Para la formación clerical Por qué los sacerdotes deben estudiar latín

(Celso Morga, en L'Osservatore).- La segunda mitad del siglo XX marcó -y no sólo a nivel eclesial- un viraje en la historia del uso de la lengua latina. Pasada de moda ya desde siglos como instrumento de la comunicación erudita, resistió en la escuela como materia de estudio en los programas educativos de nivel secundario superior, y, en la Iglesia católica, en general, como medio de expresión de la liturgia y de la transmisión de los contenidos de la fe y de un amplio patrimonio literario que va desde la especulación teo-filosófica hasta el derecho, Severino Boecio, «De consolatione philosophiae» (manuscrito del siglo XIV) desde la mística y la hagiografía hasta los tratados sobre arte, música e incluso ciencias exactas y naturales.

Con el tiempo, sin embargo, al menos bajo el aspecto de propaganda, la lengua latina acabó convirtiéndose, en gran parte, en propiedad cada vez más característica de la formación clerical en la Iglesia católica, hasta el punto de dar vida a una espontánea, aunque tal vez inapropiada, identificación entre la Iglesia romana y la entidad lingüística latina, que en ella encontró, en esta fase crítica, un vigor al menos aparente.

«Aparente» porque, si se consideran a posteriori las circunstancias actuales, todo haría pensar en que las palabras del beato Juan XXIII, dirigidas el 7 de septiembre de 1959 a un congreso de cultivadores de la lengua latina, no sólo no fueron escuchadas, sino que la cuestión del uso e incluso de la misma enseñanza de la lengua latina, también en el contexto eclesial, ya procedía probablemente por las sendas de una radical restricción. «Por desgracia, hay muchos que, exageradamente seducidos por el extraordinario progreso de las ciencias, tienen la presunción de rechazar o restringir el estudio del latín y de otras disciplinas de esa clase».

Para leer el artículo completo, pincha aquí:

Volver arriba