Un número redondo



¡Feliz jueves! Poco a poco va pasando la semana espero que vaya bien y que estés aprovechando el tiempo, hagas lo que hagas. Según las cuentas internas del blog este de hoy hace el número dos mil. Te confesaré que estoy muy orgulloso de haber llegado a ese número pero, ya que estamos de confidencias, también te diré que es todo un esfuerzo haberlo conseguido. Espero que haya merecido la pena. Y para dar gracias por ello, una obra de un compositor que es un perfecto desconocido, pero que compuso una música que merece la pena.


Seguro que por primera vez conoces a Luís Álvares Pinto (1719-1789), compositor brasileño nacido en Recife. Su música es prácticamente desconocida y en 1854 encontramos una noticia sobre él en un diario de Pernambuco. Que hayamos conocido datos biográficos se debe al musicólogo Pe. Jaime Diniz, dedicando sus estudios a los músicos pernambucanos. Diniz también ha promovido la grabación de sus obras. Álvares fue el primero de los compositores nativos brasileños en estudiar en Europa, en su caso en Lisboa. De vuelta a Pernambuco escribió un tratado de solfeo. Luego fue nombrado maestro de capilla de la Iglesia de la Hermandad de Nuestra Señora do Livramento y probablemente también de São Pedro dos Clérigos, ambas en Recife. Además de músico, nuestro maestro fue pintor, pedagogo y poeta, que fue famoso por escribir una comedia en versos. Sus obras musicales son principalmente religiosas.

Una de ellas es este Te Deum laudamos que te traigo hoy. Fue localizada en 1967 por el musicólogo anteriormente citado en un archivo particular. Comprobamos cómo Álvares se adaptaba perfectamente a la música de su tiempo, que es el de transición entre el barroco y el clasicismo. La textura es polifónica a lo largo de toda la composición y algunas frases no las puso en música, lo que sugiere que quizá debían cantarse en canto llano. La obra está dividida en dieciséis secciones en una tonalidad principal de la menor. La instrumentación original es dos violines, trompa y bajo continuo además del coro a cuatro voces. El efecto acústico de la trompa es bastante sorprendente y la obra se convierte en todo un tesoro de la música colonial.

La partitura de la composición puedes conseguirla aquí.

La interpretación es del conjunto XVIII-21 Musique des Lumiéres dirigido por Jean-Christophe Frisch.

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