Canta el querubín



¡Feliz viernes! Termina aquí la semana laboral tal como se suele entender y espero que, en esta primera de septiembre, el reingreso al trabajo no haya sido demasiado traumático. ¡Aprovecha el fin de semana para descansar! ¿Cómo sería la voz de los querubines si pudiésemos escuchar su voz? En la angelología cristiana son considerados los más próximos a la gloria de Dios por lo que su voz debe ser bellísima. No sé si la obra de hoy te recordará esto, pero puede ser un buen ejemplo para ello.



La ha compuesto Krzysztof Penderecki (1933), compositor polaco nacido en Dębica. Puede decirse que es uno de los compositores más escuchados de finales del siglo XX y principio del XXI. Primero comenzó con un lenguaje radical y lleno de expresividad pero poco a poco decidió tomar una música más convencional, próxima al lenguaje tonal, que ha venido en llamarse neorromanticismo. Estudió arte, literatura y filosofía antes de asistir al conservatorio de Cracovia. Su fama fue creciendo ampliamente y sus obras comenzaron a ser interpretadas en el extranjero y destacaban por contener elementos muy exigentes con los intérpretes: glissandi, clústeres, sonidos no afinados, susurros, elementos aleatorios, etc. Instituciones de todo el mundo comenzaron a encargarle composiciones. Su papel como director de orquesta también ha sido importante y es muy respetado, no solo llevando en la batuta sus propias obras. Su catálogo de obras es importante aunque no excesivamente amplio. Ha compuesto ocho sinfonías, que desde 1973 a 2008 abarcan casi todos sus estilos de composición, así como obras vocales y de cámara, así como otras para gran orquesta, muchas de contenido religioso.

La obra que te traigo hoy se titula Iže cheruvimi, es decir, «Canto del querubín». Se trata de una obra a coro a capella a ocho voces y está dedicada al violonchelista Mstislav Rostropóvich en su sexagésimo cumpleaños; fue compuesta en 1989. Su texto está tomado de un himno de la liturgia ortodoxa, cuya atmósfera de alabanza está descrita bajo la superficie de esta obra. Se abre la composición en compás ternario con las voces acumulándose de forma sucesiva imitando el canto de los querubines. Los bajos van coloreando las voces mientras la otras cantan invocando a la Trinidad. Penderecki luego divide al coro en dos partes enfrentadas a modo del veneciano Gabrieli y la armonía comienza a moverse libremente y haciéndose cada vez más disonante. La composición termina con un aleluya que no tiene la forma optimista habitual sino que tiene algo de irreal, autocontenido, que nos dirige hacia la infinitud de la divinidad.

La interpretación es del conjunto Dale Warland Singers.

Volver arriba