Caracterizaciones en el Quijote
1) el retrato: a) los retratos directos: los logra mediante penetrantes detalles, más bien que mediante largas descripciones, eligiendo unas pocas notas corporales y espirituales; b) los retratos indirectos: los obtiene atendiendo al reflejo del personaje en la crítica que hacen de él otros personajes de la novela;
2) la acción: nos muestra su historia describiendo el hilo de las acciones que resultan del carácter de cada uno;
3) el lenguaje: lo pone de relieve por medio de expresiones peculiares, que corresponden precisamente al lenguaje individual de cada personaje.
Empleo de estos ingredientes: cuando se trata de los héroes principales, Don Quijote y Sancho Panza, la caracterización se hace en todas las direcciones. Por el contrario, buscaríamos en vano un retrato del cura, del barbero, del ama, de la sobrina o de los venteros. Son personajes que se hacen claramente conocer por sus acciones y discursos, cuando no basta con que el autor nos dé algún rasgo de su carácter. En todo caso a Cervantes le gusta, aun en el caso de que él nos dé a conocer las propiedades psíquicas de sus personajes a través de sus acciones y conducta, ponernos ante los ojos algunos rasgos más generales a modo de retrato. Así hace, por ejemplo, con el capitán cautivo (I.37), con Don Diego de Miranda (II.16) y con Roque Guinart (II.60).
Por lo que toca a la caracterización de las personas por medio de sus acciones y comportamiento, Cervantes desparrama los rasgos del carácter que perfeccionan el retrato entre las diferentes acciones que corresponden y completan el conjunto.
Es una verdad trivial que Cervantes caracteriza a sus personajes por medio del lenguaje que emplean, es decir, a Don Quijote por su estilo caballeresco, a Sancho Panza por el suyo, picaresco y popular (a más del empleo de refranes en montón y al revés). Pudiera añadirse que en los personajes secundarios también se puede advertir, con continuada consecuencia, el carácter de cada uno según su estilo de hablar. Sansón Carrasco habla de un modo medio erudito, medio escolar. El canónigo de Toledo habla en estilo oratorio o de púlpito. El Vizcaíno habla en dialecto y chapurrea el castellano, etc.
Pero Cervantes no sería el gran artista caracterizador si se hubiera quedado en los aspectos sólo externos del modo de hablar. Sabe sacar los matices más finos de la caracterización, incluso de las relaciones entre las formas del hablar y los contenidos semánticos, de aquí la pluralidad de lenguajes de don Quijote según los temas que toca. Uno de los mayores méritos de la novela es, sin duda, cómo el ingenuo y al par astuto Sancho se apega a su modo de hablar. No solamente usa Sancho refranes, no solamente los amontona, sino que los trae y vuelve a traer, unas veces a cuento, otras no, según la situación y el propósito [1].
Los investigadores del CEC han puesto de relieve como rasgo fundamental de los personajes cervantinos su libertad individual, la cual resulta de su adanismo y de su antideterminismo. Por su adanismo, los personajes quedan libres de las ataduras de toda pre-historia familiar, al no proceder de linaje conocido; por su antideterminismo, no dependen del entorno social, ya que saben y quieren ser lo que son por ellos mismos.
En correlación con la libertad de los personajes está la del propio autor, que se convierte así en el gran maestro del perspectivismo literario, opuesto a toda fuerza y a todo dogmatismo: «Cervantes no se limita a "decir" la libertad, por boca de sus personajes, sino que también la "hace" literariamente, y "hace lo que dice"… Para ello, era preciso despojar de ataduras apriorísticas a sus entes de ficción, de modo que pudieran moverse libremente, sin condicionamientos previos que anudaran sus pasos posteriores.
Y eso hizo, al menos en sus mejores creaciones, conjugando dos procedimientos distintos para un mismo fin, consistentes en hacer desaparecer, primero, la "pre-historia" familiar del personaje, con el propósito de que sus actos no se vieran atados por ella, para, después, situarlo en un ámbito muy definido, con el objeto, a la inversa, de mostrar y demostrar que dicho entorno no determina su comportamiento en absoluto. Recuérdese, por ejemplo, lo que decíamos más arriba acerca de los personajes picarescos de Cervantes, trazados sin el estigma del linaje vil, tópico del género, al objeto de que su desarrollo no estuviera coartado por ninguna tacha sociomoral dada de antemano, como era el caso de Berganza, que no sabía si sus padres habían sido "alanos jiferos" o si, por lo que sucede después, era hijo de una bruja transformado por otra en perro. Aunque, en todo caso, iniciaba sus andanzas lastrado por un ambiente inmoral y adverso, rodeado de ladrones de la más baja catadura, que, significativamente, no condicionaba sus actos, siempre honestos y nobles.
El antideterminismo, pues, funciona de manera consciente, como ilustran además La Gitanilla y La ilustre fregona, modelos ejemplares de honradez y castidad contra el ambiente gitanesco o mesoneril en que se mueven, el cual, según la mentalidad áurea, las condenaba poco menos que a la prostitución. Es decir, que carecen a priori de todo determinismo, porque tampoco sabemos en principio de qué linaje son, pero lo tienen a continuación, dado por el entorno en que viven, bien que para infringirlo y burlarse de él a posteriori, con lo que, en cualquier caso, sostienen la insoslayable libertad individual…
Cervantes no aceptó el sentido dogmático y cerrado del realismo alemaniano [2], que seguía siempre el camino predeterminado de la prehistoria a la historia, de la definición a lo definido; su concepción abierta y flexible del realismo le impidió hacerlo. De ahí que don Quijote nazca a la novela ya viejo y sin apenas datos sobre su prehistoria, sin que sepamos nada de sus padres, ni siquiera el lugar exacto donde vio la luz del sol por vez primera; y ello, para que el personaje tuviera libertad de movimientos, porque de esa manera también la tenía él, su autor.
El novelista Miguel de Cervantes, no hay duda de eso, se libera a sí mismo de ataduras cuando concibe y fragua en libertad a sus personajes, pues en la medida en que éstos carecen de determinismos previos que condicionan su evolución posterior, él goza de mayores posibilidades para trazar la vida de sus entes de ficción como mejor le cuadre, sin otras limitaciones que las de la propia coherencia de su desarrollo. La libertad del escritor es, así, solidaria de la libertad del personaje, y ambas están indisolublemente unidas al perspectivismo, que, a su vez, forma parte del juego realidad / ficción…
Cuando Cervantes acabó su tarea literaria, no sólo la novela moderna, sino la Edad Moderna había iniciado su andadura al unísono con ella, como perspicazmente ha visto Kundera. La creación cervantina echó por tierra, al menos en los ámbitos del pensamiento y la literatura, la existencia de normas fijas y válidas para todos por igual, puso en solfa la OPINIÓN unívoca preestablecida sobre la realidad, por decirlo en términos de A. Castro, sobre la política, sobre la justicia, sobre la vida, sobre la sociedad, sobre la literatura misma, y la sustituyó por "opiniones", por múltiples puntos de vista libres y diferentes; por el derecho a la libertad y a la divergencia, en suma. A partir de ese momento, la REALIDAD absoluta entró en crisis, a causa del perspectivismo, que anuló los límites entre ella y la ficción, en solidaridad irrestañable con la libertad del escritor y del personaje.», CEC, OC, Introducción General, CDRom de 1997.
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[1] Hatzfeld, p. 86-87
[2] o sea, el realismo de Mateo Alemán
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Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, aparecerá en 2005.