Domingo 13º TO B 2ª lect. (01.07.2018): Ayudar al necesitado es una gracia divina
Comentario: “sobresalid también en esta obra de caridad” (2 Cor 8,7-9.13-15)
Muchos comentaristas piensan que los capítulos 8 y 9 son dos breves cartas enviadas por Pablo a Corinto sobre la colecta de las comunidades griegas a favor de los “pobres entre los santos de Jerusalén” (Rm 15, 25-28; 1Cor 16,1-3; He 11,29-30; Gál 2,10). Esta colecta se presenta como un gesto cristiano normal. Pablo reconoce que está “prestando un servicio” (Rm 15,25: diaconón). La decisión es hacer una “comunión” (Rm 15,26: koinonían). Los gentiles conversos ya pertenecen a la comunidad: “habían comulgado” (ekoinónesan) con los bienes espirituales. De esta comunión debe surgir otra comunión: “servirles” (leitourguésai: hacer un servicio, una liturgia) en bienes materiales (Rm 15, 27). La entrega de la colecta es una acto muy serio: “sella (sfragiso) con ellos el fruto” (Rm 15, 28) del amor mutuo. La entrega oficial con garantías mutuas del importe lo acredita.
Los dos fragmentos de hoy justifican la colecta en favor de los pobres
1. La ayuda a los pobres es una gracia, un don
El versículo 7 anima a ser generosos. Parte del hecho de la abundancia de la comunidad de Corinto en dones comunitarios: en fe y en palabra, en conocimiento y en toda diligencia, y en amor para con nosotros. Este hecho tiene una finalidad necesaria: “para que también sobresalgáis en esta gracia” (traducción literal). La ayuda a los pobres es una “gracia”, un don, un regalo. En el versículo 4, se la llama “gracia y comunión del servicio a los santos” (“ten járin kai ten koinonían tes diakonías”).
2. Esta gracia no es fruto de una orden, sino del amor
Literalmente: “no hablo según una orden, sino poniendo a prueba la sinceridad de vuestro amor ante el empeño de otros”(v. 8). Si vuestro amor es auténtico tiene que empeñarse en la ayuda.
3. Jesús es modelo de generosidad
“Vosotros ya conocéis la generosidad (lit.: “la gracia”) de nuestro Señor Jesucristo, el cual siendo rico se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (v. 9). El camino de Dios se ve en la vida d Jesús. Es camino de pobreza y humildad frente a la avaricia y soberbia del mundo. No es por el poder, la fuerza y la riqueza cómo viene el reino de vida para todos. Es la tesis del himno de Filipenses (2, 6ss): “se despojó de sí mismo, adoptando la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres... se rebajó haciéndose obediente hasta la muerte...”. El amor gratuito ha movido el descenso de Jesús a compartir nuestra condición para elevarnos a su dignidad de Hijo de Dios, cuya riqueza es “comunión” en amor que iguala en dignidad y gloria. La vida de Jesús ha sido una “gracia” que enriquece a todos. Empezando por los más necesitados.
4. En busca de la igualdad básica humana
El segundo fragmento (vv. 13-15) es una apelación al principio humano de igualdad: todos tenemos derecho a vivir con dignidad. Es inhumano que coexistan el “desahogo” (sobra, derroche) junto a la “estrechez” (necesidad, hambre). Es humana la “igualdad” básica (isótetos). Ahora, dado el sistema económico vigente, viene a decir, vuestra abundancia remedia la necesidad de ellos. Algún día su abundancia será remedio de vuestra necesidad, “para que haya igualdad”. Repensar la igualdad es necesario. No basta tenerla como principio básico para adornar el discurso. Buscar la igualdad en dignidad, en respeto, en vida digna... es un imperativo ético y evangélico. Es la solidaridad propia de toda comunidad humanizada. Los versículos 13-15 terminan con una cita del Éxodo (16,18) sobre el maná del desierto que a nadie faltaba ni sobraba. Todos tienen derecho a comer.
Oración: “sobresalid también en esta obra de caridad” (2 Cor 8,7-9.13-15)
Jesús de la comunión y la igualdad:
hoy Pablo y sus comunidades organizan una colecta,
a favor de los “pobres entre los santos de Jerusalén”.
Tus seguidores no pueden olvidar a los más necesitados:
“unos profetas bajaron a Antioquía desde Jerusalén;
uno de ellos, de nombre Ágabo, indicó por medio del Espíritu
que iba a haber una gran hambre en el mundo entero...;
los discípulos decidieron enviar un subsidio, según los recursos de cada uno,
a los hermanos que residían en Jerusalén;
cosa que hicieron enviándolo a los ancianos por medio de Bernabé y Pablo” (He 11, 27-30).
