Hay 4.000 periodistas acreditados, 30 por cardenal elector Vía crucis de cardenales en la plaza de San Pedro

Periodistas con un cardenal en la plaza de San Pedro
Periodistas con un cardenal en la plaza de San Pedro RD/JL

“Fuori dalla chiesa non c'è salvezza”. No hay noticias de que mientras aterrizaba en Roma ni Sarah ni Burke (no lo espero de Müller, porque como dijo el cardenal López Romero, hay que saber mucha teología, porque para hereje no vale “cualquier imbécil”) hayan desempolvado la vieja máxima

Hay cardenales que los evitan como la peste. Estos días lo han tenido complicado, la verdad. Otros se paran con ellos como si fuesen cada una de las estaciones de un particular vii crucis. Uno de ellos es el cardenal Rosa Chávez. Le preguntan qué votará en el cónclave, que ya hay que tener ganas de esperar respuesta, y el buen hombre ni se inmuta al decir que él no estará en la Sixtina. Le dejo mientras, paciente, apacienta a la tribu y se apresta a una catequesis exprés

Esta mañana, los periodistas han tenido su ratito de gloria y han provocado alguna reflexión en las congregaciones generales. No, nada malo, no parece haber grades quejas, ni siquiera por parte del cardenal Norberto Rivera, a quien la bandada de estorninos en su revoloteo ha estado a punto de tirarle ante mis ojos

El aterrizaje en Roma para asistir al cónclave es más o menos según lo previsto en el canon caótico de la Ciudad Eterna y se acaba aceptando como parte de un encanto milenario que ya no se aceptaría si no fuera así. O al menos vale como liviano consuelo.

Especial Papa Francisco y Cónclave

Y es poner el pie en la calle y te encuentras también con lo que parece esa Iglesia dividida por la que en la mañana del 5 de mayo, en la primera tanda de las congregaciones generales, los cardenales mostraron su preocupación. No está de más que reflexionen sobre la polarización en la Iglesia –ellos que suelen verla sólo en los demás–, no vaya a ser que se les vaya a ir de las manos, ahora que están todos frente a frente, para verse las caras… y los gestos.

 “Fuori dalla chiesa non c'è salvezza”. No hay noticias de que, mientras aterrizaba en Roma, ni Sarah ni Burke (tampoco lo espero de Müller, porque como dijo el cardenal López Romero, hay que saber mucha teología porque para hereje no vale “cualquier imbécil”) hayan desempolvado la vieja máxima.

Visitantes en el entorno de San Pedro
Visitantes en el entorno de San Pedro RD/JL

Pero este aviso no ha salido de las congregaciones, al menos así no, aunque alguno ha hecho una variación similar. La frase la porta en una cartulina plastificada colgada al pecho un mendigo. Me impactan la rotundidad del mensaje ­–la misma que algunos han echado en falta de Francisco, tibio en estas cuestiones– y la imagen del mendigo. Es un mendigo ‘de libro’ en lo que al aspecto se refiere. Si hiciesen los italianos calendarios con ellos como los hacen de seminaristas arrebatadores, este indigente de la ortodoxia más peleona estaría sin duda en la hoja del mes de mayo, que es cuando me lo he encontrado. 

¿Iglesia menos pobre sin Francisco?

Sigue su camino hablando sin que nadie lo escuche, cerrando su círculo de soledad, y me imagino que aquí –en los alrededores de Santa María la Mayor, donde los pobres de Roma vinieron los últimos a despedir el 26 de abril a quien los tenía en primer lugar–, alguno de aquellos podría llevar cosido en el saco de dormir el perdónalos porque no saben lo que hacen, pero rápidamente tengo que desechar esas cuitas entre facciones en esta Iglesia que quiere ser pobre, pero que desde que Francisco ya no está se la nota un poco menos pobre, porque he de poner toda la atención en el inminente paso de cebra que no parece tener final.

Decido sobre la marcha que lo cruzaré como un romano, aunque es difícil mantener tanto rato como dura este tránsito la mirada desafiante y a la vez desdeñosa ante los coches y motos que simplemente te evitan.

Tribuna de prensa con San Pedro al fondo
Tribuna de prensa con San Pedro al fondo RD/JL

Vuelvo, una vez alcanzada la acera, al pensamiento anterior, y a ver, sé que porque esté aún en shock no puedo decir que esta Iglesia ya es menos pobre sin Francisco, pero que expliquen por qué ahora ya no se mandan ni las notas de prensa ni las homilías traducidas también al español, esto hace quince días no pasaba

Llegando a san Pedro, la boca de metro me vomita en plena Asia, que igual es un avance de esa Iglesia del futuro de la que dicen que hablan los cardenales en las congregaciones generales, o quizás sólo vienen a ver si sale algún papa del continente. Para llegar allí, a la plaza de San Pedro, basta seguir el sentido contrario, no de la Iglesia, como temen algunos cardenales, sino de las hordas que suben desde ella. De camino al abrazo de Bernini me voy encontrando a cada trecho signos de esa Iglesia africana y asiática que se comenta estos días.

África y Asia confluyen en San Pedro

La vida religiosa más visible es la procedente de esos continente por razones obvias y otras no tanto. Tras el Concilio, muchas monjas dejaron los hábitos, que los colgaron menos que los varones, y empezaron a ser reconocidas simplemente por el corte de pelo. Eran fácilmente identificables y solo una excursión de alemanas podría causar alguna confusión.

Un grupo de religiosas asiáticas en San Pedro
Un grupo de religiosas asiáticas en San Pedro RD/JL

Ahora, cosas de los años, se sigue reconociendo a muchas mujeres alemanas de mediana edad, pero se ve ya a menos monjas posconciliares. También resulta difícil distinguir entre la marea humana a los peregrinos, solo las ampollas de algunos, visibles en la leve cojera y en el semblante, los hermana hoy plenamente con los de siglos pasados, aunque no garantiza que la fe sea la que causa estas llagas.

Lo que no tiene posible confusión es la tribu de los periodistas. Dicen que hay unos 4.000 acreditados, lo que viene a ser una treintena por cardenal elector. Se les ven moviéndose sin rumbo fijo en cuanto divisan un color rojo, dando requiebros como una bandada de estorninos. Y cuando están quietos, hay que ir mirando al suelo para no tirar ningún trípode.

El cardenal Rosa Chávez
El cardenal Rosa Chávez RD/JL

Hay cardenales que los evitan como la peste. Estos días lo han tenido complicado, la verdad. Otros se paran con ellos como si fuese cada una de las estaciones de un particular vía crucis. Uno de ellos es el cardenal Rosa Chávez. Le preguntan qué votará en el cónclave, que ya hay que tener ganas de esperar respuesta, y el buen hombre ni se inmuta al decir que él no estará en la Sixtina. Le dejo mientras, paciente, apacienta a la tribu y se apresta a una catequesis exprés.

La prensa entra a las congregaciones

Pero, con todo, esa mañana, los periodistas han tenido su ratito de gloria y han provocado alguna reflexión en las congregaciones generales. No, nada malo, no parece haber grandes quejas, ni siquiera por parte del cardenal Norberto Rivera, a quien la bandada de estorninos en su revoloteo ha estado a punto de tirarle ante mis ojos.

No, los cardenales han hablado esta mañana sobre la prensa porque el revuelo mediático les ha llamado la atención y han querido ver en ello un “signo de que el Evangelio conserva toda su fuerza de significado también en el mundo de hoy: una presencia que es también responsabilidad”. Parece que en estas últimas congregaciones el tono es otro. ¿O es el Espíritu, que se va decantando?

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