"Teólogo de confianza de Francisco, Fernández no es un burócrata de la fe, sino un poeta del Evangelio" Víctor Manuel ‘Tucho’ Fernández: El cardenal argentino que lleva el sueño de Francisco en el alma

"Este cardenal de mirada franca y palabra encendida no es solo un teólogo, un pastor o un prefecto vaticano; es el amigo íntimo de Francisco, su discípulo más fiel, su pluma inspirada y, en muchos sentidos, el intérprete de su corazón"
"Desde que sus caminos se cruzaron en la asamblea de Aparecida en 2007, cuando Bergoglio emergió como el líder pastoral de la Iglesia latinoamericana, Tucho y Francisco han caminado juntos, soñando una Iglesia que no sea fortaleza, sino refugio; no un tribunal, sino un hospital de campaña"
En las llanuras cálidas de Alcira Gigena, un rincón de Córdoba donde el horizonte se pierde entre campos y cielos infinitos, nació el 18 de julio de 1962 Víctor Manuel Fernández, conocido por todos como ‘Tucho’. Este cardenal de mirada franca y palabra encendida no es solo un teólogo, un pastor o un prefecto vaticano; es el amigo íntimo de Francisco, su discípulo más fiel, su pluma inspirada y, en muchos sentidos, el intérprete de su corazón.
Desde que sus caminos se cruzaron en la asamblea de Aparecida en 2007, cuando Bergoglio emergió como el líder pastoral de la Iglesia latinoamericana, Tucho y Francisco han caminado juntos, soñando una Iglesia que no sea fortaleza, sino refugio; no un tribunal, sino un hospital de campaña.

En Aparecida, mano a mano, redactaron el documento que se considera el prólogo programático de este pontificado, un texto que respira la alegría del Evangelio y el anhelo de una Iglesia en salida. Tucho no fue solo un colaborador; fue el ‘negro’ de algunos de los escritos más brillantes de Francisco, incluyendo borradores de Evangelii Gaudium y Amoris Laetitia, textos que marcaron un giro pastoral hacia la misericordia, la inclusión y el diálogo.
Ex rector de la Universidad Católica Argentina y ex arzobispo de La Plata, desde septiembre de 2023 lidera el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, un cargo que lo coloca en el corazón doctrinal del Vaticano, pero que él ejerce con el alma de un pastor, no de un juez.
La Iglesia que Tucho sueña es la que describe con palabras que tocan el alma: “La Iglesia que tú soñabas cuando eras un niño o un joven y te acercabas a ella, la Iglesia que sueñan los pobres y agobiados cuando llegan a buscar en ella ayuda y consuelo, la Iglesia que anhelan los que necesitan un espacio de respeto, de apertura y de compasión”.
Es una Iglesia que confía en el Espíritu, que se deja “tomar, transformar y desestructurar” para ser “un canal luminoso del amor de Dios”. Esta visión, tejida con ternura y audacia, es el eco perfecto del sueño de Francisco, y Tucho, a sus 62 años, se alza como su heredero natural, el hombre que podría llevar adelante el edificio pastoral que el “Papa del fin del mundo” comenzó a construir.

Teólogo de confianza de Francisco, Fernández no es un burócrata de la fe, sino un poeta del Evangelio. Su teología, impregnada de diálogo, misericordia y apertura, choca con los sectores conservadores del Colegio Cardenalicio, que ven en él un símbolo de las reformas de Francisco: una Iglesia que abraza a los divorciados, que escucha a las periferias, que no teme dialogar con otras religiones.
Su estilo informal, su cercanía de cura de pueblo, su énfasis en lo pastoral sobre lo dogmático, generan murmullos entre quienes anhelan una restauración doctrinal más rígida. Y el “factor argentino” —ser de la misma tierra que Francisco— también pesa, como si el Espíritu no pudiera repetir su soplo en la misma nación.
Pero en Tucho Fernández hay algo que trasciende las críticas y las quinielas. Es el hombre que conoce el corazón de Francisco como pocos, que ha traducido sus sueños en palabras que han cambiado la Iglesia. Es el cordobés que lleva en su ADN la calidez de América Latina, la pasión por los pobres, la valentía de apostar por una Iglesia que no excluye, sino que acoge. A sus 62 años, con una inteligencia brillante y un corazón humilde, Fernández no busca el solio de Pedro, pero si el Espíritu lo llamara, nadie duda de que llevaría a Roma la misma chispa que encendió en Aparecida: la de una Iglesia viva, luminosa, que no teme ser herida para sanar a los heridos.

En Víctor Manuel Fernández, la Iglesia encuentra a un hijo de la pampa que sueña con los pies en la tierra y los ojos en el cielo. Es el cardenal que escribe con la pluma del Espíritu, que camina con los últimos, que cree que la fe no es un reglamento, sino un abrazo. Desde Alcira Gigena hasta el Vaticano, Tucho lleva el legado de Francisco como un tesoro, recordándonos que la Iglesia, como el amor de Dios, siempre está llamada a ser más grande, más tierna, más humana.
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