Pascua de Pentecostés. Oración al Espíritu Santo

PASCUA DE PENTECOSTÉS

ORACIÓN AL ESPÍRITU SANTO

Espíritu Santo, ven, hazme reconocer tu acción en mí, como en la primera creación, por la que el Hacedor de todo, al final de cada jornada, vio que todo era bueno. Recrea en mi alma la bondad, la verdad y la belleza, por las que yo siempre pueda sentir el cimiento de mi estabilidad personal, al saber y reconocer la huella de tu acción. ¡Ven, Espíritu Santo, y recrea en mí tu proyecto!

Espíritu Santo, ven, muéstrame, como lo hiciste en tiempos de Noé, la señal de paz, de vida, de habitabilidad, que me haga confiar y entregarme. Que no me encierre dentro de mí de manera ensimismada y egoísta, sino que salga a compartir la tarea y colabore contigo en la obra inmensa de hacer este mundo mejor, una casa habitable, en convivencia y en paz. ¡Ven, Espíritu Santo, y visítame con tu paz, signo de que cumplo la voluntad de Dios!

Espíritu Santo, ven, y, como lo hiciste en tiempos de Moisés, descendiendo sobre la tienda del encuentro, santuario de tu presencia, desciende sobre mí, cúbreme, habítame, abrázame, sumérgeme, que respire tu vida en mí, que te encuentre dentro de mí, que camine bajo tu luz o bajo tu sombra, pero siempre llevando en mi conciencia que soy persona habitada, y considere a quienes miro reflejo del don de tu aliento. ¡Ven, Espíritu Santo, acompáñame siempre y así no perderé nunca la conciencia de que me habitas!

Espíritu Santo, ven, y como hiciste en tiempos de los profetas, fortaléceme para que tenga el valor, la fuerza, la energía de anunciar el mensaje del amor y de la misericordia, de la justicia, y de la bondad de Dios a todos los que hoy peregrinan por la vida y se cruzan en mi camino o viven junto a mí. Para que se anuncie la Buena Noticia entre los más necesitados de pan y de esperanza. ¡Ven, Espíritu Consolador, hazme instrumento de tu misericordia!

Espíritu Santo, ven. Tú puedes, como en los tiempos de Ezequiel, revitalizar lo seco, lo inerte, hasta lo muerto, y hacer que se convierta en signo de vida y de esperanza. Tú eres quien da vida, rehabilita, endereza a los que ya se doblan. Tú fortaleces. ¡Ven, Espíritu Santo, Señor y dador de vida, haz que nunca pacte con la inercia ni con la apatía, y que gracias a ti sea signo de vida!

Espíritu Santo, ven, sé fuego, ardor en el corazón, valentía en el ánimo, motivo para testimoniar la experiencia desbordante de tu moción consoladora, de tu llamada, para ser testigo de Jesucristo resucitado, razón de la fe. ¡Ven, Espíritu Santo, enciende en nosotros el fuego de tu amor!

Espíritu Santo, ven. Tú puedes, como lo hiciste con los discípulos de Jesús, vencer el miedo, el escepticismo, la desesperanza, el tedio, la huida, la vergüenza, el cansancio. Sé que gracias a ti vivo, respiro, tengo ilusión, ánimo, fuerza, fe, deseos de bien, pero Tú conoces mi debilidad, mi pobreza, mi pecado, mi estado crónico. ¡Ven en ayuda de mi debilidad!
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