Las sirenas de alarma y Marbella
Si los electores no entendemos que se trata de una epidemia mortífera, capaz de aniquilar nuestra democracia; si no nos movilizamos contra ella con la determinación de quien se siente en peligro de muerte, tendremos que atenernos a las consecuencias, que incluso los más ciegos ven hoy en el horizonte más inmediato.
Tenemos que sentirnos como se sintieron los pasajeros de los aviones que los terroristas del 11 de septiembre 2001 lanzaron contra las torres gemelas de Nueva York.
La diferencia entre ellos y nosotros es que todavía podemos actuar contra los falsos pilotos que nos pilotan hacia la muerte.
Los terroristas municipales de cuello blanco, tanto en Marbella como en otros muchos municipios, han llegado de la mano de sus electores que les avalaron con su voto, actuando luego en equipo como los de Nueva York, representando la pantomima de un concejo.
Marbella no es solamente un ejemplo entre muchos otros que cabría aportar, sino que constituye un terrible síntoma, tanto para España como para Europa, e incluso para todo el mundo que eufemísticamente llamamos libre.
El carácter extraordinario de su volumen indica, como aviso para navegantes, que esta punta descomunal de iceberg, esconde bajo las aguas una enorme montaña.
Los gritos desesperados de las sirenas de alarma anuncian que Marbella es sólo la punta descomunal de un gigantesco iceberg, cuyo peligro apunta tanto a la economía española como a la europea.
Cartas al Director del Diario de Noticias, Pamplona
Domingo 9 de abril de 2006
Marbella, la punta del iceberg
A nadie parecen preocuparle suficientemente, hoy todavía, las tremendas consecuencias de tantos escándalos de corrupción que se están conociendo un día sí y otro también, en torno a los desarrollos urbanísticos. Y no se equivoquen, da igual el color político de las corporaciones municipales. La corrupción no tiene preferencias. Y la política hace ya mucho tiempo (si es que alguna vez lo hizo) que dejó de seleccionar perfiles cuya virtud fuera la integridad para la gestión de los asuntos públicos.
Así nos encontramos hoy en medio de un huracán de corrupción al cobijo de la especulación urbanística. Lo de Marbella es tan solo la punta del iceberg. Ciertamente una punta muy escandalosa, puesto que son quince años de corrupción a manos llenas desde que se gestó toda la trama. Con licencias urbanísticas impugnadas desde el año 1995. Con Plan General de Ordenación Urbana que, a pesar de no ser aprobado, servía para conceder las licencias (ilegalmente) y seguir metiendo mordidas en los bolsillos de los alcaldes y del gerente de Urbanismo, amén de otros corporativos de Marbella.
A nadie pareció importarle, suficientemente, el desaguisado que se iba produciendo con la construcción de treinta mil viviendas realizadas con licencias ilegales y cuyo valor hoy supera con creces el billón de las antiguas pesetas. ¿Quién es el guapo que ordena hoy derribar esas viviendas? ¿Cómo es posible que en estos casos los tribunales tarden ocho años en paralizar una obra ilegal? A esas alturas las viviendas están no sólo vendidas sino que los propietarios han tenido hijos y éstos han crecido. Con lo cual, la orden de paralización se convierte en un canto de sirena que anima a seguir con la misma canción. Así hasta treinta mil viviendas, que se dice pronto.
Ahora, el Gobierno ha dicho que actuará con contundencia contra la corrupción en Marbella. Que hará que caiga sobre los delincuentes todo el peso de la ley. Está bien; ojalá sea así. Pero hay otras muchas marbellas a lo largo y ancho de la costa y de lo que no es la costa, que llevan el mismo camino y que expelen el mismo hedor de corrupción. ¿Se actuará sin dejar que el olor a podredumbre lo acabe arrasando todo? ¿Quién revisa los planes generales de ordenación urbana que sólo en la Costa del Sol plantean la construcción de 540 mil nuevas viviendas? ¿Y en Murcia? Da igual que hablemos de Lorca con alcalde socialista (35.000 nuevas viviendas aprobadas en nueve convenios urbanísticos). O que hablemos de Alhama de Murcia con alcalde del Partido Popular que plantea la construcción de 60.000 viviendas y que, casualmente, la empresa que aparece detrás (Polaris World) sea una de las implicadas en Marbella (...).
La sensación entre los ciudadanos es que esto no hay quien lo pare. Que la corrupción y un alto grado de impunidad están a la orden del día. Por eso que a estas alturas quieran actuar sobre Marbella los partidos, nombrando, según dicen ahora, candidatos con solvencia y dignidad, no está mal pero no es suficiente. Estará bien en el caso de Marbella y servirá para sacarla del pozo de la corrupción y de la ruina económica a su ayuntamiento. Pero hay ya demasiadas marbellas en camino. Y son necesarias toda una batería de propuestas que impidan la impunidad con la que se mueven los corruptos en torno a los convenios urbanísticos. Hay que resolver de manera definitiva la suficiente financiación de los ayuntamientos y las comunidades autónomas tienen que ejercer realmente una labor de control sobre el urbanismo más allá de aspectos formales. Y los corruptos y los que corrompen tienen que ir a la cárcel. ¡Ya está bien de paños calientes! La palabra la tienen los gobiernos. Cada cual en lo que le toca.
Martín Landa
La imagen internacional de España según el Economist
En el terreno de la imagen internacional, el Economist publica un feroz comentario sobre las raíces y el alcance de la crisis del Ayuntamiento de Marbella, «capital de la corrupción municipal de España». El Economist insiste en que, a su modo de ver, el caso Marbella es «sólo» la parte descubierta de una crisis mucho más honda: «El «boom» de la construcción precipitó una explosión de dinero asociado a las licencias de construcción, que llegan a suponer el 70 por ciento del presupuesto de muchos municipios». «Lo verdaderamente sorprendente -continúa el Economist- es que las proporciones de la corrupción no hayan sorprendido a nadie, cuando sus raíces datan de hace unos quince años». El Economist cita un informe del Instituto de Criminología de la Universidad de Málaga, afirmando: «Es triste que hayamos llegado a este nivel, que pudo detenerse mucho antes». El semanario concluye afirmando que «muchos españoles y muchos europeos se lo pensarán dos veces antes de volver a comprarse una casa al sol de la costa».
ABC, 09/04/06