"La labor social y religiosa de los agustinos en la tierra que tuvo de misionero a un Papa" Minería ilegal, violencia y pobreza: Los agustinos se unen a los quechuas de los Andes para defender sus derechos

La Iglesia en el Perú es una comunidad vibrante, cercana a la gente, como explica Raúl Estrada Herrera, fraile agustino del Vicariato de San Agustín de Apurímac
La explotación ilegal, la corrupción y la contaminación son la raíz de la pobreza del pueblo. La labor social y religiosa de los misioneros en la tierra que presenció la presencia del futuro Papa León durante años.
| Máximo Angeli / Popoli e Missione
(SIR).- El hallazgo el 5 de mayo de los cadáveres de 13 mineros secuestrados unos días antes en Pataz, en la región de La Libertad, atrajo la atención de algunos periódicos sobre el fenómeno de la minería ilegal en Perú.
Los trabajadores trabajaban para Poderosa, una importante empresa limeña que cotiza en bolsa y que en los últimos meses ha sido blanco de grupos armados vinculados a la minería ilegal de oro.
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"Más allá de la pobreza, la corrupción política, la desigualdad social y la falta de acceso a servicios básicos, la minería ilegal es uno de los principales problemas que azotan al país", explica el padre Raúl Estrada Herrera, agustino (al igual que el Papa León, exmisionero en Perú) del Vicariato de San Agustín de Apurímac. "Como en otras zonas del Perú, convivimos con la minería ilegal, a menudo mal llamada 'artesanal', que elude la ley, evade impuestos y contamina el medio ambiente".
La Iglesia, a través de la Conferencia Episcopal Peruana, ha ofrecido mediación en varias ocasiones, pero hasta ahora sin resultados concretos. Hace menos de dos años, tras un ataque similar al de mayo, también en el distrito de Pataz, donde una docena de mineros murieron en una mina de oro, Monseñor Miguel Cabrejos, presidente de la Conferencia Episcopal Peruana, escribió una carta abierta a las autoridades, pidiendo "transparencia, certeza en el castigo y protección de la población contra toda forma de corrupción". Hasta el momento, sin resultados. "Los minerales se transportan en camiones sobrecargados, dañando las carreteras y obstaculizando el transporte local", continúa el padre Raúl. "Hay informes de más de 600 camiones pesados, que también son utilizados por algunos residentes locales".

“En la prelatura de Chuquibambilla vivimos conflictos sociales latentes, listos para estallar en cualquier momento, estos también vinculados a la mina Las Bambas y su ‘corredor minero’", señala el religioso.
Corredor Minero y tráfico ilícito
El corredor minero es una carretera de aproximadamente 500 kilómetros que conecta la región de Apurímac y la mina Las Bambas con el distrito de Espinar y continúa hasta el puerto de Matarani en el Océano Pacífico. Desde aquí, el cobre, el zinc, la plata y, por supuesto, el oro parten en grandes buques de carga, principalmente con destino a Asia. Desafortunadamente, decenas de comunidades rurales viven a lo largo del corredor , cuyas vidas han sido trastocadas. El paso de camiones pesados daña las estructuras de sus frágiles viviendas, la llegada de varias multinacionales y el repentino y descontrolado crecimiento poblacional han traído consigo la delincuencia, el alcoholismo y la prostitución, que han comenzado a socavar gravemente el ya frágil tejido social de la zona.
"Como agustinos, estamos presentes hoy en diferentes regiones del Perú: Lima, Iquitos, Apurímac, la región de La Libertad y la región de Piura", explica el Padre Raúl. "Cada comunidad tiene su propia realidad y misión, y busca responder a las necesidades espirituales y sociales de la zona". En Cusco, dirigen la parroquia de Santa Rita, el Colegio Particular San Agustín de Hipona y el policlínico «Lucía Vannucci Maiani», ofreciendo especializaciones básicas a precios accesibles y un servicio de fisioterapia y rehabilitación muy solicitado. Parte de los gastos están cubiertos por proyectos de cooperación internacional financiados por la Conferencia Episcopal Italiana.

En los Andes, los agustinos se solidarizan con el pueblo quechua, el grupo étnico más importante del Imperio Inca y que aún constituye la mayoría de la población de Perú y Bolivia. "Los quechuas se concentran principalmente en los Andes", afirma el padre Rául, "y sus principales problemas son la exclusión cultural, el abandono institucional y el limitado acceso a la educación, la salud y el empleo. Sin embargo, poseen un fuerte deseo de redención y un apego tenaz a su propia identidad".
"La Iglesia en el Perú es una realidad viva, cercana al pueblo", concluye el sacerdote. "Parroquias, movimientos y misioneros participan activamente en la evangelización, la promoción humana y la defensa de los derechos. Sigue siendo un referente en tiempos de necesidad, aunque, especialmente en las zonas rurales, la religiosidad popular conserva elementos ancestrales que se fusionan con la fe cristiana. Es una realidad compleja, que requiere diálogo y respeto. Sin embargo, al menos aquí en los Andes y en nuestra prelatura, debemos agradecer que la fe cristiana se haya preservado gracias, en parte, a esta sincera religiosidad popular".
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