Francisco invita a los cardenales a "llevar el Evangelio hasta los confines de la Tierra" "No hay que ceder al pesimismo ni al desaliento"

(Jesús Bastante, enviado especial al Vaticano).- Definitivamente, otro aire ha entrado en la Santa Sede. Un pontificado alegre, esperanzado, abierto a todos. "No hay que ceder al pesimismo y al desaliento", apuntó esta mañana Francisco, el Papa jesuita vestido de blanco y que continúa llevando su pequeña cruz pectoral de plata, en su encuentro con los cardenales en la Sala Clementina.

Un Papa sin atributos, casi "sin papeles", pues improvisó buena parte del discurso entre la lectura de párrafos de dos folios. El Papa fue saludado por el decano del colegio cardenalicio, Angelo Sodano, quien le manifestó la "total disposición" de los purpurados en esta nueva etapa de la Iglesia.

Fueron las suyas palabras cortas, precisas. Parece que su Pontificado será así: sencillo pero impactante. Al comienzo de su breve alocución, Francisco agradeció a todos los cardenales su participación en el Cónclave, subrayando la "amistad y cercanía" y el sentido de "comunidad" que ha de imperar entre ellos, más allá de divisiones o diferencias de opinión. "Seguramente será un bien para todos", apuntó, al tiempo que agradeció a Sodano y al camarlengo su papel durante la Sede Vacante.

Volvió a acordarse Bergoglio de su antecesor, a quien verá pronto -algunos apuntaban que el encuentro podría darse este fin de semana-, y de quien destacó su "humildad", que "quedará como un patrimonio espiritual para todos".

"Benedicto XVI ha encendido una llama en el fondo de nuestros corazones que seguirá ardiendo", añadió. Esa zarza ardiente, esa esperanza, debe llevar a todos los creyentes a "no ceder al pesimismo y al desaliento, pues el Espíritu Santo dará a la Iglesia el valor de perseverar y buscar nuevos métodos de evangelización".

"La verdad cristiana es atractiva y persuade porque responde a la necesidad profunda del ser humano", ha declarado Bergoglio, quien animó a los cardenales a "llevar el Evangelio hasta los confines de la Tierra". Él, que en sus primeras palabras afirmó que los cardenales habían ido hasta "el otro lado del mundo" para encontrar Obispo de Roma.

"Cristo es el único salvador de todos los hombres. Este anuncio es válido hoy como lo fue al principio del Cristianismo", proclamó el Papa, quien a partir de ese instante dejó a un lado los papeles y recordó a los purpurados que "más de la mitad de nosotros estamos en la vejez. Es una fase de la vida, que también es la sede de la sabiduría". De esperanza, alegría y apertura.

Bergoglio echó mano del ejemplo del anciano Simeón, cuya sabiduría "le permitió reconocer a Jesús". Los ancianos, dijo, "somos como un buen vino que adquiere más sabor", con los años, por lo que "podemos dar a los jóvenes esta sabiduría para su vida".

"La vejez es el tiempo de la tranquilidad y de la oración", apuntó Francisco, tal vez recordando a Benedicto XVI, tal vez pensando en que a partir de ahora no tendrá demasiado tiempo para muchas cosas.

Concluyendo su parlamento, Bergoglio pidió a los cardenales que permanecieran en sus sedes "para seguir con vuestro ministerio", y evocó las pasadas semanas, "días tan cargados de fe, con unas experiencias que nos ha permitido aprovechar toda la belleza de la realidad eclesial". En ese momento, sonriendo y alzando los ojos al cielo, el Papa Francisco afirmó que "un día miraremos a la cara de Cristo Resucitado".

Finalmente, confió a la Virgen "vuestro ministerio y el mío", rogando poder caminar dócil y fortaleciendo "la unidad, la oración y testimoniando la presencia continua de nuestro Señor". Su discurso fue acogido con atención y una sonora ovación por parte de los purpurados, que después saludaron al que, hasta hace unos días, era uno más entre ellos. Y que, por lo que parece, querría seguir siéndolo. Basta contemplar algunas recientes imágenes, como la del nuevo Papa en el mismo autobús que los cardenales a la salida de la Casa Santa Marta, pagando la cuenta de su alojamiento o negándose a recibir más trato privilegiado que el necesario.

Soplan nuevos vientos. De esperanza, alegría, confianza, sencillez, humildad. En Roma, desde el miércoles, ha salido el sol. Y en pocos días llegará la primavera.

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