El ministril nos canta



¡Feliz martes! Un ministril es una persona que, sobre todo en la antigüedad, tocaba instrumentos de viento o de cuerda. Hoy viene a hacerlo para nosotros un ministril, pero no lo hará con su voz, ni siquiera con un instrumento de viento. Es posible que la obra que te traigo hoy sea una de las más conocidas del compositor que nos acompaña, que te he traído por aquí en alguna que otra ocasión. Vamos a disfrutar de una música muy emocionante, perfecta para este martes.



Nos visita hoy Alexander Glazunov (1865-1936), compositor ruso nacido en San Petersburgo. Tras Tchaikovsky, es el compositor más destacado de su generación. Ha sido descrito como un clásico romántico y destaca por su uso del contrapunto, comparado incluso con Brahms. La crítica se cebó con él debido a que siempre se mantuvo apegado al estilo tradicional. Su obra, a pesar de todo, es mucho más amplia de lo que estas reducciones pueden ofrecer. Sus estudios con Rimsky-Korsakov le imprimieron un carácter que le marcó para toda la vida, y desde joven ya era un reputado compositor. En Weimar llegó a conocer a Liszt, quien también tuvo influencia en su música. En 1899 entró a trabajar en el conservatorio de San Petersburgo pero pronto dimitió debido a los tiempos turbulentos. Se exilió en París y allí comenzó a componer para el saxofón, un instrumento que fascinó al compositor. Compuso una gran cantidad de conciertos para varios instrumentos en los que demuestra un gran conocimiento de los mismos y sus capacidades técnicas. A pesar de que Glazunov ha sido calificado como poco ruso, es un compositor que no puede faltar en nuestras escuchas y disfrute.

Hoy te traigo su famoso Chant du Ménestrel, op. 71, obra para chelo y orquesta; fue compuesta en 1900 y el propio Glazunov se encargó de popularizar. Está embutida en un gran ambiente emotivo y expresivo, con la imagen del ministril (o trobador) tan llena de romanticismo. La melodía primera es quejosa y elegíaca, con el chelo cantando de una forma que nos desgarra. El compositor usa el acompañamiento orquestal de forma que arrope al solista. Su expresividad y su orquestación son ricas, con bellos solos de las maderas, sin estridencias ni momentos huecos. Todo el optimismo de la orquesta se ensombrece con la aparición del tema inicial, que termina de nuevo en el chelo y termina con un acorde en tono menor, dejándonos una profunda y bella sensación de melancolía.

La interpretación es de Mstislav Rostropovich (chelo) y la Orquesta Sinfónica de Boston dirigida por Seiji Ozawa.

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