Continuidad y Discontinuidad en el nombramiento de Prefecto de la Casa Pontificia Novedades en la continuidad y los tres tipos de Papas: juristas, teólogos y pastores

Un “papa jurista” busca la plena seguridad, para lo cual puede hacer “juegos de malabares”, pero controlando riesgos y con los pies en el suelo, como hizo Pío XII, aunque con equivocaciones por diplomático
Ratzinger, por su Teología excelente, fue un hombre de pensiero forte y que Ratzinger, por su práctica de gobierno, fue un hombre de un papato debole
La unión de lo pastoral, lo teológico y lo jurídico, por ser partes de una unidad englobante, que es la Iglesia, se manifiestan en la vida ordinaria de ésta y también en la vida extraordinaria
La unión de lo pastoral, lo teológico y lo jurídico, por ser partes de una unidad englobante, que es la Iglesia, se manifiestan en la vida ordinaria de ésta y también en la vida extraordinaria
I.- Continuidad y discontinuidad en la Iglesia Católica:
Hace ya un tiempo, aquí mismo, en Religión Digital, escribí, en referencia a papas contemporáneos, partiendo de Pío XII, cómo en algunos se destaca su “modo” pastoral, en otros su preferencia por lo teológico, quedando, finalmente, los llamados papas juristas. Lo pastoral, lo teológico y lo jurídico han de estar, no obstante, enlazados, ser y estar interdependientes, sin estanqueidades, por exigencias de una iglesia que los precisa para ser fiel a la esencial transmisión y predicación de Cristo, Hijo de Dios.
Lo pastoral, naturalmente, es muy importante, acaso lo principal, y rechazo eso que se dice en claustros y universidades, fábricas de pedantes y de obispos: “El que sabe, sabe, Teología y Derecho Canónico, y el que no sabe, no sabe, le queda la pastoral”. ¡Qué disparate! Así pasa lo que pasa luego. Lo del “carrerismo” de clérigos viene más de los teólogos y los juristas que de los pastores, “de olor a oveja”.

Esas llamadas (entre comillas) “especialidades”, otorgan a cada papado unas características singulares. Así escribimos que un “papa jurista” busca la plena seguridad, para lo cual puede hacer “juegos de malabares”, pero controlando riesgos y con los pies en el suelo, como hizo Pío XII, aunque con equivocaciones por diplomático. Un papa teólogo, por muy conservador que sea, puede hacer hasta piruetas por los aires, subiendo y bajando desde lo alto del “trapecio”, como hizo Benedicto XVI, que renunció a continuar siendo Vicarius Christi, quedando pasmada hasta la Curia Romana. Un jurista como el indicado Pio XII o un papa pastor como Francisco jamás hubiesen renunciado, habiendo podido constatar este último los daños de la renuncia de su predecesor.
Llegado aquí, es comprensible que lectores y lectoras quieran saber cuáles fueron aquellos daños, pero explicarlos ahora, nos alejará de las prometidas Novedades en la Continuidad -lo siento pues-, quedando pendiente para otro día, aunque ya adelantamos “cosas” en anteriores artículos, aunque viejos por muchos años.
No es extraño que dos palabras tan comprometidas teológicamente, “novedad y continuidad”, que son la esencia de la Historia del pensamiento teológico, en permanente disputa la una contra la otra, las haya juzgado y analizado un teólogo, Joseph Ratzinger, de 32 años de edad cuando acompañó al cardenal Frings, arzobispo de Colonia al Concilio Vaticano II y concluyó siendo uno de los teólogos más brillantes del siglo XX. Sobre su Papado, por haber terminado a principio de 2013, ahora ya en 2025, se puede hacer un balance y aceptar que Ratzinger, por su Teología excelente, fue un hombre de pensiero forte y que Ratzinger, por su práctica de gobierno, fue un hombre de un papato debole, calificándose a su renuncia, en Italia, de epílogo trágico del pontificato. Y en libros ya se escribe que en los malos resultados como Pontífice, culpa tuvo la elección desafortunada de sus colaboradores más cercanos.