Pablo se siente “diácono” de sus hermanos:
quienes deciden la colecta, Macedonia y Acaya, lo entienden
como “comunión” con los pobres de los santos que viven en Jerusalén;
la “comunión” era para ellos “compartir bienes espirituales y materiales”;
la “liturgia” para ellos era la vida compartida, el “servicio común”.
Pablo implica a las comunidades que viven en Corinto:
primero dándoles a conocer “la gracia de Dios dada en las iglesias de Macedonia”;
esta “gracia” era que, a pesar de estar en medio de una gran tribulación,
su alegría y su pobreza se desbordan en riqueza de generosidad.
Pablo dice ser “testigo” de la libre iniciativa y del esfuerzo por encima de sus posibilidades;
a él le han pedido sumarse a “la gracia y a la comunión de servicio a los santos”;
no como habíamos esperado, sino que se entregaron primero a sí mismos
para el Señor y para nosotros según voluntad de Dios;
por eso Pablo pide a Tito que haga también esta obra de caridad en Corinto.
Pablo les anima a ser generosos en consonancia con la fe, la palabra,
el conocimiento, la diligencia y el amor gratuito...;
ya sabéis, les dice, como fue Jesucristo: “siendo rico se hizo pobre por vosotros,
para que vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos” (2Cor 8,1-9).
Tu pobreza, Jesús, hijo y hermano, fue voluntaria:
“te despojaste de ti mismo, adoptando la condición de esclavo,
haciéndote semejante a los hombres...,
haciéndote obediente hasta la muerte...” (Flp 2, 6ss).
Tú, Jesús de Nazaret, experimentas el amor gratuito del Padre;
ese amor te lleva a luchar por la fraternidad que iguala y comparte;
ese amor te hace especialmente sensible ante la miseria y la opresión;
ese amor te lleva a ponerte al servicio de todos.
Tú, Jesús, no puedes entender a muchas iglesias cristianas:
Que tu Espíritu, Jesús, nos haga entender tu evangelio del Amor:
el amor que conduce a la libertad responsable de todo ser humano;
el amor que busca “nivelar, igualar”, la necesidad con la abundancia;
el amor que nos reconcilia y solidariza como hijos y hermanos.
Preces de los Fieles (D. 13º to b 2ª lect. 01.07.2018): Ayudar al necesitado es una gracia divina
La atención a los necesitados es central en la actividad de Jesús. Debe ser también central en nosotros, su Iglesia. Evitar el sufrimiento, aportar salud, alimento, bondad, verdad... es el centro del Evangelio. Pidamos que sea tambien de la Iglesia diciendo: “queremos verte en los necesitados”.
Por la Iglesia:
- que esté atenta al sufrimiento de todo ser humano;
- que cuide a las personas más que a los templos y sus tradiciones.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por las entidades de beneficiencia:
- que sean transparentes y movidas por la bondad desinteresada;
- que puedan realizar sus obras con libertad e independencia políticas.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por nuestras “cáritas” parroquiales:
- que la formen personas inteligentes y deseosas de justicia;
- que les ayudemos todos según nuestras posibilidades.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por la Seguridad Social:
- que esté al servicio de todos, especialmente de los más débiles;
- que sea transparente, justa, alejada de toda corrupción.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por los enfermos, presos, refugiados, sin techo...:
- que cuenten con nosotros, los seguidores de Jesús;
- que tengan espíritu comunitario, agradecido, luchador...
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por esta celebración:
- que nos dé hambre y sed de justicia, de paz, de verdad, de amor...;
- que sintamos el amor de Jesús por los que sufren.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Que tu Espíritu, Jesús, nos haga entender el evangelio del Amor que busca “nivelar, igualar”, la necesidad con la abundancia, el Amor que nos reconcilia y solidariza como hijos y hermanos. Te lo pedimos a ti, Jesús resucitado, que vives por los siglos de los siglos.
Amén.
Rufo González
Muchos comentaristas piensan que los capítulos 8 y 9 son dos breves cartas enviadas por Pablo a Corinto sobre la colecta de las comunidades griegas a favor de los “pobres entre los santos de Jerusalén” (Rm 15, 25-28; 1Cor 16,1-3; He 11,29-30; Gál 2,10). Esta colecta se presenta como un gesto cristiano normal. Pablo reconoce que está “prestando un servicio” (Rm 15,25: diaconón). La decisión es hacer una “comunión” (Rm 15,26: koinonían). Los gentiles conversos ya pertenecen a la comunidad: “habían comulgado” (ekoinónesan) con los bienes espirituales. De esta comunión debe surgir otra comunión: “servirles” (leitourguésai: hacer un servicio, una liturgia) en bienes materiales (Rm 15, 27). La entrega de la colecta es una acto muy serio: “sella (sfragiso) con ellos el fruto” (Rm 15, 28) del amor mutuo. La entrega oficial con garantías mutuas del importe lo acredita.
