Domingo 34º: Jesucristo, rey del universo A 2ª Lect. (26.11.2017): ¡Venga a nosotros tu reino!

Introducción:en Cristo todos volverán a la vida” (1Cor 15,20-26a.28)
El capítulo 15 de 1Corintios responde a una cuestión propuesta por los mismos corintios (7,1): “os recuerdo” (15,1). Pablo sigue un esquema claro: a) muerte, sepultura y resurrección de Jesús son parte esencial del evangelio que transmitió (15, 3-11); b) la resurrección de Jesús lleva consigo la resurrección de todos (15, 12-34); c) volvemos a la vida con cuerpo “espiritual” (15, 35-56).

Cristo resucitado, origen de nueva humanidad
El fragmento leído, del segundo apartado, afirma rotundamente que “Cristo resucitó de entre los muertos: el primero de todos”. Jesús es “primicia”: primer fruto de una cosecha. No único, ni casual, ni excepcional, ni siquiera primero cronológicamente. Él es “el principio, el primogénito de los muertos, el primero en todo” (Col 1,18). Cristo resucitado es el origen de la nueva humanidad. En Jesús resucitado se ha manifestado el proyecto de Dios respecto de la humanidad. Esta conexión (“Dios resucitó al Señor y también nos resucitará a nosotros mediante su poder” –1Cor 1, 14-) es parte fundamental de la teología paulina (2Cor 4,14; Ef 2,6; 1Tes 4,14; Rm 8,11). Es lo que resume Juan : “de su plenitud –coronada en la resurrección- todos hemos recibido” (Jn 1,16).

La vida en Cristo es el reino de Dios
Para explicar esta conexión, Pablo recurre a comparar la doble solidaridad, paralelismo aludido en Romanos (5,12ss), con Adán y con Cristo. “Un hombre trajo la muerte, otro trajo la resurrección; en Adán todos mueren, en Cristo todos volverán a la vida” (vv. 21-22). Pablo imagina esta “vuelta a la vida” como un proceso de incorporación a la plenitud de Cristo resucitado: todos entrarán en su vida definitiva conforme el reino de Dios vaya haciéndose realidad, “aniquilado todo principado, poder y fuerza”. Estos poderes son los enemigos de Dios y del hombre. Son fuerzas que se oponen a la realización plena humana, a los deseos de verdad y de vida feliz.

Cristo, “medicina” contra la muerte
El último enemigo es la muerte” (v. 26). Ella es la barrera última que se opone al deseo humano. Sigue en pie el adagio latino: “Contra vim mortis nullum est medicamentum in hortis” (contra la fuerza de la muerte no hay medicina alguna en los huertos). Cristo resucitado es la “medicina” de Dios sobre la muerte. En Cristo trascendemos la historia humana. No volvemos a esta vida, no se reanimará nuestro cadáver. Da igual inhumarlo que incinerarlo. Resucitar con Cristo es unirnos a su plenitud, lograr los deseos permanentemente con él, llenarnos de su Espíritu. Sólo lo podemos creer. No lo podemos imaginar. La pretensión de Jesús, su reino, sigue adelante en esta vida y tiene meta más allá de la muerte física. En esa historia de lucha contra los enemigos del hombre, lo que le deshumaniza, estuvo y sigue implicado Jesús. Es el trabajo de Dios y de Jesús (Jn 5, 17). En esta historia podemos implicarnos todos.

Oración:en Cristo todos volverán a la vida” (1Cor 15,20-26a.28)

Jesús, rey del universo:
asusta llamarte así tras la historia de tus seguidores;
tu realeza ha sido deformada por las pretensiones de algunos Papas:
“el Papa es señor supremo del mundo, todos le deben sometimiento
incluidos los príncipes, los reyes y el propio emperador”
(Dictatus Papae -1075- atribuido a Gregorio VII);
“declaramos, afirmamos y definimos que someterse al romano pontífice
es para toda creatura humana absolutamente necesario para la salvación”
(Bula `Unam sanctam´ -18.09.1302- de Bonifacio VIII; DS 872-75. Dz 468-69).

Basta observar tu vida tal como aparece en los evangelios:
para reconocer que tu pretensión vital era ser rey de otro modo;
a Pilatos le dijiste que tu realeza no era de este mundo:
- que habías venido a este mundo para ser rey de la verdad (Jn 18, 36-37).