Las palabras antiqua y nova fascinan a curiales romanos, como también fascinan “continuidad y discontinuidad”. Las dos primeras, antiqua y nova, están en la denominada “nota” elaborada por dos Dicasterios sobre la Inteligencia artificial, de fecha 28 de enero de este mismo año, dejando la vía abierta para una encíclica papal, acaso la primera o de las primeras del Papa novus León XIV.
Fue muy interesante el discurso de Benedicto XVI pronunciado en la Sala Clementina la mañana del 22 de diciembre de 2005 -a los pocos meses de su elección acontecida el 19 de abril de 2005- dirigido a la Curia Romana, contestando a las felicitaciones pronunciadas por el Decano del Colegio Cardenalicio, entonces el cardenal Ángelo Sodano, que parecía eterno y murió en mayo de 2024.
Y es de destacar la ocasión: la de los tradicionales discursos de saludos y balances con ocasión de la Navidad, los cuales, hasta la llegada del Papa Francisco, eran de cortesía eclesiástica, limitándose los papas a señalar los acontecimientos eclesiales más importantes durante el año, y que, a partir de Francisco, fueron ocasión a un ajuste de cuentas con la Curia, un auténtico “ponerla a parir”, dicho quede en lenguaje vulgar. El Decano Sodano aguantó las tormentas de “chorreos” al mejor estilo diplomático del Vaticano, pues bostezaba sin abrir la boca tan siquiera . Otros cardenales bostezaban abriendo bocas y tapando orejas peludas.
El Papa, cerca del final del discurso, dijo: “El último acontecimiento de este año sobre el que quisiera reflexionar en esta ocasión es la celebración de la clausura del Concilio Vaticano II hace cuarenta años”. Hizo varias preguntas, siendo, entre ellas, la siguiente: ¿Ha sido recibido de modo correcto? También esta otra, ya con respuesta: “¿Por qué la recepción del Concilio, en grandes zonas de la Iglesia, se ha realizado hasta ahora de un modo tan difícil? pues bien, todo depende de la correcta interpretación del Concilio, o como diríamos hoy de su correcta hermenéutica, de la correcta clave de lectura y aplicación”.

Y sigue Benedicto XVI explicando la diferencia entre la “hermenéutica de la discontinuidad y de la ruptura” y “hermenéutica de la reforma, de la renovación dentro de la continuidad del único sujeto-Iglesia, que el Señor nos ha dado”. Explica el Papa que a la hora del Vaticano II se formularon tres círculos de preguntas que exigían respuestas: 1º.-La relación entre la fe y las ciencias modernas; 2º La relación entre Iglesia y Estado moderno en materia religiosa y 3º La relación entre la fe cristiana y religiones del mundo (el problema de la tolerancia religiosa).
A continuación el Papa dio la clave de la interpretación: “En el conjunto de continuidad y discontinuidad en diferentes niveles consiste la naturaleza de la verdadera reforma”. Novedad en la continuidad, debiendo diferenciarse lo que son principios duraderos, permanencias de fondo, y formas concretas que dependen de situaciones históricas y susceptibles de cambios.
Armonizar lo que trató de amortizar Benedicto XVI entre condenas papales y prohibiciones en el siglo XIX, la encíclica Syllabus, de una parte, y, por ejemplo, la Declaración del Concilio Vaticano II (Dignitatis humanae) sobre la libertad religiosa, de otra, es empeño grandioso, y mucho “esfuerzo hermenéutico el que se ha de realizar". Ya lo escribí: uno de los beneficios del Papa al llamarse León es la ocasión que facilita de recordar a León XIII y a otros papas del siglo XIX, que es otro siglo fundamental en la Historia de la Iglesia y muy desconocido en España, que empieza con los efectos de la Revolución francesa y termina con los efectos de la 1ª Guerra mundial, ya en el siglo XX.

Y debe distinguirse -es una evidencia- entre la interpretación, o mejor, la hermenéutica, que la engloba, siendo ella mucho más, categoría teológica, a la que se refirió Ratzinger, de los criterios de interpretación de las leyes canónicas a los se refiere el Codex en los cánones 16 y siguientes. Y hay que tener en cuenta que la teoría hermenéutica de la continuidad-y de la renovación, no es exclusiva para interpretar las nuevas realidades del Concilio Vaticano II, sino para todo, para lo conciliar y para lo no conciliar, para la vida ordinaria y extraordinaria de la Iglesia. Permanente es la Iglesia católica, y también, Semper reformanda, que es un principio cada vez más católico, no solo cristiano, con raíces en los Padres de la Iglesia, como San Agustín, ahora papalmente tan citado.
La unión de lo pastoral, lo teológico y lo jurídico, por ser partes de una unidad englobante, que es la Iglesia, se manifiestan en la vida ordinaria de ésta y también en la vida extraordinaria, tal como ya dije, considerando tal el periodo extraordinario, el que se inicia con la muerte de un Papa, el tiempo de Sede Vacante, la elección del nuevo Pontífice, y lo dicho y hecho por éste en los momentos de novedad pontifical.
A lo que contribuye una cierta, peligrosa y errática “divinización papal”, fuera de lugar como repitió Francisco, teniendo el papa ya bastante con ser un hombre representante de lo más sublime por ser Vicario de Cristo: “Representa al propio Cristo en persona, al Dios hecho hombre en la realidad histórica” (Carl Schmit, Catolicismo romano y forma política). No sé, en estos momentos, lo que está leyendo el Papa, y pidiendo perdón a S.S. por mi atrevimiento desmedido, le aconsejaría sin duda la lectura de los libros sapienciales de la Biblia. En uno de ellos, encontrará el siguiente consejo: “No es bueno comer miel en exceso ni empacharse de palabras elogiosas” (Libro de los Proverbios, “sentencias de Salomón”).
Unos nada sabían que el cardenal Prevost iba a ser el nuevo Papa; estos mismos son los que ahora pontifican acerca de cuál es la hermenéutica papal: que si la de la ruptura con su antecesor el jesuita Francisco o la continuidad. Siguiendo a Benedicto XVI ya sabemos que ha de ser la continuidad con reformas. Eso, sin duda hará el fraile agustino, teniendo en cuenta que los de San Ignacio de Loyola, como Francisco, van más a su aire, no son frailes mendicantes, aunque por formas parecía más mendicante Francisco que León XIV.

