Una gran sinfonía

¡Feliz martes! Eso es lo que vamos a escuchar hoy: una gran sinfonía de un nombre que quizá es conocido por un par de obras y poco más. Como repito mucho, necesitamos ampliar nuestro conocimiento porque hay un inmenso tesoro que conocer por ahí.

Hoy hablaré sobre Mili Balákirev (1837-1910), compositor ruso nacido e Nizhni Nóvgorod. Aprendió con los músicos locales de su pueblo natal y fue Eisrich quien lo introdujo a la música de Chopin o Glinka. Ya con dieciocho años compuso una obra basada en temas de este último lo que promovió que fuese llevado a San Petersburgo para encontrarse con el propio Glinka. Este apreció inmediatamente su talento y lo animó a seguir mejorando y componiendo más. Debutó como pianista y en 1858 llegó a interpretar el quinto de Beethoven en presencia del zar. Tras la muerte de Glinka, Balákirev se encargó de tomar el relevo de la música nacionalista rusa. Tuvo por alumnos a Cui, Rimski-Kórsakov, Músorgski y Borodín.
Escuchemos su Sinfonía n.º 1 en do mayor. Los primeros bosquejos datan de 1864, pero la sinfonía no fue terminada en su integridad hasta 1897. Cuando la terminó, dado el paso de los años, fue considerada algo pasada de moda. Él mismo la estrenó en 1898. El primer movimiento es un Largo-Allegro vivo, con dos amplios temas que se desarrollan dando lugar a una forma sonata muy especial. No tiene una recapitulación como tal. El segundo es un Scherzo: Vivo-Poco meno mosso. Tiene un gran sabor de la música popular rusa. Sigue un Andante, con un bello tema del clarinete con acompañamiento de las arpas y las cuerdas. Termina con un Allegro moderato, movimiento comenzado por las cuerdas graves, y con tres temas (también de ambiente ruso) desarrollados con una gran habilidad.
La partitura de la composición puede descargarse aquí.
La interpretación es de la Orquesta Sinfónica Estatal de la URSS dirigida por Yevgueni Svetlánov.