¿Denuncia social o frivolidad? Arte con los flotadores del Mediterráneo

Salvavidas en un museo alemán
Salvavidas en un museo alemán

Una de las claves para distinguir el afán de concienciación y de denuncia social del sensacionalismo o la intención de provocar es conocer la trayectoria de los autores

Ai Weiwei llevó un piano a un campamento de refugiados para que un pianista sirio volviera a tocar después de años sin hacerlo

Bansky ha representado a Steve Jobs, hijo de un inmigrante, como un refugiado más en Calais

La Bienal de Venecia de este 2019 (que finalizará en noviembre) ha resultado estar centrada en el tema de las fronteras y migraciones, con una abundante presencia de obras que lo abordan dentro de esta edición del festival de arte. Nadie puede dudar que los desplazamientos forzosos, la falta de acogida después de ese éxodo y las experiencias fronterizas en general son una seña de identidad del mundo de hoy. Pero, ¿es por ello legítimo que se utilice una crisis humanitaria como la de refugiados en Europa -de la que somos testigos desde hace más de cuatro años- para hacer arte? La realidad de nuestro siglo es prácticamente imagen, y por ello el debate sobre ella, sus límites y sus efectos es inevitable. Si todavía no estamos seguros de si fue ético o no convertir la foto del niño Aylan, muerto en la playa tras el naufragio de una patera, en un fenómeno viral, ¿qué podemos pensar de que un célebre artista como Ai Weiwei se hiciera retratar en la orilla del mar, imitando la postura de ese niño ahogado?

Una de las claves para distinguir el afán de concienciación y de denuncia social del sensacionalismo o la intención de provocar es conocer la trayectoria de los autores. Por ejemplo, Ai Weiwei logró escandalizar a muchos promoviendo una acción mediante la que se multiplicaron los selfies de personas posando envueltas en mantas térmicas de las que se entregan a los migrantes que sobreviven a una travesía en patera, para recuperar temperatura. Sin embargo, quienes tacharon a este artista chino de frívolo tal vez no se pararon a conocer que Weiwei está dedicando en los últimos años su arte y su activismo a la reivindicación de la libertad de movimiento y la visibilización de la violencia política. Como Teresa Margolles (presente en la actual bienal, con una instalación que alude al muro entre México y Estados Unidos) lleva décadas dedicando sus obras a la relación entre el narcotráfico y los crímenes en México y las políticas racistas en EEUU.

Conocido por no esquivar la polémica al cuestionar las instituciones artísticas y abundar en temas como el drama de los refugiados, Ai Weiwei también es autor de una enorme barca de goma de 70 metros con 258 figuras hinchables, que se expuso en Praga. Además, cubrió las columnas de una sala de conciertos alemana con los chalecos salvavidas usados por refugiados en el Mediterráneo, llevó un piano a un campamento de refugiados para que un pianista sirio volviera a tocar después de años sin hacerlo y anuló una exhibición sobre su obra en Copenhague como forma de protesta cuando el Parlamento danés aprobó una ley que denigraba a los migrantes.

Barca refugiados

Restos de un naufragio

Barca nostra es la obra, de Christoph Bucher, que más ha dado que hablar en la inauguración de esta bienal, al tratarse de la exhibición de los restos del barco que sufrió el mayor naufragio en el Mediterráneo, en abril de 2015, cuando unos 800 migrantes perdieron la vida en el Canal de Sicilia, queriendo llegar a Europa. ¿Es exhibible un objeto con una historia tan terrible? De nuevo, las intenciones del artista lo justifican: no es lo mismo hacerlo para llamar la atención que para llamar la atención sobre esta crisis de refugiados a la que ningún país del Primer Mundo (menos aún la Italia de Venecia y Salvini) está ofreciendo soluciones. Solamente campos de refugiados donde ni su privacidad ni sus necesidades básicas están cubiertas.

¿Qué tiene de artístico Barca nostra? Por un lado, cumple la función de dar testimonio de una época. Por otro, recurre al mismo método que las piezas de Ai Weiwei, por ejemplo la de los flotadores del Mediterráneo colgando de las columnas de un edificio de nuestras ciudades. Se trata de descontextualizar el objeto (sacarlo del naufragio) y dejarlo caer en un espacio al que no pertenece, para causar extrañeza. También el artista sirio Hassan Jarbou se sirvió de este mecanismo cuando en una de sus obras cubrió a la Mona Lisa con el material que la ONU utiliza para los refugiados. Lo mismo Bansky representando a Steve Jobs, hijo de un inmigrante sirio, en un muro de ‘La jungla’ de Calais, como un refugiado más.