Los dos fragmentos de hoy justifican la colecta en favor de los pobres
1. La ayuda a los pobres es una gracia, un don
El versículo 7 anima a ser generosos. Parte del hecho de la abundancia de la comunidad de Corinto en dones comunitarios: en fe y en palabra, en conocimiento y en toda diligencia, y en amor para con nosotros. Este hecho tiene una finalidad necesaria: “para que también sobresalgáis en esta gracia” (traducción literal). La ayuda a los pobres es una “gracia”, un don, un regalo. En el versículo 4, se la llama “gracia y comunión del servicio a los santos” (“ten járin kai ten koinonían tes diakonías”).
2. Esta gracia no es fruto de una orden, sino del amor
Literalmente: “no hablo según una orden, sino poniendo a prueba la sinceridad de vuestro amor ante el empeño de otros”(v. 8). Si vuestro amor es auténtico tiene que empeñarse en la ayuda.
3. Jesús es modelo de generosidad
“Vosotros ya conocéis la generosidad (lit.: “la gracia”) de nuestro Señor Jesucristo, el cual siendo rico se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza” (v. 9). El camino de Dios se ve en la vida d Jesús. Es camino de pobreza y humildad frente a la avaricia y soberbia del mundo. No es por el poder, la fuerza y la riqueza cómo viene el reino de vida para todos. Es la tesis del himno de Filipenses (2, 6ss): “se despojó de sí mismo, adoptando la condición de esclavo, haciéndose semejante a los hombres... se rebajó haciéndose obediente hasta la muerte...”. El amor gratuito ha movido el descenso de Jesús a compartir nuestra condición para elevarnos a su dignidad de Hijo de Dios, cuya riqueza es “comunión” en amor que iguala en dignidad y gloria. La vida de Jesús ha sido una “gracia” que enriquece a todos. Empezando por los más necesitados.
4. En busca de la igualdad básica humana
El segundo fragmento (vv. 13-15) es una apelación al principio humano de igualdad: todos tenemos derecho a vivir con dignidad. Es inhumano que coexistan el “desahogo” (sobra, derroche) junto a la “estrechez” (necesidad, hambre). Es humana la “igualdad” básica (isótetos). Ahora, dado el sistema económico vigente, viene a decir, vuestra abundancia remedia la necesidad de ellos. Algún día su abundancia será remedio de vuestra necesidad, “para que haya igualdad”. Repensar la igualdad es necesario. No basta tenerla como principio básico para adornar el discurso. Buscar la igualdad en dignidad, en respeto, en vida digna... es un imperativo ético y evangélico. Es la solidaridad propia de toda comunidad humanizada. Los versículos 13-15 terminan con una cita del Éxodo (16,18) sobre el maná del desierto que a nadie faltaba ni sobraba. Todos tienen derecho a comer.
Oración: “sobresalid también en esta obra de caridad” (2 Cor 8,7-9.13-15)
Jesús de la comunión y la igualdad:
hoy Pablo y sus comunidades organizan una colecta,
a favor de los “pobres entre los santos de Jerusalén”.
Tus seguidores no pueden olvidar a los más necesitados:
“unos profetas bajaron a Antioquía desde Jerusalén;
uno de ellos, de nombre Ágabo, indicó por medio del Espíritu
que iba a haber una gran hambre en el mundo entero...;
los discípulos decidieron enviar un subsidio, según los recursos de cada uno,
a los hermanos que residían en Jerusalén;
cosa que hicieron enviándolo a los ancianos por medio de Bernabé y Pablo” (He 11, 27-30).
Pablo se siente “diácono” de sus hermanos:
quienes deciden la colecta, Macedonia y Acaya, lo entienden
como “comunión” con los pobres de los santos que viven en Jerusalén;
la “comunión” era para ellos “compartir bienes espirituales y materiales”;
la “liturgia” para ellos era la vida compartida, el “servicio común”.
Pablo implica a las comunidades que viven en Corinto:
primero dándoles a conocer “la gracia de Dios dada en las iglesias de Macedonia”;
esta “gracia” era que, a pesar de estar en medio de una gran tribulación,
su alegría y su pobreza se desbordan en riqueza de generosidad.
Pablo dice ser “testigo” de la libre iniciativa y del esfuerzo por encima de sus posibilidades;
a él le han pedido sumarse a “la gracia y a la comunión de servicio a los santos”;
no como habíamos esperado, sino que se entregaron primero a sí mismos
para el Señor y para nosotros según voluntad de Dios;
por eso Pablo pide a Tito que haga también esta obra de caridad en Corinto.
