“Marcará el futuro de la Iglesia”, afirma el subsecretario de la Secretaría General del Sínodo Monseñor Luis Marín: “La sinodalidad es irreversible”

Mons. Luis Marín de San Martín
Mons. Luis Marín de San Martín

“El Papa Francisco ha potenciado de forma decidida la sinodalidad porque es una dimensión constitutiva de la Iglesia”

“El próximo Papa, como no puede ser menos, seguirá desarrollando la línea eclesiológica del Concilio Vaticano II, de la que la sinodalidad es fruto maduro”

“Desearía que el próximo Papa continuara esta línea de apertura, de libertad. De parresía evangélica”

“Un Papa que, dócil al Espíritu Santo, asuma correr riesgos y ser voz de quienes no la tienen”

Uno de los grandes legados que deja Francisco es el impulso de la sinodalidad, que “no es un invento suyo, sino que forma parte de lo que la Iglesia es en sí misma”. Así lo ve el subsecretario de la Secretaría General del Sínodo, Mons. Luis Marín de San Martín, que dice ser optimista, subrayando que “la sinodalidad es irreversible y marcará el futuro de la Iglesia”.

Especial Papa Francisco y Cónclave

El agustino español destaca del último Papa “su apertura al Espíritu”, como una herencia muy profunda. Con relación al próximo pontífice espera que se empeñe por la paz, que apueste por la vida y su dignidad y que impulse la cultura cristiana, en diálogo con el mundo. Para el Papa que sea elegido en el Cónclave que comienza el 7 de mayo pide “ya desde ahora y sea quien sea, nuestro apoyo y fidelidad”

El Sínodo en tiempos de Francisco
El Sínodo en tiempos de Francisco

Pocos días después de la muerte del Papa Francisco, el ambiente es de pre-cónclave y de espera de otro Papa. Para alguien que ha trabajado en uno de los elementos fundamentales del pontificado de Francisco, especialmente en los últimos años, como es la sinodalidad, a pesar de haber muerto el Papa de la sinodalidad, ¿podemos decir que la sinodalidad sigue tan viva como estaba?

El Papa Francisco ha potenciado de forma decidida la sinodalidad porque es una dimensión constitutiva de la Iglesia. Lo atestiguan la Sagrada Escritura, la eclesiología, la patrística, la historia y el derecho canónico. La sinodalidad está viva y no puede morir nunca, porque no es un invento de Francisco, sino que forma parte de lo que la Iglesia es en sí misma. Nuestro empeño es el de ayudar para que sea un estilo de vida en toda la Iglesia y en todo lo que es Iglesia. Creo, sinceramente, que es una apuesta por la coherencia como cristianos.

¿El próximo Papa estará en cierto modo obligado a continuar en esta línea de sinodalidad?

La Iglesia no da saltos hacia atrás en el tiempo, va siempre hacia adelante, vive el presente y mira al futuro; volver al pasado es imposible. Pretenderlo solo crea frustración y melancolía. El próximo Papa, como no puede ser menos, seguirá desarrollando la línea eclesiológica del Concilio Vaticano II, de la que la sinodalidad es fruto maduro. Ahora bien, caben matices, estilos, acentos, prioridades. Pero yo soy muy optimista, la sinodalidad es irreversible y marcará el futuro de la Iglesia.

Luis Marín

No deberíamos esperar un Francisco II, pero ¿qué elementos de su pontificado no debería dejar de tener en cuenta el próximo pontífice?

Cada Papa es distinto. No es ni puede ser una fotocopia del anterior. Cada uno tiene su personalidad, su manera de situarse en la vida, sus propias características, su cultura y formación; cada persona es diferente. Ahora bien, si consideramos a los Papas de estos últimos siglos vemos que tienen dos rasgos en común. En primer lugar la unión con Cristo y la disponibilidad al Espíritu. Y, en segundo lugar, el amor a la Iglesia y el servicio al pueblo de Dios.

El Papa Francisco deja una herencia muy profunda. Yo destacaría, sobre todo, su apertura al Espíritu. Esto hizo de él un hombre muy libre. Desearía que el próximo Papa continuara esta línea de apertura, de libertad. De parresía evangélica.

Ha sido también un Papa muy humano, muy comprensivo con los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Aun siendo un hombre de carácter fuerte y de marcada personalidad, hemos encontrado en él un padre que acogía, abrazaba, ayudaba y caminaba con nosotros. Igualmente ha sido un Papa que se ha hecho entender, que ha conectado con la gente sencilla. Esas frases concretas, lapidarias, que usaba, tan hermosas, llegaban al corazón y quedaban en él. El próximo Papa deberá tener en cuenta esta herencia. Con su propio estilo, nos ayudará a todos los que formamos el pueblo de Dios a seguir caminando con paso firme, esperanzado y con el mayor entusiasmo posible en el tiempo que nos toca vivir.

Y ante la situación que viven el mundo y la Iglesia, ¿cuáles son las principales urgencias que debe afrontar el próximo Papa?

Con respecto al mundo, lo primero es el empeño por la paz. Resulta tremendo que, aun después de tantos conflictos devastadores en el siglo XX, sigamos apostando por la guerra, la fuerza y la destrucción. Esta es una de las mayores urgencias que tenemos hoy: la lucha por la paz. Para ello los cristianos debemos ser voz de los que no la tienen. Y denunciar las injusticias que son tanto causa como consecuencia de estas situaciones.

Tenemos también la apuesta por la vida y su dignidad, desde el primer instante hasta el último momento. La Iglesia debe ofrecer una alternativa, válida, creíble y concreta frente la cultura de la muerte, que va avanzando.

