La paz no es ausencia de guerra, sino un estado de gracia

Con la que está cayendo, bueno será que hoy pensemos y oremos un poco por la paz.

Las dos lecturas de hoy: Haré llegar como un río la paz, (Isaías), Llevad la paz por las casas (Evangelio) pueden ayudarnos a pensar, a desearnos y orar por la paz personal, socio-política, eclesial.

  1. Shalom: Paz de Jesús.

Jesús, como buen judío, saludaba con la paz: "shalom". Deseaba la paz. Todavía hoy los judíos se saludan con la paz: "shalom". Pero cuando un judío saluda a otro con la paz no le desea sólo que no hagan la guerra. Paz significa algo más que ausencia de guerra.

        Por otra parte, y al mismo tiempo, Jesús desea y siembra la paz. Desde el nacimiento de Jesús amanece la paz. Los pastores escuchan en la noche de Belén: Gloria a Dios en el cielo y en la tierra: paz.

Jesús confiere salud, paz. A los enfermos les manda en paz: vete en paz. Hoy hemos escuchado cómo Jesús envía a los suyos a transmitir paz: paz a esta casa. Cuando Jesús se hace presente en el desilusionado grupo de creyentes les confiere paz: paz a vosotros. (Jn 20,26). Jesús nos deja su paz: la paz os dejo, mi paz os doy, (Jn 14,20)

  1. ¿Qué paz?

Shalom, la paz de Jesús  no es sólo la mera ausencia de guerra. La paz tampoco es una “victoria”. (La otra cara de la moneda de una victoria es una derrota).

La paz o dejo mi paz os doy, pero no como la da el mundo, (Jn 14,27)

Podríamos decir que vivir en paz es vivir en serenidad y armonía integrando y “poniendo en su sitio y orden” las dimensiones personales y sociales: la libertad, la economía, la etnia, la patria, los bienes, el placer.

Al mismo tiempo la paz brota cuando asumimos las limitaciones personales, la o las enfermedades, incluso la muerte.

  1. la paz: hermosa y difícil tarea.

La paz siempre ha sido y es una tarea difícil. También hoy en día apenas vivimos en paz personal y social. Vivimos permanentemente agitados, en ocasiones en una honda ansiedad, frustrados, decepcionados, en guerra, en conflictos económicos...

Y vivimos así porque nuestra armonía interior se ha desorganizado, porque perseguimos valores y realidades que no son tan importantes como parecen y en cuya consecución estamos dejando, hecha girones parte de nuestra vida interior, esa vida interior que nos equilibra, que nos hace dominar los acontecimientos en lugar de ser vapuleado por ellos.

La ausencia de paz es el resultado y consecuencia de la pérdida de la paz personal.

Si lo más importante en la vida es ser rico (el dinero), la grandeza de la patria norteamericana, rusa, vasca, española o la que fuere… es muy difícil que vivamos en paz personal, social, incluso eclesiástica como estamos viendo estas semanas en el episcopado español.

Nos alejamos de la paz por los criterios que barajamos en la vida.

La ansiedad, la falta de paz, la guerra comienzan en los criterios que empleamos en la vida y transmitimos en la familia, en los parlamentos, en la Iglesia en las aulas, en los medios de comunicación.

Yo no soy político ni entiendo mucho de política ni debo entrar en política partidista, ¿pero en qué cabeza cabe que se pretenda la paz aumentando el presupuesto armamentístico?

¿Cómo amanecerá la paz si nuestra máxima aspiración es ser ricos?

¿Cómo viviremos en paz con el racismo y el desprecio hacia el migrante en nuestra mente?

¿Cómo vamos a vivir en paz si la suprema aspiración es el placer?

  1. La paz interior personal en el plano de la conciencia.

No es menos cierto que la Iglesia, la religión ha transmitido miedo y falta de paz. En la Iglesia se ha jugado demasiado con el pecado, la culpabilidad, la condenación, el remordimiento, la angustia, el escrúpulo, el infierno…

Todo esto ha hecho mucho daño y ha minado paz de muchísimas personas.

¡Y hoy en día, en ciertos sectores de la Iglesia actual se pretende volver a esas posturas!

Los dos grandes problemas que pueden quitarnos la paz y causarnos desasosiego: el pecado y la muerte, encuentran paz en JesuCristo.

  1. Hacia la paz: La paz os dejo mi paz os doy.

Resulta entrañable el regalo de Cristo a los suyos: la Paz os dejo, mi paz os doy.

Ante las grandes potencias e intereses del mundo puede parecer una simpleza hablar y vivir en paz serena, en reconciliación, respeto, solidaridad a fondo, sin embargo la paz está ahí y no en los drones, en los aranceles,

La paz será posible cuando dejemos de pensar como valores fundamentales el dinero, el poder, el prestigio y un largo etcétera de posibilidades semejantes.

Quiera Dios que cesen las guerras actuales y todas las guerras. Pero la paz no es sólo ausencia de la guerra, sino un verdadero estado de gracia, de serenidad, construido en lo más profundo del ser humano.

La paz comienza en la mente y en el corazón del ser humano, en la familia, en la escuela y en la universidad, en los parlamentos...

La paz comienza cuando consideramos al otro como un hermano y no como un extranjero o de otra raza, o de otra religión.

La paz os dejo, mi paz os doy. No como la da el mundo.

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