Pablo les anima a ser generosos en consonancia con la fe, la palabra,
el conocimiento, la diligencia y el amor gratuito...;
ya sabéis, les dice, como fue Jesucristo: “siendo rico se hizo pobre por vosotros,
para que vosotros, con su pobreza, os hagáis ricos” (2Cor 8,1-9).
Tu pobreza, Jesús, hijo y hermano, fue voluntaria:
“te despojaste de ti mismo, adoptando la condición de esclavo,
haciéndote semejante a los hombres...,
haciéndote obediente hasta la muerte...” (Flp 2, 6ss).
Tú, Jesús de Nazaret, experimentas el amor gratuito del Padre;
ese amor te lleva a luchar por la fraternidad que iguala y comparte;
ese amor te hace especialmente sensible ante la miseria y la opresión;
ese amor te lleva a ponerte al servicio de todos.
Tú, Jesús, no puedes entender a muchas iglesias cristianas:
“gastar tantos dineros en templos, santuarios, ropas, utensilios, imágenes,
celebraciones y procesiones hasta para lucir peinetas, peregrinaciones a lugares especiales.
Vamos buscando a Dios en mil cosas, y no lo buscamos donde verdaderamente está.
Por ejemplo: ¿para qué quiere la Virgen coronas y mantos en Sevilla, Zaragoza,
Covadonga, Fátima, Lourdes, etc. si tiene a sus hijos muriendo de hambre y frío?
Para querer bien a María no hace falta nada de eso, ni ir a esos lugares,
sino ir a donde están sus hijos más necesitados. Eso es lo que ella nos pide.
San Pablo escribió: “vosotros sois el templo vivo de Dios donde El habita”.
Eso otro son músicas desafinadas que Dios no quiere oír,
mientras haya un solo ser humano muriendo de forma injusta y prematura”
(Blog RD: tood@s.-Faustino: La religión atea del Neoliberalismo 07.03.12 | 08:19).
Que tu Espíritu, Jesús, nos haga entender tu evangelio del Amor:
el amor que conduce a la libertad responsable de todo ser humano;
el amor que busca “nivelar, igualar”, la necesidad con la abundancia;
el amor que nos reconcilia y solidariza como hijos y hermanos.
“Cuando veas a un pobre no pases de largo.
Piensa más bien lo que serías tú en su lugar.
¿Qué querrías entonces que hicieran todos por ti?.
Piensa que él es libre como tú y participa de tu misma dignidad.
Que todo lo posee en común contigo.
Y sin embargo, a ése, que no te es inferior en nada,
lo valoras con frecuencia en menos que a tus perros: pues éstos se hartan de pan
mientras el otro se duerme con frecuencia muerto de hambre”
(San Juan Crisóstomo: Sobre la carta a los Hebreos. PG 63, 93-94).
Preces de los Fieles (D. 13º to b 2ª lect. 01.07.2018): Ayudar al necesitado es una gracia divina
La atención a los necesitados es central en la actividad de Jesús. Debe ser también central en nosotros, su Iglesia. Evitar el sufrimiento, aportar salud, alimento, bondad, verdad... es el centro del Evangelio. Pidamos que sea tambien de la Iglesia diciendo: “queremos verte en los necesitados”.
Por la Iglesia:
- que esté atenta al sufrimiento de todo ser humano;
- que cuide a las personas más que a los templos y sus tradiciones.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por las entidades de beneficiencia:
- que sean transparentes y movidas por la bondad desinteresada;
- que puedan realizar sus obras con libertad e independencia políticas.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por nuestras “cáritas” parroquiales:
- que la formen personas inteligentes y deseosas de justicia;
- que les ayudemos todos según nuestras posibilidades.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por la Seguridad Social:
- que esté al servicio de todos, especialmente de los más débiles;
- que sea transparente, justa, alejada de toda corrupción.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por los enfermos, presos, refugiados, sin techo...:
- que cuenten con nosotros, los seguidores de Jesús;
- que tengan espíritu comunitario, agradecido, luchador...
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Por esta celebración:
- que nos dé hambre y sed de justicia, de paz, de verdad, de amor...;
- que sintamos el amor de Jesús por los que sufren.
Roguemos al Señor: “queremos verte en los necesitados”.
Que tu Espíritu, Jesús, nos haga entender el evangelio del Amor que busca “nivelar, igualar”, la necesidad con la abundancia, el Amor que nos reconcilia y solidariza como hijos y hermanos. Te lo pedimos a ti, Jesús resucitado, que vives por los siglos de los siglos.
Amén.
Rufo González