El Papa hace un llamamiento para la creación de corredores humanitarios en Sudán León XIV: "No podemos 'terminar' la misión de nuestra vida simplemente acumulando poder o dinero"

Fieles, en la plaza de san Pedro para la audiencia general
Fieles, en la plaza de san Pedro para la audiencia general RD/Captura

"Ninguno de nosotros puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo. La vida se «cumple» no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir", subrayó León XIV, haciendo suya una frase muy querida (y muy repetida en contextos de crisis internacional como las que seguimos viviendo) por el papa Francisco

"En la fraternidad, en la vida sencilla, en el arte de pedir sin vergüenza y de ofrecer sin cálculo, se esconde una alegría que el mundo no conoce"

"No hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito. No temamos pedir, sobre todo cuando nos parece que no lo merecemos. No nos avergoncemos de tender la mano"

"Estoy muy cercano a la población", señaló, para, a continuación, hacer "un llamamiento a la comunidad internacional para que se garanticen corredores humanitarios". "Es tiempo de lanzar un diálogo serio y sincero entre las partes enfrentadas para poner fin al conflicto y llevar la paz al Sudán"

Profunda y hermosa catequesis la de esta mañana en la audiencia general de los miércoles, en donde el Papa, desde el centro del relato de la Pasión, la crucifixión, quiso remarcar que, "en la cruz, Jesús no aparece como un héroe victorioso, sino como un mendigo de amor", sino como "un Dios que no se avergüenza de mendigar un sorbo, porque en ese gesto nos dice que el amor, para ser verdadero, también debe aprender a pedir y no solo a dar".

"Ninguno de nosotros puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo. La vida se «cumple» no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir", subrayó León XIV, haciendo suya una frase muy querida (y muy repetida en contextos de crisis internacional como las que seguimos viviendo) por el papa Francisco.

Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME

"Esta es la paradoja cristiana: Dios salva no haciendo, sino dejándose hacer. No venciendo al mal con la fuerza, sino aceptando hasta el fondo la debilidad del amor", indicó el Papa agustino, incidiendo en que, "en la cruz, Jesús nos enseña que el ser humano no se realiza en el poder, sino en la apertura confiada a los demás, incluso cuando son hostiles y enemigos". 

"Esta verdad, aparentemente tan simple, es difícil de aceptar", reconoció sin embargo Prevost, porque, añadió, "vivimos en una época que premia la autosuficiencia, la eficiencia, el rendimiento". "Sin embargo -apostilló-, el Evangelio nos muestra que la medida de nuestra humanidad no la da lo que podemos conquistar, sino la capacidad de dejarnos amar y, cuando es necesario, también ayudar".

León XIV, en la audiencia general
León XIV, en la audiencia general RD/Captura

"En la fraternidad, en la vida sencilla, en el arte de pedir sin vergüenza y de ofrecer sin cálculo, se esconde una alegría que el mundo no conoce. Una alegría que nos devuelve a la verdad original de nuestro ser: somos criaturas hechas para dar y recibir amor", destacó León XIV. "No podemos “terminar” la misión de nuestra vida simplemente acumulando poder o dinero", añadiría posteriormente en su resumen de la catequesis en lengua inglesa, leída por él mismo.

"No hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito. No temamos pedir, sobre todo cuando nos parece que no lo merecemos. No nos avergoncemos de tender la mano. Es precisamente allí, en ese gesto humilde, donde se esconde la salvación", afirmó el Papa.

El papamóvil recorre la plaza de San Pedro durante la audiencia
El papamóvil recorre la plaza de San Pedro durante la audiencia RD/Captura

A la hora de los saludos en distintas lenguas a los grupos de peregrinos que volvieron a llenar la plaza de San Pedro, pasados los rigores del verano romano, León XIV pidió oraciones por los afectados por los deslizamientos de tierra en las montañas Marra, de Sudán, y mostró su profunda preocupación por la situación que se vive en el país, donde a la violencia que sufre la población derivada de la guerra, "como si no bastara", se une "la difusión del cólera, que amenaza a miles de personas, ya débiles".

"Estoy muy cercano a la población", señaló, para, a continuación, hacer "un llamamiento a la comunidad internacional para que se garanticen corredores humanitarios". "Es tiempo de lanzar un diálogo serio y sincero entre las partes enfrentadas para poner fin al conflicto y llevar la paz al Sudán", remarcó.

