pero yo me imagino que en una familia así, hasta la misma servidumbre se contagiaría del ambiente y al menos alguno de ellos llegaría también a alcanzar la santidad, porque el ejemplo acaba arrastrando.    

San Ricardo el Sajón: de los caminantes, montañeros y peregrinos
San Ricardo el Sajón: de los caminantes, montañeros y peregrinos

Si hubiera que destacar un hecho trascendente en la vida de Ricardo el Sajón, éste sería sin duda el peregrinaje emprendido en la primavera del año 720 para ir a Roma a venerar las sagradas reliquias de los santos apóstoles y conocer al papa San Gregorio y visitar los santos lugares de Tierra Santa acompañado de dos de sus hijos, Wilibaldo y Winebaldo.  Toda una aventura en aquellos tiempos para la que hacía falta valor, fe, dinero y de todo ello andaba sobrado Ricardo. Salieron del Hamble, realizando una travesía por el Sena para desembocar en Rouen, donde visitaron varios santuarios franceses, todo parecía ir divinamente, de aquí salieron para Roma, pero sucedió algo inesperado, en la villa italiana de Lucca, Ricardo enfermó y murió inesperadamente. Fue sepultado en la iglesia de san Freudiano; allí habrían de quedar sus restos y su memoria celebrada por sus devotos admiradores. La crónica de este viaje quedó reflejada en un libro titulado “La vida de S. Wilibaldo”, escrito por la religiosa Ugeburc.  Según la tradición   fueron muchos los milagros que en torno a su tumba tuvieron lugar, lo que como suele suceder fue motivo de ensalzamiento.  Los hijos continuaron su camino convirtiéndose en apóstoles evangelizadores, lo cual contribuyó para la mayor gloria de su padre. Más que como rey, Ricardo debiera ser venerado como un santo peregrino y no solamente esto, sino que por derecho propio le corresponde el patronazgo de todos los caminantes, montañeros y peregrinos. 

Reflexión desde el contexto actual:

Podíamos decir que de tal palo tal astilla o, mejor dicho, al final uno acaba practicando lo que ve. Para que luego digan que la familia es una institución que ha quedado obsoleta y que ya no sirve para nada. Ni las guarderías, ni las escuelas, ni las catequesis, podrán suplir nunca la labor formativa de la familia. Desgraciadamente en nuestra sociedad los hijos sufren de orfandad, primero  aprendieron a crecer sin padres y luego posteriormente  se han visto obligados a crecer también sin madre, porque  ni al padre ni a la madre les queda tiempo para pasarlo en familia todos juntos.

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