Y, en tercer lugar, me gustaría que la Iglesia continuara generando cultura cristiana, en diálogo con el mundo. Sin encerrarse de forma autista en sus seguridades ni dejarse llevar por la tentación de las trincheras. Es preciso saber leer los signos de nuestro tiempo. A veces el mensaje no llega porque usamos un lenguaje que ya no se entiende, estamos ausentes, vivimos anclados en un mundo que no existe ya.  Es preciso replantear nuestra presencia tanto en los medios de comunicación como en los foros culturales.

Asamblea Sinodal Sínodo sobre la Sinodalidad

Francisco ha plantado muchas semillas durante su pontificado, ¿cuáles son los frutos que se han recogido y los que están por venir?

El fruto será, obviamente, la vivencia fuerte de la fe cristiana y su testimonio. Es decir, el encuentro experiencial con Cristo y el reto de comunicarlo en la misión evangelizadora.

Se han sembrado las semillas de la participación, de la corresponsabilidad diferenciada que brota del Bautismo. Debemos seguir avanzando en ello. Somos parte de la Iglesia, no espectadores sino miembros, cuerpo de Cristo. Sabiendo siempre que toda responsabilidad en la Iglesia es servicio.  En esta línea es preciso continuar desarrollando la colegialidad episcopal, la descentralización y, al mismo tiempo, la comunión y el intercambio de dones entre las Iglesias.

Otra semilla es la de la unidad pluriforme, la integración entre unidad y pluralidad en la Iglesia. Primero la unidad (de fe, de sacramentos, de jerarquía). Desde ella, vienen tanto la pluralidad de vocaciones, carismas y ministerios (superando clericalismos), como la consideración una gran variedad de contextos geográficos y culturales en los que se vive y expresa la fe. Salvada la unidad, pueden existir expresiones y desarrollos diversos.

Por último, está la semilla de la misión. Todos estamos llamados a evangelizar, a dar testimonio hasta los confines de la tierra. Y a hacerlo juntos, interrelacionados.  La Iglesia impulsada por el Espíritu es la Iglesia viva, dinámica, abierta, creativa; la Iglesia que sale, anuncia, da testimonio; la Iglesia que es Cristo en medio del mundo.  Y que sabe hacer oír su voz.

Habla de servicio y de misión, de evangelización. Podríamos decir que, en buena parte de los cardenales nombrados por Francisco, más de 100, estas características eran algo que aparecía en esos nombramientos. ¿Eso podría influir en el Cónclave y elegir un Papa servidor, misionero, un Papa evangelizador?

Todos los cristianos, y por tanto todos los obispos y cardenales, debemos tener estas características: ser servidores, misioneros y testigos de Cristo resucitado. Todos. El Papa también. Francisco ha hecho opciones muy claras por las periferias y les ha dado presencia y voz. A la hora de buscar y discernir quién puede ser el próximo Papa, los cardenales electores tendrán en cuenta esta dimensión universal e inclusiva, con una mirada amplia: se trata de pensar en grande y mirar alto y lejos, como decía san Juan XXIII.

Luis Marín

Por su conocimiento de la Curia, espera un cónclave largo, espera alguna sorpresa. ¿Cómo prevé el próximo cónclave?

No soy augur ni adivino. Comprendo la tentación de hacer cábalas, pero no voy a caer en ella. Solo diré que, personalmente, no espero un cónclave excesivamente largo. Sobre la elección del Papa me parece interesante recordar dos cosas. La primera es que, al contrario de lo que muchos vienen repitiendo, al Papa no lo elige el Espíritu Santo, sino los cardenales electores. A veces podemos caer en una suerte de providencialismo absurdo. El Papa es elegido por seres humanos. Eso sí, invocado el Espíritu Santo. Lo que tienen que hacer los cardenales es estar abiertos al Espíritu Santo, para discernir cuál es la voluntad de Dios y no bloquearla, sino ser cauce de ella. De ahí la importancia de la oración: la de los cardenales electores y la nuestra para ayudarlos.

La segunda que deseo subrayar, ante una cierta confusión sobre si se elige al sucesor de Pedro o al sucesor de Francisco, es que no se trata de una alternativa excluyente. Se elige, ciertamente, al obispo de Roma, al sucesor de Pedro, que asume la misión de Pedro: ser piedra sobre la que Cristo edifica la Iglesia, el fundamento de su unidad. Esto debe quedar claro, con todas sus consecuencias.

Pero también se elige al sucesor de Francisco, a quien viene después de él en su puesto o función, en continuidad con todo el elenco de Papas que se han sucedido. No podemos volver al siglo I, no es al sucesor directo de Pedro a quien se elige, no regresamos a la época de Nerón, al mundo pasado. Se elige un Papa para gobernar y guiar a la Iglesia en 2025, mirando al futuro. Es decir, debemos tener en cuenta el contexto histórico, nuestra realidad.

Los cardenales, por tanto, elegirán al sucesor de Francisco en cuanto sucesor de Pedro. Un Papa para nuestro tiempo, para nuestros días; un Papa que, con su fragilidad y desde ella, dé testimonio de Cristo Resucitado y sea fundamento de la unidad de la Iglesia. Buen pastor que priorice buscar a los perdidos y descarriados, cure a los heridos y comunique a todos la alegría del Evangelio. Un Papa que, dócil al Espíritu Santo, asuma correr riesgos y ser voz de quienes no la tienen. Un Papa que asuma la tarea de impulsar la reforma de la Iglesia en todos sus ámbitos para que sea, cada vez más, como el Señor la quiso.

Invito a todos a que aseguremos al nuevo Papa, ya desde ahora y sea quien sea, nuestro apoyo y fidelidad.

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