Zoraida en el Quijote

La dolorosa conversión de la hermosa mora Zoraida en el Quijote

“El caso de Zoraida no hace sino ilustrar a las claras lo que ocurre cuando un ser de carne y hueso se lanza a vivir no un libro de caballerías, pero sí una materia hagiográfica (leyenda argelina) harto fácil de reconocer.” (FMV) La nueva elaboración de la fábula argelina no propone ninguna «solución» por empleo de un tópico, sino que por el contrario plantea en toda su crudeza un pavoroso problema: el de la propia libertad de cada uno a solas con su conciencia (tema de la libertad de conciencia).

Zoraida: 78: [hermosa mora [Zoraida]: 3; hermosa y bella Zoraida: 1; hermosa Zoraida: 1]

Zoraida (doc. 1600-1604, es el nombre Turayya) f. 'Pléyades'

La bella mora convertida al cristianismo de la Historia del Cautivo, es el personaje central de una historia de doncella fugada, donde interviene el motivo de la sarracena que traiciona a los suyos por amor. Este motivo es transformado por Cervantes en cruda traición de Zoraida a su padre, no por el amor de un hombre, sino a causa de su conversión al cristianismo. La ceguera, o si se prefiere, por eufemismo, la insensibilidad de la conversión hace a Zoraida fría y calculadora con su padre, musulmán noble, generoso y tolerante con los cautivos cristianos. «Las terribles incidencias de la fuga no son sino armónicos o trasfondo adecuado de otra más ceñuda tempestad de almas. Un sino despiadado, pero que no es sino el rigor de la ley física, decreta que la acción de Zoraida muestre su envés bajo forma de odiosas e irreparables violencias contra su propio padre [ser de una nobleza rayana en candidez]. No hay alternativa ni escapatoria: la realidad es un absoluto inviolable, y padre e hija tendrán que dar testimonio de sí mismos en un marco circunstancial de la mayor crudeza… los moldes convencionales han saltado en añicos: Agi Morato permanece en su fe como Zoraida en la suya. La hija labra, cual una Parca, la desgracia de su progenitor. Y la benevolencia del moro hacia los cristianos queda trágicamente malpagada. Un impulso fatal conduce a esas escenas en que Zoraida se yergue ante su padre y en que la novela alcanza su culminación y pleno sentido», FMV, p. 122 & 126

Zoraida, sarracena que hace pensar en Florinda la Cava, hembra de nombre maldito, y en la terrible Floripes, no es un personaje ideado como paradigma ejemplar, ya que es fría y calculadora hasta la traición, con el agravante de no obrar por amor. No es preciso insistir en que su naturaleza «cervantina» y su mayor mérito se halla precisamente en su no ejemplaridad. «Toda su conducta está marcada por decidida frialdad afectiva, y su piedad filial se limita… a mirar hacia otro lado para no ver el daño infligido a su padre [musulmán afectuoso, leal y confiado hasta la candidez]… el caso de Zoraida no hace sino ilustrar a las claras lo que ocurre cuando un ser de carne y hueso se lanza a vivir no un libro de caballerías, pero sí una materia hagiográfica (leyenda argelina) harto fácil de reconocer. La hermosa africana ha de huir a tierra de cristianos en busca de su propio ser, con la misma fatal urgencia que trueca al prosaico hidalgo de una aldea manchega en arrojado caballero andante, redivivo Amadís de Gaula.», FMV, p. 130 & 132.

Cervantes da así un giro insospechado al monótono erotismo literario de las sarracenas. Zoraida, sarracena desprovista de erotismo, no puede interpretarse como un eslabón más de la cadena temática que viene de Floripés y remata en Leandra. La nueva elaboración de la fábula argelina no propone ninguna «solución» por empleo de un tópico, sino que por el contrario plantea en toda su crudeza un pavoroso problema: el de la propia libertad de cada uno a solas con su conciencia (tema de la libertad de conciencia). Zoraida encarna este tema dramáticamente, ya que no lo vive sola, sino frente a su padre, que también obedece a su conciencia. Confrontados con el problema de la diversidad religiosa, se nos invita a cada uno al examen de los prejuicios, descartando salidas fáciles o violentas. Zoraida, por ser libre, será lo que ella quiera, o al menos lo intentará muy a pesar de su propio padre.

Ruy Pérez de Viedma es el capitán Cautivo que, a instancias de todos los personajes reunidos en la venta manchega, cuenta su historia en la primera parte del Quijote, donde ocupa los capítulos I.37-I.41. Este personaje es indisociable del de Zoraida, pero más como satélite que como pareja conyugal, ya que Zoraida, cuya función se reduce al de mora convertida, desea vivir el cristianismo en España casada con él. Si el Cautivo logra escapar de Argel es porque Zoraida le confía la misión de organizar su propia escapada, procurándole los medios económicos para conseguirlo.

