El cine a través de los ojos de la Teología “Anora”: El oro de plástico verdadero

Cuando se ignora la fe; cuando se destruye la familia; cuando se mercantiliza el matrimonio; cuando la sexualidad deja de ser el culmen de la intimidad amorosa entre los cónyuges (que hacen del contacto piel con piel una comunión entre personas –milagro de la fe–), sólo queda la supervivencia. Pero esto solo no basta, porque le falta esa Esperanza
| Alexandre Freire Duarte
Con mis textos aquí en Religión Digital, cada mes y en general, he intentado hacer reflexiones teológico-espirituales sobre algunos de los temas más destacados de las mejores películas que se estrenaron en los cines españoles el mes anterior. Resulta que durante el mes de julio no he podido ver en Portugal ninguna película de calidad que también se haya estrenado en España. Me pregunté: ¿qué podré hacer? Resignado, os traigo unas palabras sobre la película que, en marzo de 2025, ganó el Oscar a la Mejor Película –penséis lo que queráis sobre lo que eso pueda significar–: “Anora”.
Todo en esta obra se sustenta en una narrativa subversiva que deconstruye el trasfondo audaz, imprevisible, intrigante y (así parecía ser deseado) humanista que mezcla (en un vórtice emocional lleno de magia) acción, drama y moralidad. Y todo ello, hasta un final casi inesperadamente demoledor, conmovedor e inquietante.
Boletín gratuito de Religión Digital
QUIERO SUSCRIBIRME
Pues bien, esa narración, a su vez, se apoya en la propulsión que surge de la química entre los personajes de Madison (vacía, luchadora y frágil); Weissman (vacío, petulante e inmaduro); Karagulian (vacío, vendido y torpe); Ekamasova (vacía, orgullosa y colérica) y Borisov(esperanzado, amable y reservado). Si es así, la coreografía tenía que ser (y es) impecable y bien acompañada por tonos limitados pero texturizados, que varían a medida que la película zigzaguea por localizaciones y periodos diurnos y nocturnos.
Para un teólogo, toda la reflexión que me ha suscitado este trabajo ya se hace evidente en la descripción anterior del carácter personal que asumen los actores enumerados: el conflicto entre varias formas de vacío y la Esperanzaque sólo un casi imposible “milagro” puede mantener. Pero este “milagro” ocurre. Y ocurre precisamente desde donde tales vacíos están ausentes; desde donde se lamenta la falta de amor, no de dinero, poder o prestigio. Si esta ausencia no aflige la mente, es grave; si no aflige elcorazón, entonces es muy grave y casi conduce al infiernoen la vida de todos aquellos que son refractarios al amor.
Cuando se ignora la fe; cuando se destruye la familia; cuando se mercantiliza el matrimonio; cuando la sexualidad deja de ser el culmen de la intimidad amorosa entre los cónyuges (que hacen del contacto piel con piel una comunión entre personas –milagro de la fe–), sólo queda la supervivencia. Pero esto solo no basta, porque le falta esa Esperanza que, como dice Borisov en la película (en una cuasi cita de Juliana de Norwich), garantiza (frente a todos los que construyen «ostracismos» que llevan los demás a llevar vidas enrarecidas y desfiguradas) que «todo irá bien».
He aquí un entrelazamiento de realidades que quizá se extiendan al contexto de muchos de nosotros, que tenemos que vivir entre: las botellas de los muertos que vierten vino para que estos muertos puedan adorarse a sí mismos las cuentas opulentas de quienes creen que es auténticamente cristiano mantener a los pobres en su pobreza, para que se vuelvan laboriosos y accedan a la “bienaventuranza” de la riqueza; las fuerzas externas que nos coaccionan, porque quienes las utilizan carecen de la virtud del amor que conmueve; las complejas concienciasde los piadosos llenas de adornos y serrín oculto, que generan sesgos cognitivos sin lugar para el amor.
En vista de ello, es lamentable que esta película, en su sesgado y poco glorioso intento de desestigmatizar la prostitución (y no a las personas que se dedican a ella), acabe inclinándose precisamente por lo que aparentemente no quiere hacer. De hecho, el “comercio sexual”, socialmente casi omnipresente, es el principal explotador de quienes se entregan a él (o se ven obligados a hacerlo)–y no a los que eso molesta, pero nunca estando en contra de la dignidad de los que se ven envueltos en ello. Al centrarse en la mencionada aspiración, esta película acaba tristemente poniéndose del lado de esa atrocidad, que nunca debería ser trivializada
(EEUU; 2024; dirigido por Sean Baker; con MikeyMadison, Paul Weissman, Yura Borisov, KarrenKaragulian y Darya Ekamasova)
Etiquetas