II.-Continuidad y Discontinuidad en el nombramiento de Prefecto de la Casa Pontificia:
Me interesó mucho la Constitución Apostólica “Praedicate Evangelium” del Papa Francisco, dada en Roma, junto a San Pedro, el 19 de marzo de 2022. Y me interesó toda ella, de principio a fin, incluidas, las tres llamadas “Oficinas” de la Curia romana, reguladas en los 228 a 237 de la C.A., que son: La Prefectura de la Casa Pontificia, la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice y la Oficina del Camarlengo de la Santa Iglesia Romana. Teniendo en cuenta el gran ajetreo del nuevo Papa, por la acumulación de actos excepcionales con ocasión del Jubileo en el que estamos, con innumerables Misas y Discursos, caigo en la cuenta que la Casa Pontificia no tiene Prefecto, ocupando su sitio el llamado Regente, que en situaciones de normalidad asiste al Prefecto.
La Regencia de la Casa Pontificia está ocupada por monseñor Leonardo nada más y nada menos que Sapienza de apellido, que dirige al Papa con mando y autoridad, para que todo se haga con puntualidad. Y es que el Prefecto tiene derecho a pectorales episcopales, que bien los merece don Leonardo, monseñor. Y el actual secretario particular de León XIV aún lleva fajín negro de clérigo raso, esperando que pronto se ponga fajín morado de monseñor. Los espías es que están en todo.
Se recuerda que la “vacatio” de la Prefectura se produjo cuando por orden de Francisco, el entonces Prefecto, el arzobispo Georg Gänswein, dejó de serlo, siendo en la actualidad residente en Lituania. Que el secretario particular de un Papa sea arzobispo por nombramiento del mismo Papa, ya tiene un precedente: el secretario particular del Papa Wojtyla, el célebre don Estanislao, Stanislaw Dziwisz en polaco, hoy cardenal emérito. Que el secretario particular de un Papa, además de arzobispo, sea Prefecto de la Casa Pontificia es una “pirueta” más del teólogo y papa Ratzinger, a lo que no se atrevió ni San Juan Pablo II.

Todos esos cargos, arzobispo y prefecto, fueron de Georg Gänswein, también arzobispo titular de Urbisaglia y ahora en Lituania, habiendo hasta escrito un libro en el que cuenta parte de su vida al lado de Benedicto XVI, enfureciendo al temperamental Papa Francisco.
Se asegura que la mayor prueba de discontinuidad hermenéutica de León XIV en relación al papa Francisco será nombrar a Gänswein nuevamente Prefecto de la Casa Pontificia, y que prueba importante de continuidad hermenéutica será no nombrar a Gänswein nuevamente Prefecto de la Casa Pontificia. ¡Qué importante en este momento es lo del Prefecto de la Casa Pontificia! Esto ya lo sabe Prevost, pues en Roma me dijeron que un alto curial aconsejó al Papa que dejara a Gänswein en Lituania, no haciendo caso a los conservadores que desean el regreso a Roma. Me aseguran que el consejero papal afirmó que la confidencia está hecha para evitar ser un traidor, lo que no deberá impedir las puñaladas como las que acabaron con el Cesar.
Y de la colección imponente de cruces pectorales, de oro y piedras preciosas ¿quién de manera furtiva las está usufructuando, poseyendo o disfrutando a título de propiedad? Lo pregunto otra vez y vuelvo a la “carga” que es mucho más, pues es también “descarga”.
III.- Mensaje del Santo Padre León XIV a los participantes en la segunda conferencia anual sobre inteligencia artificial, ética y Gobernanza empresarial:
Se analizará ese importante mensaje para ver en él si hay continuidad o discontinuidad. A dicho efecto se tendrá muy en cuenta el Discurso pronunciado por el Santo Padre Francisco sobre la Inteligencia Artificial en la Cumbre de G-7, celebrada en Apulia (Italia), el 14 de Junio de 2024.
Continuará, pues.

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