Retrato de Zoraida por el Capitán Cautivo: En vivo contraste con el retrato que nos procura el narrador, I.37.28 y sigs., como parte del cuadro de la llegada del Cautivo y de Zoraida a la venta, el retrato que esboza el Cautivo en la historia de sus aventuras impresiona por la desproporción entre la etopeya y la prosopografía que lo componen. La etopeya se reduce a una palabra, «gentileza», mientras que la prosopografía no sólo ocupa todo el resto del minucioso retrato, sino que no está para nada al servicio de la etopeya. Tenemos la impresión de que el cautivo cristiano sólo ve en la mora su riqueza o, a lo menos, por los datos que nos procura, parece que la riqueza es lo que más le impresiona en la mora que quiere ser su mujer para poder convertirse al cristianismo: «Demasiada cosa sería decir yo agora la mucha hermosura, la gentileza, el gallardo y rico adorno con que mi querida Zoraida se mostró a mis ojos; solo diré que más perlas pendían de su hermosísimo cuello, orejas y cabellos que cabellos tenía en la cabeza. En las gargantas de sus pies, que descubiertas a su usanza traía, traía dos carcajes (que así se llamaban las manillas o ajorcas de los pies en morisco) de purísimo oro, con tantos diamantes engastados, que ella me dijo después que su padre los estimaba en diez mil doblas, y las que traía en la muñecas de las manos valían otro tanto. Las perlas eran en gran cantidad y muy buenas, porque la mayor gala y bizarría de las moras es adornarse de ricas perlas y aljofar, y así hay más perlas y aljofar entre moros que entre todas las demás naciones; y el padre de Zoraida tenía fama de tener muchas y de las mejores que en Argel había y de tener asimesmo más de doscientos mil escudos españoles, de todo lo cual era señora ésta que ahora lo es mía.» I.41.2.

La figura de Zoraida está elaborada sobre la misma leyenda que dramatizó Cervantes en su comedia Los baños de Argel, en que la bella mora se llama Zahara, aunque conviene notar con FMV que Cervantes abandona aquí el gracioso nombre de Zahra ('hermosa') por el altivo onomástico de Zoraida ('Pléyades'), triple signo de lejanía, frialdad y belleza (Zoraida es el nombre Turayya, 'Pléyades').

Es una leyenda de los años de su cautiverio: «Los materiales que sirvieron para la edificación del personaje también pertenecen en algo a la memoria viva del autor, que los utilizó en otras ocasiones (así en Los tratos de Argel y Los baños de Argel). Y por supuesto no contribuyen poco a mantener el equilibrio entre lo histórico y lo biográfico, junto con lo legendario y lo «novelesco», que constituye el peculiar complejo del cuento.», Michel Moner, en Rico 1998 b, p. 90.

En el Argel de 1575 a 1580 hubo de surgir entre los cautivos españoles la leyenda (para ellos hecho verdadero) de la hija de un moro principal que se había enamorado de un cautivo español y ansiaba hacerse cristiana, sintiendo una devoción especial por la Virgen María, y anhelando irse con el español a tierra cristiana. Esta leyenda se asoció a la hija de un rico renegado argelino Hayyi Murad (Agi Morato), llamada Zahra (o Záhara).

La madre de la Zahra histórica fue hija de una cristiana mallorquina, capturada en 1529 en Argel. Era Zahra, pues, nieta de cristianos. En 1574 Zahra casó con 'Abd al-Malik (nacido en 1541 y al que en la comedia se le llama Muley Maluco), que fue sultán de Marruecos en 1576 y murió en 1578, en la acción de Alcazarquivir contra los portugueses.

En la comedia de Cervantes la boda entre Zahara y Muley Maluco no se consuma, porque Zahara huye a España con el cautivo don Lope.

La Zahra histórica casó en segundas nupcias con Hasan Basa (que fue el dueño de Cervantes en Argel) y desde 1580 vivió en Constantinopla (Oliver Asín). Probablemente el hecho de que el histórico Hayyl Murad fuera renegado (hecho sabido por Cervantes) posibilitó que se le atribuyera la leyenda a su hija, pero en el relato del capitán no aparece como renegado. Notas de Murillo, I.37, p. 463-464 y I.40, p. 485.

Nótense los paralelismos de Zoraida con Leandra. ® Cautivo ® Leandra



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Salvador García Bardón, Taller cervantino del “Quijote”, Textos originales de 1605 y 1615 con Diccionario enciclopédico, Academia de lexicología española, Trabajos de ingeniería lingüística, Bruselas, Lovaina la Nueva y Madrid, 2005-2006.
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