Oh, pequeña rosa roja



¡Feliz miércoles! Parece que el título de la obra indica que estamos ante una pieza pequeña y delicada. No digo que esto último no lo sea pero te aseguro que de pequeña nada. De hecho, proviene de una de las grandes sinfonías de todos los tiempos. Si tienes cierta preferencia por la música seguro que incluso sabrás a cuál me refiero. No vamos a escucharla entera pero este botón de muestra seguro que te abre la boca para que puedas acudir a ella, y quedarte ahí para siempre.



La obra es de Gustav Mahler (1860-1911), compositor austro-bohemio nacido en Kaliště. Parece ser que el maestro no gozó de buena popularidad como compositor en su época vital, casi la misma que Beethoven, Wagner o Mozart. Mientras vivía era más reconocido como director de orquesta que como compositor. De hecho, es considerado uno de los mejores directores de todos los tiempos. Creía a pies juntillas el mito de la novena sinfonía, que decía que cualquier compositor que compusiese hasta este número moriría después. Eso le llevó a llamar a su realmente novena sinfonía «La canción de la tierra», ya que posteriormente vendría la que llamó novena. Por tanto, no solo logró vencer este mito sino que murió con fragmentos de su décima ya compuestos. Lo que sí es cierto es que esas nueve sinfonías son verdaderos monumentos, a veces tan grandiosos y desproporcionados que irritan a muchos. Otros, entre los que me cuento, las veneran con verdadera devoción.

Hoy te traigo el cuarto movimiento de su Sinfonía número 2 que tiene el subtítulo (de la sinfonía) de «Resurrección». Sus enormes recursos (una orquesta sinfónica muy grande, además de soprano, alto y coro) representan el pináculo en su estética. La forma en que transforma los temas se convertirá en una forma de trabajar a lo largo de su vida. Empezó como un poema sinfónico en un solo movimiento pero poco a poco se fue expandiendo hasta el obrón que hoy día podemos disfrutar. El cuarto movimiento lleva el subtítulo alemán de «Urlicht», es decir, «Luz primigenia». Es un contraste brutal con el movimiento anterior ya que este se dirige hacia la espiritualidad. El cuarto movimiento es un himno de profunda belleza, breve pero lleno de esperanza y emoción. El texto está tomado de la colección de poemas «Des Knaben Wunderhorn».

El texto (tomado de la web kareol.es) es este:

¡Oh, pequeña rosa roja!
¡Los hombres sufren gran necesidad!
¡Los hombres sufren con gran pena!
He estado alejado del cielo.
Venía por un ancho camino,
cuando un angelito intentó hacerme retroceder.
¡Oh, no! ¡Rechacé regresar!
¡Provengo de Dios y regresaré a Dios!
El misericordioso Dios me dará una lucecita,
¡para iluminar mi camino hacia la eterna gloria!

La partitura de la obra puedes conseguirla aquí. El cuarto movimiento comienza en la página 126.

La interpretación es de Janet Baker (mezzosoprano) y la Orquesta Sinfónica de Londres dirigida por Leonard Bernestin.

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