Bautismo del Señor (07.01.2018): El Espíritu de Dios cambia la vida de Jesús

Introducción:Jesús, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo” (He 10, 34-38)
Comienza el Tiempo Ordinario litúrgico. Su primer domingo recuerda la investidura mesiánica de Jesús: su unción por el Espíritu, su bautismo en el Espíritu. El hecho le sucede aproximadamente a los treinta años. Situarlo dentro del “tiempo de Navidad” es una utilización para reforzar la práctica eclesial que une nacimiento con bautismo de los niños. El bautismo del Espíritu tiene que ver más con la libertad personal que con el nacimiento biológico. Jesús adulto, tras salir del agua del Jordán, siente la fuerza del Espíritu de Hijo de Dios y se presenta ante el pueblo como Mesías (Cristo) de Dios. El Espíritu recibido le “llevará” al desierto, a llamar a discípulos, a convocar a la gente, a anunciar el “Reino” de vida que Dios quiere. Claramente se lo dice a sus paisanos: “el Espíritu del Señor está sobre mí porque él me ungió, me ha enviado a evangelizar a pobres...” (Lc 4, 16-21).

Este hecho es crucial en la vida de Jesús
Lo vemos claramente en la segunda lectura de hoy. Se trata del primer fragmento del discurso de Pedro en casa de Cornelio (He 10, 34-43). Por primera vez un pagano, no prosélito ni simpatizante del judaísmo, es admitido al seguimiento o camino de Jesús por la Cabeza de los Apóstoles. Tras la predicación de Pedro, el Espíritu viene sobre personas que creen y quieren seguir la vida de Jesús. “¿Se puede acaso negar el agua del bautismo a éstos, que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?”, se pregunta Pedro. Y dispone que se bauticen (He 10, 47-48).

Observamos a Pedro que va cambiando su modo de ver las cosas
Dios me ha enseñado a no llamar profano o impuro a ningún hombre” (10, 28).
Hoy reconoce: “Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea” (vv. 34-35).
Como buen judío mantiene que Dios “envió su palabra a los israelitas, anunciando la paz que traería Jesucristo, el Señor de todos” (v. 36). De este hecho se hará eco la carta a los Efesios: “Él es nuestra paz; Él ha hecho de los dos pueblos, judíos y gentiles, una sola cosa” (2,14).

Conocéis el hecho Jesús
Hechos 37-38 presentan a Jesús como un acontecimiento, un hecho real, conocido por los oyentes de Pedro: “conocéis lo que sucedió en el país de los judíos, cuando Juan predicaba el bautismo, aunque la cosa empezó en Galilea. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”.
“Lo que sucedió” en el original griego es un sustantivo, “rema”, en función de complemento directo de la forma verbal “conocéis” (“oidate”). Este sustantivo tiene como apuesto, a “Iesoun”, acusativo: “conocéis el hecho sucedido..., Jesús el de Nazaret...”.
El “hecho Jesús” viene brevemente explicado: “cómo Dios le ungió con la fuerza del Espíritu Santo, pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él”. El “hecho” es, pues, la vida de Jesús de Nazaret: acaecida, ungida, dedicada a... Y la razón de este hecho es la presencia “del Dios” (el artículo determinado denota concreción: Dios conocido, el del Antiguo Testamento) en Jesús.

Oración:Jesús, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo (He 10, 34-38)

Jesús de Nazaret, hermano de todos:
reconocemos tu vida concreta, reanimada por el Espíritu;
ella, como la nuestra, es un hecho, un acontecimiento real;
en tu vida encontraste la fuerza misteriosa que te habitaba;
era el amor que te hacía existir como Hijo del “Padre que ama gratis”;
en la conciencia, el Espíritu te susurraba:
- “haz el bien, libera a tus hermanos de cualquier mal” (He 10, 38).

Ante la situación concreta, estalla el Espíritu:
te hace mirar la vida con los ojos del Amor;
te inquieta la miseria, la injusticia, la opresión, la enfermedad...;
te duele el comercio del Templo;
te enfurece la conducta de los sacerdotes:
- brillando por sus ropajes y riquezas;
- imponiendo cargas innecesarias a sus hermanos;
- prefiriendo sus preceptos a la necesidad humana...

Celebramos la irrupción del Espíritu Santo en tu vida:
mayor de edad y en medio de la gente;
participando en el movimiento de Juan Bautista;
comprometiéndote por hacer realidad la vida que Dios quiere;
respondiendo así al “trabajo del Padre” (Jn 5,17);
“poniendo el amor más en las obras que en las palabras...,
dando y comunicando... lo que tienes y de lo que tienes” (EE 230, 231, 234, 235, 236) (1).

Tu bautismo es nuestro bautismo:
con él comenzamos “la vida nueva” del Espíritu;
“vida nueva” que afianzamos en el sacramento de la Confirmación;
“vida nueva” que alimentamos en la Eucaristía (2);
constatamos que hay más gente “pasada por agua” que “bautizada”;
razones sociales, culturales, supersticiosas... siguen llevando al bautismo;
pocos son los que libremente aceptan tu Espíritu.

Y sin tu Espíritu no hay bautismo tuyo:
tú nos “bautizas con Espíritu santo y fuego” (Mt 3,11);
tu Espíritu nos invita a dedicar nuestra vida al Reino de Dios;
tu Espíritu nos consagra a ser “otros Cristos”;
tu Espíritu nos urge a ser testigos del amor y la misericordia;
tu Espíritu nos introduce en la comunidad de la Iglesia:
- todos responsables de la misión;
- todos con la misma dignidad de hijos de Dios y hermanos tuyos;
- todos llamados a la perfección del Amor;
tu Espíritu nos lleva a cuidar el mundo que Dios tanto ama:
- curando sus heridas y colaborando a su crecimiento humano;
- aportando lo mejor que tenemos en bien de todos;
- respetando la libertad y la dignidad de todo ser humano.

Al celebrar hoy tu bautismo, te pedimos humildemente:
que tu Espíritu rehaga y afiance nuestro bautismo;
que nos lleve a ser activos en la Iglesia y en la sociedad;
que termine con el dominio clerical y la minoría de edad de los fieles;
que nos convenza de que todos “aprendemos y enseñamos”;
que nos ayude a discernir la ayuda mutua que podemos prestarnos.

(1) San Ignacio de Loyola ve el amor de Dios en su acción: cuánto me ha dado, dando ser, sensando, dando a entender, trabaja y labora en todas las cosas... (Ejercicios Espirituales n. 230, 231, 234, 235, 236). No minusvalora el amor afectivo, pero valora más el amor operativo; la esencia del amor se expresa en el servicio desinteresado a quien necesita ayuda.
(2) “La iniciación cristiana se realiza mediante el conjunto de tres sacramentos: el Bautismo, que es el comienzo de la vida nueva; la Confirmación, que es su afianzamiento; y la Eucaristía, que alimenta al discípulo con el Cuerpo y la Sangre de Cristo para ser transformado en Él" (Código de Derecho Canónico c. 1275). Recibe estos nombres: “bautismo” (introducir dentro del agua), “baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo”, “iluminación” (“porque quienes reciben esta enseñanza su espíritu es iluminado”, dice san Justino), “gracia” ( es un regalo gratuito, “porque es dado incluso a los culpables”, dice san Gregorio Nacianceno), “sello” (“porque nos guarda y es el signo de la soberanía de Dios”, dice el mismo san Gregorio).

Rufo González
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