Homilía El estandarte de la serpiente que cura

La serpiente que cura

Solemnidad de la Exaltación de la Santa Cruz

 50 Aniversario de mi ordenación sacerdotal

 Homilía

Providencia

Este día, hace 50 años, fui ordenado sacerdote, y enviado, poco después a este lugar, donde se venera desde el siglo XIII la imagen de Cristo, que nos preside, fiesta patronal de La Buenafuente del Sistal.

Comentario

¿Por qué, Señor, tomas por imagen el símbolo más contrario, estigmatizado desde el principio, la serpiente, para ofrecer tu salvación? ¿Acaso quieres decirnos en tal concurrencia, al evocar la serpiente, animal que personalizó al Malo, al tiempo de tu signo redentor, para mostrarte antídoto del mal?

En una ocasión, de manera sorpresiva entraste a un lugar de culto pagano, la piscina de Betesda, donde acudían los enfermos, para pedir la salud al dios de la medicina, Esculapio, cuyo logo es una serpiente elevada en un báculo. Mas fuiste Tú quien levantó de su camilla al paralítico, devolviéndole la salud, diciéndonos, en verdad, de dónde nos viene la salvación y quién es médico de nuestras almas.

¡Qué paradoja, que tomes como enseña la imagen del Tentador, y el símbolo del dios pagano! Y que Providencia que te veneremos aquí como Cristo de la Salud. La serpiente venenosa, ha perdido el poder. La serpiente tentadora, ha perdido la seducción. La serpiente astuta, ha sido vencida por quien es la Verdad. La serpiente enredada en el árbol, ha sido suplanta por ti y vencida en el mismo árbol seductor. Desde entonces lo que parecía título de condena, se ha convertido en protocolo de salvación. El que venció en un árbol, en un árbol ha sido vencido.

Sin duda que nadie podrá decir que no te haces solidario de su tentación, de su postración, de su pecado, cuando tomas el lenguaje simbólico más próximo, a lo que hemos identificado como el mal.

Tú vences al Malo. Donde está el pecado, Tú has puesto la salvación; en la herida has derramado el bálsamo. San Pablo te define rebajado de tu dignidad divina, hecho como un hombre cualquiera, para que cualquiera de nosotros sienta tu mano tendida, que nos levanta de toda postración, por mucho tiempo que hayamos estado enfermos.

Quisiste hacerte la vid y su fruto, para redimir la infidelidad de la viña asesina. Te diste como pan y bebida, como respuesta a la rebeldía de tu pueblo. Nos dejaste voluntariamente tu túnica de primogénito, y asumiste el mayor despojo en la Cruz. Asumiste nuestra carne débil y la desposaste con tu divinidad en lecho del madero. Te mostraste sediento, cuando eres el manantial de vida eterna.

Jesucristo, quien te mire se verá en ti acompañado. Quien te contemple, te percibirá solidario. Quien se detenga ante tu imagen, te observará traspasado. Quien te llegue a amar, se sentirá curado. Tus heridas son manantial de gracia, nos han curado de desesperanza, y convierten las nuestras en profecía, al permitir que compartamos las nuestras contigo

Jesucristo, tu Cruz vence al mal, es llave de sabiduría, llena nuestras dolencias de sentido redentor, y se convierte en bordón, para el camino por el desierto. Ya no hay Cruz, sin sentido. No hay Cruz morbosa, despótica, castigadora. Tú en la Cruz redimes, salvas, perdonas, amas, bendices.

Es a la sombra de tu Cruz cómo se comprende mi itinerario por el desierto de la existencia.

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