Por otro lado, diferentes artistas contemporáneos han abordado el tema de las migraciones exigiéndose mayor sutileza, para evitar el peligro de caer en la espectacularización de la violencia, ese concepto del que Hans Blumenberg reflexionó precisamente en Naufragio con espectador.

Maletas emigrantes

Visibilizar el desarraigo

El Museo de Antequera está actualmente exhibiendo una exposición monográfica sobre la obra de Cristóbal Toral, el pintor andaluz que ha orientado su obra a escenificar el exilio desde que representó a España en la Bienal de Sao Paulo en 1975. El emigrante muerto o Los emigrantes son sendos testimonios sobre lienzo de la experiencia diaspórica “como característica de la posmodernidad”, en palabras de Stuart Hall. Definido por el poeta José Hierro como realismo poético, el estilo de Toral enfrenta a los hombres a su dolor y a sus anhelos y a lo que los simboliza materialmente: las pertenencias que acarrean. Así Toral ha llenado el patio del museo de maletas, fantaseando con ocupar “quizá todo un país” con el “equipaje facturado de toda la humanidad”.

Toral enfrenta a los hombres a su dolor y a sus anhelos y a lo que los simboliza materialmente: las pertenencias que acarrean

En la misma muestra, se expone un cuadro terminado en 2017 y titulado Secuestro del Papa Benedicto XVI. En él, el Papa emérito aparece capturado por dos yihadistas encapuchados. Sin embargo, vestido de blanco, sosteniendo un rosario y mirando al espectador a los ojos, el pontífice sonríe sádicamente. Al fin y al cabo, parece que todas las religiones han matado en nombre de Dios. Han creado sus perseguidos y sus salvadores. Han causado diáporas y en muchos casos no han enseñado a sus seguidores, todavía, a respetar las creencias de los demás.

Emigrante muerto

Entre 2017 y 2018, por su parte, se pudo contemplar y recorrer en el Palacio de Cristal del Retiro Palimpsesto, una instalación de la artista colombiana Doris Salcedo. La intervención artística consistía en que, del suelo y lentamente, iban surgiendo gotas de agua que acababan por unirse y componer nombres: los de migrantes ahogados en las costas europeas, cuando trataban de encontrar una vida en paz. Como apuntó el Reina Sofía, Salcedo suele apostar por “presentar la violencia sin violencia” y en esa ocasión construyó un monumento para el recuerdo de los que mueren migrando.

Más allá de las artes plásticas, otros artistas se han solidarizado con esta situación desde el estallido de la crisis de refugiados, reivindicando el derecho de todos a tener unas condiciones de vida dignas. Desde la cantante M.I.A. (cuya familia, de procedencia tamil, se refugió de las balas y el hambre en Europa) cuando en 2015 lanzó Borders, videoclip grabado entre vallas electrificadas, hasta el teatro político de Nikolaj Bielski o Milo Rau, interpretado por actores griegos, sirios y de otras muchas nacionalidades.

Rothko en Lampedusa

Bajo ese título, Rothko en Lampedusa, la bienal de Venecia está tratando de conmemorar a célebres artistas que, por motivos de persecución política, religiosa o de búsqueda de oportunidades tuvieron que migrar. Al mismo tiempo, un grupo de manos entrelazadas a lo largo de 15.000 metros cuadrados acompaña a la Torre Eiffel, pintado en el Campo de Marte (la obra es Beyond Walls, del artista francés Saype). Contemplarla no obliga realmente a hacer nada por la crisis de refugiados. Pero al menos sí a reflexionar sobre ello. Cuando su prioridad es sensibilizar, el arte es capaz de generar nuevos escenarios para la concienciación social e incluso la acción política. Aunque sea dentro de las salas de una feria y como reclamo para atraer público, estos mensajes pueden llegar a más gente y hacer el drama de los refugiados, que es un problema global, menos fácil de ignorar.

Nombre refugiados

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