Tu verdad, Jesús del amor y de la vida, era el ser humano:
“única criatura terrestre que Dios ha amado por sí misma;
que no puede encontrarse a sí mismo si no en la entrega de sí mismo -Lc 17, 33-” (GS 24);
tu proyecto de vida es devolver la dignidad a cada persona;
tu reino es que el ser humano viva de verdad;
el objetivo de tu vida es colaborar en su realización plena;
por eso, curas, comes con todos, invitas al amor mutuo...;
procuras que todos se sientan amados por el misterio de Dios;
llamas a todos a construir el reino de la verdad, la vida, la paz...

En el fondo, tu muerte fue causada por el sistema religioso:
cuyo centro no es el ser humano, sino el Ser Sagrado, el Absoluto;
cuya dignidad, poder, normas, prohibiciones, amenazas...
- han sido entregadas a sus representantes;
- ellos en su nombre las administran y defienden.

Contemplar tu vida es percatarse de tu reino:
tú hablabas con y de Dios como Padre amoroso, sin imposición alguna;
tu Padre no “castiga” a los que se extravían, sino que los “busca”;
cuando los encuentra, no pide cuentas, ni reprocha ni amenaza;
tu encuentro es una alegría inmensa, una fiesta (Lc 15, 1-10).

No acudes al templo a orar ni a participar en actos litúrgicos:
vas al templo a hablar con la gente y explicarles tu modo de ver las cosas;
hablas con y de Dios en el campo, en el monte, en la convivencia normal;
los dirigentes religiosos ni a la hora de la muerte olvidarían tu ataque al templo;
más aún: tu propuesta de adorar a Dios en “espíritu y en verdad” (Jn 4, 23)
- incluye la libertad del culto al margen de todo lugar sagrado;
“Jesús vio que la pretendida dignidad del templo y sus ceremonias
son el origen de la peligrosa tranquilidad de conciencia
y hasta la presunción satisfactoria que, tantas veces,
experimentan las gentes más adictas a la religión,
especialmente los `profesionales´ del culto sagrado”
(J. M. Castillo: La humanización de Dios. Ensayo de cristología.
Ed. Trotta. Madrid 2010; 2ª ed. P. 110).

Lo importante para ti es la vida de las personas, no la “ley de Dios”:
“la salud, la vida y la dignidad de `lo humano´ es más importante
que la santidad y la observancia de `lo religioso” (o. c., p. 114-115);
“tu proyecto, Jesús, y el proyecto de la religión son incompatibles” (o. c. p. 106ss);
en la práctica, desplazaste lo sagrado y lo pusiste en el ser humano;
lo sacaste del templo, de los sacerdotes, de la religión;
toda norma religiosa debía estar al servicio de la vida;
la ley que hiere la vida de las personas no puede venir de Dios;
así se explica tu libertad frente a la Ley judía:
- desde el amor de Dios la superas, la alivias, pasas de ella.

Tu proyecto de vida busca la comunión de todos en el Amor:
acoges a todos: extranjeros, enemigos, pecadores, de otras religiones y cultos...;
tú no separas, ni divides, ni enfrentas a unos creyentes con otros;
para ti lo sagrado es lo que hay de común en todo ser humano;
por eso te identificas con todos, especialmente con los que más sufren:
- “venid, benditos de mi Padre, tuve hambre...;
lo que hicisteis con uno de estos lo hicisteis conmigo
” (Mt 25, 31-46).

Tu reinado, guiado por el Amor, te llevó a la cruz:
desde la cruz reinas y abres la verdad de la vida;
sólo el Amor nos realiza y salva;
sólo el Amor atrae a ti y a tu reino.

Ayúdanos, Jesús, rey de nuestra vida, a vivir tu reino:
que tu Iglesia y nuestra, se atenga más al Evangelio;
que haya más comunicación entre sociedad e Iglesia;
que rompa su alianza con el poder económico e ideológico;
que anime la libertad de reflexión y palabra;
que no utilice lenguaje de superioridad clerical;
que la diversidad de ministerios no incluya supremacía de unos sobre otros;
que reconozca a la mujer como “uno en Cristo Jesús” (Gál 3, 28);
que celibato y ministerio no se exijan unidos en la misma persona;
que creamos en el Espíritu que alienta y cuida de la realidad;
que no ahogue ni persiga a los críticos, sino que los dé voz y escuche;
que busque la comunión con todas la iglesias cristianas;
que los pobres sean sus maestros de Evangelio;
que sus medios de comunicación estén abiertos a todos...

Rufo González
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