Brasil es el país donde han muerto más activistas ambientales en el presente siglo Tierra de Esperanza, la lucha por la Vida a la orilla del Araguaia
(Luis Miguel Modino, corresponsal de RD en Brasil).- La Tierra y lo que ella significa en realidad social brasileña siempre ha sido motivo de enfrentamiento desde que los europeos llegaron a estas tierras hace más de cinco siglos. La cultura occidental provocó un nuevo modo de relacionarse con la Madre Tierra, muy diferente al que secularmente habían tenido los pueblos originarios.
El devenir del tiempo ha ido conduciendo a la situación actual, en la que casi la mitad del territorio brasileño está en manos de poco más de un por ciento de los propietarios. En la región del Araguaia esta realidad es todavía más sangrante, pues estas tierras fueron robadas a los pueblos indígenas y a los pequeños propietarios para caer en las manos de multinacionales sin escrúpulos que sólo piensan en el lucro, instaladas en la región desde el inicio de la Dictadura Militar, que siempre vio éste como el camino del desarrollo.
Luchar contra esta realidad siempre ha sido una de las causas inspiradoras de la Prelatura de São Félix do Araguaia, en sus más de 40 años de existencia. Para hacer memoria de esta lucha ha sido organizada una exposición que lleva por título, "Tierra de Esperanza", con la colaboración de la propia Prelatura, de la Asociación de Educación y Asistencia Social Nuestra Señora de la Asunción (ANSA), y la Sociedad de Inteligencia y Corazón (SIC).
Teniendo como base los 350.000 documentos guardados en el Archivo de la Prelatura, Zilda Martins Sousa y Raúl Vico Ferré han elaborado un material que muestra la entrega de vida de mucha gente, entre ellos Pedro Casaldáliga. El objetivo no es otro que contribuir a una reflexión sobre las cuestiones políticas, sociales y económicas que han configurado la región en los últimos 50 años. Son imágenes y textos que dejan translucir mucha vida, nacida de una fe firme en el Dios libertador, que llevan a ir más allá de lo que los sentimientos humanos nos dicen y a asimilar las palabras de Leonardo Boff presentes en el panel de entrada de la exposición: "Pertenecemos a la Tierra: Somos Tierra. Vinimos de la Tierra y volveremos a la Tierra. Tenemos la Tierra dentro de nosotros. Somos la propia Tierra".
Estamos hablando de una región con una extensión mayor que Portugal, condicionada por su amplia biodiversidad que va desde la sabana a la selva amazónica, tradicionalmente aislada, con vías de comunicación precarias, poco habitada y que poco a poco ha sido ocupada por los criadores de ganado y cultivadores de soja a gran escala, llegando al extremo de que por cada persona hay 22 cabezas de ganado.
Todo esto ha sido motivo de conflictos entre los pequeños agricultores e indígenas, de un lado, y los terratenientes, con sus matones profesionales, y el propio estado, del otro. Las muertes se convirtieron en el pan de cada día y "la tierra fue lavada con la sangre del pueblo que sufrió y vivió angustiado durante décadas, con la esperanza de disfrutar de libertad en algún momento", como aparece en la guía de la exposición. De hecho, como señala la ONG International Global Witness, Brasil, con 477 asesinatos desde 2002 a 2014, es el país donde han muerto más activistas ambientales y la región del Araguaia siempre ha sido uno de los focos de mayores conflictos, fruto de la concentración de tierra y riqueza.

Pedro Casaldáliga, el primer obispo de la Prelatura, el mismo día en que fue ordenado, 23 de octubre de 1971, publicó la carta pastoral "Una Iglesia de la Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginalización social", en la que denunciaba la explotación y la falta de derechos de los trabajadores rurales. Esto fue una novedad en la Iglesia brasileña y un estímulo para que obispos de otras regiones del país caminasen en la misma dirección. La consecuencia fue la persecución abierta contra la Prelatura y muchos de sus agentes, que fueron presos y torturados.
Las visitas pastorales a las comunidades se convirtieron en la prioridad de la Prelatura. En ellas la misión evangelizadora no se separaba de las demandas por salud, educación y organización social, lo que tuvo como consecuencia profundos cambios en la vida social al conseguir que los pobres comenzasen a tener protagonismo. Son significativas las palabras de la Asamblea del Pueblo de Dios de la Prelatura en 1993, en las que asumía "nuestra opción fundamental de ser una Iglesia pobre y de los pobres al servicio de la justicia y de la liberación, asumiendo las causas de nuestros hermanos más sufridos: los indios, los negros, los trabajadores, las mujeres".
Seamos conscientes de que luchar por los derechos humanos es uno de los grandes desafíos que todos debemos enfrentar, lo que en el caso de quien es cristiano, se vuelve obligación, pues cada día rezamos, venga a nosotros tu Reino. Sabemos las consecuencias de esa actitud y lo que esto ha supuesto a lo largo de la historia. Recordemos lo que Helder Cámara decía: "cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista". No olvidemos que el propio Papa Francisco constantemente es llamado comunista, inclusive por gente se muestra como ejemplo de católico, simplemente por querer una Iglesia donde los pobres sean protagonistas. Con Pedro Casaldáliga también sucedió lo mismo, hasta en los periódicos aparecían publicados reportajes en los que ya en el titular era llamado "el obispo socialista", amado y odiado, como constatan los recortes de prensa presentes en la exposición. Creo que sería mejor decir: el obispo verdadero discípulo... Pero sabemos que los detentores de la religión oficial, ayer, hoy y siempre querrán acabar con los profetas.
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