En el marco del 50° Aniversario de la aprobación del nuevo Ritual de Consagración de Vírgenes María Cristina Martínez OCV: "Nuestro corazón no queda sin bodas ni nuestras entrañas sin hijos"

María Cristina Martínez, OCV
María Cristina Martínez, OCV

"Nuestra vocación, de primera Iglesia, fue redescubierta en el riquísimo Vaticano II"

"Sin la Resurrección y sus frutos la consagración no se entiende porque el Señor Jesús está vivo, y sólo desde allí es posible la consagración"

"A distintos estados, a distintos modos de seguirle, es el Espíritu quien va revelando este llamado en el corazón de cada uno"

Este tiempo de pandemia nos ha sacudido, ha irrumpido y nos ha sacado de nuestra cotidianeidad. Nos ha despojado. Despojado de tiempos, de encuentros, de modos de hacer, de modos de mirar, de agendas. Y en casos más fuertes también de la salud y hasta de la vida.

Tiempos fuertes si los hay. Tiempo que nos ha permitido escuchar el silencio con la posibilidad no de viajar afuera, sino la de ir hacia adentro. Y desde aquí es desde donde les comparto:

Soy María Cristina Martínez, consagrada en el Orden de Vírgenes, en la arquidiócesis argentina de Córdoba. Y para contarles de qué se trata este estilo de vida, de vivir la consagración en el Orden de Vírgenes, quisiera partir del hecho fundamental que significa la Pascua y el 50° Aniversario de la aprobación del nuevo Ritual de Consagración de Vírgenes, vocación de la primera Iglesia, redescubierta en el riquísimo Concilio Vaticano II.

Sin la Resurrección y sus frutos la consagración no se entiende porque el Señor Jesús está vivo, y sólo desde allí es posible la consagración. Personalmente, nunca consagraría ni entregaría mi vida a una idea o a alguien que tuvo tal vez una buena propuesta pero que no estuviera vivo.

Comunidad de vírgenes consagradas
Comunidad de vírgenes consagradas

Él vive. Vive y mira. Vive y ama. Vive y llama, como lo hacía a las orillas del mar de Tiberíades. Y este llamado no es solamente para algunos. Él llama. A distintos estados, a distintos modos de seguirle, es el Espíritu quien va revelando este llamado en el corazón de cada uno. Y el llamado de cada uno es único, es personal, es bello, es santo, es evangélico.

Yo les cuento de este modo en que nos llamó a algunas de nosotras. Este llamado es un don, es un regalo, y como todo don, como dice San Pablo, siempre es para el bien de todos. Ese es el regalo de la virginidad consagrada, eso este don que el Señor nos ha hecho, nos regala día a día y para el bien de muchos.

A veces cuando decimos “virginidad consagrada” la gente lo simplifica diciendo: "¡Ah! Ustedes no se casan, ustedes no tienen hijos...". Y la verdad es que no es tan así… definitivamente no es así. Porque nuestro corazón no queda sin bodas ni nuestras entrañas sin hijos. Como decía al comienzo, Él está vivo, Él es el amor y Él da vida. Y la vida que da siempre es en abundancia; fecunda.

Cuando uno siente este llamado, desborda el deseo de un corazón sin fronteras, de un amor que abarque a muchos. Por eso la virgen consagrada es fundamentalmente alguien que ama. Y el amor, como nos dijo Jesús en la última cena, siempre es recibir de Él la palangana y la toalla.

Lavatorio
Lavatorio

El amor siempre se traduce en actitud de servicio. Servicio cotidiano; servicio de atender a un vecino, de escuchar a un enfermo; que es una actitud de vida; no solamente son gestos, sino que es una disponibilidad del corazón.

El amor se expresa en gestos concretos. Ese es el llamado a la virgen consagrada. Este modo de pertenencia a Jesús, este desposarnos con Jesús, este Jesús que nos llama a un amor esponsal con Él, es de una intimidad honda y por eso también en el ritual de consagración en un momento el obispo nos da, en uno de los signos más fuertes, el libro de la Liturgia de las Horas.

Rezar con la Iglesia y en su nombre la Liturgia de las Horas significa tener siempre presente a Dios a lo largo del día. No solamente en una actitud de Él y yo solos, infructuosamente intimista, sino unida a toda la Iglesia que alaba, celebra y da gracias.

El llamado al Orden de Vírgenes es una invitación muy fuerte a la intimidad con el Señor en unión con toda la Iglesia. Y también un llamado indudable a tomar la palangana y la toalla para el servicio.

El servicio de la docencia a algunas, el servicio como enfermeras a otras, como profesionales según los dones de cada una. Cada una de nosotras va viviendo su profesión, su oficio, aquello que hace, en clave de servicio para el bien común y trabajando.

María Cristina
María Cristina

"El servicio de la docencia a algunas, el servicio como enfermeras a otras, como profesionales según los dones de cada una"

Nuestra consagración tiene esa simplicidad del Evangelio. De hecho no tenemos una Regla de vida como sí tienen las congregaciones religiosas. La Regla para nosotras es el Evangelio; y el Evangelio es Jesús mismo. De ahí también la simplicidad del modo de consagración: Es seguir a Jesús en esta virginidad del corazón.

¿Qué significa esta virginidad, este llamado? Es esta integridad del corazón; este corazón indiviso; esta unidad interior. Esto no es fruto de nuestra bondad o mérito. Es un regalo de Dios. Y como gracia, se agradece. Y como gracia, se pide. Pedimos el don de la virginidad cada día y lo agradecemos cada día.

Virgen consagrada
Virgen consagrada

Esta llamada a la integridad de corazón es una llamada que el Señor hace a todo creyente. Podemos decir que todos estamos llamados a esta virginidad del corazón, que en nuestro caso es una virginidad también física, pero a la virginidad, a esta integridad del corazón estamos llamados todos. A nosotras el Señor nos llama a vivirlo desde ahora. Que será plena en el cara a cara.

Nos llama a vivirlo desde ya. Y se convierte así en un don profético. Profético porque anuncia lo que vamos a vivir todos, que es ser uno con Dios. Y ahí está la fuente de nuestra alegría. Dentro de la Iglesia éste, en sencillez, es nuestro modo de vida.

Si ustedes nos ven en la calle quizás por el aspecto podrían decir: es una de tantas, porque en general no vestimos hábito. Y sí, como decían de Jesús: se hizo uno de tantos. En simplicidad y en intensidad de amor.

Aquí estamos, en comunión con toda la Iglesia y en la belleza de cada una de las vocaciones, reflejamos el rostro de la ternura de Dios. Asumiendo que es un caminito de cada día, la vírgenes consagradas nos sabemos hijas de la Iglesia Madre, esposas del Señor Esposo y madres de quienes esperan nuestro servicio concreto.

Claro, siempre mirando a aquella, nuestro modelo de Virginidad y de maternidad, que siendo una de tantas entregó su “sí” simple y concreto. Ojalá cada día podamos imitarla. Que ella nos bendiga a todos como Madre del Amor.

María Cristina, de Manos Abiertas Argentina
María Cristina, de Manos Abiertas Argentina

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