El texto de la Audiencia General

Queridos hermanos y hermanas,

En el centro del relato de la pasión, en el momento más luminoso y a la vez más oscuro de la vida de Jesús, el Evangelio de Juan nos entrega dos palabras que encierran un misterio inmenso: «Tengo sed» (19,28), e inmediatamente después: «Todo está cumplido» (19,30). Palabras últimas, pero cargadas de toda una vida, que revelan el sentido de toda la existencia del Hijo de Dios. En la cruz, Jesús no aparece como un héroe victorioso, sino como un mendigo de amor. No proclama, no condena, no se defiende. Pide, humildemente, lo que por sí solo no puede darse de ninguna manera.

La sed del Crucificado no es solo la necesidad fisiológica de un cuerpo destrozado. Es también y, sobre todo, la expresión de un deseo profundo: el de amor, de relación, de comunión. Es el grito silencioso de un Dios que, habiendo querido compartir todo de nuestra condición humana, se deja atravesar también por esta sed. Un Dios que no se avergüenza de mendigar un sorbo, porque en ese gesto nos dice que el amor, para ser verdadero, también debe aprender a pedir y no solo a dar.

León XIV, en la audiencia general
León XIV, en la audiencia general

«Tengo sed», dice Jesús, y de este modo manifiesta su humanidad y también la nuestra. Ninguno de nosotros puede bastarse a sí mismo. Nadie puede salvarse por sí mismo. La vida se «cumple» no cuando somos fuertes, sino cuando aprendemos a recibir. Y precisamente en ese momento, después de haber recibido de manos ajenas una esponja empapada en vinagre, Jesús proclama: «Todo está cumplido». El amor se ha hecho necesitado, y precisamente por eso ha llevado a cabo su obra.

Esta es la paradoja cristiana: Dios salva no haciendo, sino dejándose hacer. No venciendo al mal con la fuerza, sino aceptando hasta el fondo la debilidad del amor. En la cruz, Jesús nos enseña que el ser humano no se realiza en el poder, sino en la apertura confiada a los demás, incluso cuando son hostiles y enemigos. La salvación no está en la autonomía, sino en reconocer con humildad la propia necesidad y saber expresarla libremente.

El cumplimiento de nuestra humanidad en el diseño de Dios no es un acto de fuerza, sino un gesto de confianza. Jesús no salva con un golpe de efecto, sino pidiendo algo que por sí solo no puede darse. Y aquí se abre una puerta a la verdadera esperanza: si incluso el Hijo de Dios ha elegido no bastarse a sí mismo, entonces también su sed —de amor, de sentido, de justicia— no es un signo de fracaso, sino de verdad.

Fieles en la audiencia general en la plaza de San Pedro
Fieles en la audiencia general en la plaza de San Pedro RD/Captura

Esta verdad, aparentemente tan simple, es difícil de aceptar. Vivimos en una época que premia la autosuficiencia, la eficiencia, el rendimiento. Sin embargo, el Evangelio nos muestra que la medida de nuestra humanidad no la da lo que podemos conquistar, sino la capacidad de dejarnos amar y, cuando es necesario, también ayudar.

Jesús nos salva mostrándonos que pedir no es indigno, sino liberador. Es el camino para salir de la ocultación del pecado, para volver al espacio de la comunión. Desde el principio, el pecado ha generado vergüenza. Pero el perdón, el verdadero, nace cuando podemos mirar de frente nuestra necesidad y ya no temer ser rechazados.

La sed de Jesús en la cruz es entonces también la nuestra. Es el grito de la humanidad herida que sigue buscando agua viva. Y esta sed no nos aleja de Dios, sino que nos une a Él. Si tenemos el valor de reconocerla, podemos descubrir que también nuestra fragilidad es un puente hacia el cielo. Precisamente en el pedir —no en el poseer— se abre un camino de libertad, porque dejamos de pretender bastarnos a nosotros mismos.

León XIV, en el papamóvil por la plaza de san Pedro
León XIV, en el papamóvil por la plaza de san Pedro RD/Captura

En la fraternidad, en la vida sencilla, en el arte de pedir sin vergüenza y de ofrecer sin cálculo, se esconde una alegría que el mundo no conoce. Una alegría que nos devuelve a la verdad original de nuestro ser: somos criaturas hechas para dar y recibir amor.

Queridos hermanos y hermanas, en la sed de Cristo podemos reconocer toda nuestra sed. Y aprender que no hay nada más humano, nada más divino, que saber decir: necesito. No temamos pedir, sobre todo cuando nos parece que no lo merecemos. No nos avergoncemos de tender la mano. Es precisamente allí, en ese gesto humilde, donde se esconde la salvación.

Traducción no oficial

Volver arriba