Como el ciervo sediento

¡Feliz martes! Hay compositores que de no habernos dejado tan pronto casi no podemos imaginarnos lo que habrían terminando compuesto. Un ejemplo típico es Mozart, otro es nuestro Juan Crisóstomo Arriaga y otro es el gran maestro que tenemos hoy.

A quien me refiero no es otro que a Felix Mendelssohn (1809-1847), compositor alemán nacido en Hamburgo. Hay una conocida anécdota de cuando Mendelssohn y Franz Liszt se encontraron. El último iba vestido con ropas húngaras y le comentó al alemán que había compuesto algo para él: se trataba de una melodía húngara con una serie de variaciones. Los presentes le dijeron a Mendelssohn que era algo inigualable y que él no podría conseguir algo similar. Liszt le invitó a tocar algo, pero el hamburgués le comentó que en esos momentos vitales no solía tocar (se dedicaba más a componer y dirigir). Ante la insistencia, Mendelssohn accedió a tocar, pero le pidió a Liszt que no se enfadase con él... porque tocó la melodía de Liszt y las variaciones de forma que parecía que eran las mismas que las tocadas por el húngaro, incluso hasta imitando sus gestos. Liszt se lo tomó con humor y aplaudió muchísimo diciendo que nadie, ni siquiera él mismo, podría haber tocado con tanta bravura.
Vamos a escuchar su Der 42. Psalm «Wie der Hirsch schreit», op. 42. Schumann dijo en 1837 que este salmo era «el punto culminante que él [Mendelssohn] alcanzó como compositor para la iglesia. De hecho, es el punto más alto que ha alcanzado en la música religiosa reciente». El propio compositor también tenía en muy alta estima su composición, puesto que afirmó que consideraba que este salmo era la mejor religiosa que había compuesto y la tenía en mayor estima que sus otras composiciones.
La partitura de la composición puede descargarse aquí.
La interpretación es de Sabina von Walther (sopranto), la Sreicherakademie Bozen y el Collegium Musicum Bruneck bajo al dirección de Clau Scherrer.