Domingo 32º TO B 2ª lect. (11.11.2018): la obediencia al Amor termina en la gloria

Comentario:Cristo ha entrado en el mismo cielo... ante Dios intercediendo” (Hebr 9,24-28)
La vida de Jesús revela el proyecto divino sobre la vida humana
Jesús, al morir, revela el “acceso nuevo y viviente a través de la cortina que es su carne” (Heb 10, 20). Al atravesar la “cortina de la carne” -la vida física- accedemos pues a “un santuario mayor y más perfecto, no hecho por hombres, es decir, no de este mundo creado” (Heb 9,11). Lo repite la lectura de hoy: “Cristo ha entrado no en un santuario construido por hombres -imagen del auténtico-, sino en el mismo cielo, para ponerse ante Dios, intercediendo por nosotros” (Heb 9,24). Compara el santuario del Antiguo Testamento con el santuario de Cristo resucitado. Jesús, sacerdote por su vida –no por ritos y ceremonias, ni sujeto a una disciplina religiosa-, entra en un santuario, no construido por manos humanas. Es el mismo cielo, la presencia de Dios cara a cara. Ahí intercede por nosotros: revelándonos lo que Dios tiene preparado. Es el último acto del sacrificio que fue toda su vida. La etimología de sacrificio es “hacer lo sagrado”. Dios es “sagrado” por su perfección. El hombre, por el deseo de perfección que tiene en su interior, puede también considerarse “sagrado”. Nos vamos haciendo más sagrados en la medida que nos vamos perfeccionando. La perfección divina para Jesús es su amor gratuito y universal. De aquí que nos invite a amar incluso a los enemigos, para ser hijos de vuestro Padre que hace salir y el sol y bajar la lluvia sobre justos y pecadores.. “Sed perfectos como vuestro Padre del cielo es perfecto” (Mt 5,44-48). La vida de Jesús puede resumirse en amar como Dios ama, hacer el bien y liberar a los oprimidos por el mal. Esa es su tarea sacrificial tal como lo entiende esta carta.

La mediación de Jesús: inaugura, revela y atrae, siendo “pionero y consumador”
Se inicia con el deseo de cumplir la voluntad de Dios de “llevar muchos hijos a la gloria” (Heb 2,10). Su mediación no es “sustitución, compensación o imputación” como lo entienden algunas interpretaciones religiosas humanas. Para Hebreos, la vida Jesús –toda ella sacrificio: acción sagrada- inaugura, revela y atrae. La vida de Jesús inaugura un modo “perfecto” de vivir, que sacia el deseo infinito del ser humano: amar sin medida. Revela así el rostro divino y el sentido de nuestra vida. Resucitado, atrae a su camino “intercediendo por nosotros”, como había hecho en su vida mortal. Su “intercesión” no es estar recordando a un Dios, amnésico o arrebatado de ira, sus méritos. Sino que “intercede” siendo “pionero y consumador de la fe” (Heb 12,2) y dando su Espíritu. Contemplando con fe el final de su vida, la resurrección, nos damos cuenta de que los hombres pueden romper el sinsentido de la muerte, y llegar a la realización plena. La vida de Jesús es el camino: “ofrezcamos a Dios sin cesar, por medio de él, un sacrificio de alabanza, es decir, el fruto de los labios que celebran su nombre” (Heb 13,15); “no olvidéis hacer el bien y ayudaros mutuamente, porque son ésos los sacrificios que agradan a Dios” (Heb 13,16). El camino, pues, está ya abierto, aunque sigue atravesado por la fragilidad, el miedo, las trabas, el sufrimiento, la muerte. Pero la obediencia al Amor termina en gloria. De esto se hace eco Pablo: “aquello que dice la Escritura: `lo que ojo nunca vio ni oreja oyó ni hombre alguno ha imaginado, lo que Dios ha preparado para los que lo aman´ -Is 64, 3; 52,15; Eclo 1,10-, nos lo ha revelado Dios a nosotros por medio del Espíritu” (1Cor 2, 9-10).

Oración:Cristo ha entrado en el mismo cielo... ante Dios intercediendo” (Hebr 9,24-28)

Jesús, revelador, restaurador, mediador, intercesor...:
la carta a los Hebreos interpreta tu vida como sacrificio grato a Dios;
“aquí estoy para hacer tu voluntad”, es el espíritu de tu llegada al mundo (Heb 10, 9);
abrazas la vida real, de “nuestra sangre y carne”;
experimentas la debilidad y el miedo a la muerte;
oyes “otra voz”, el Amor del Padre, que puede salvar de la muerte;
obedeces a este Amor a pesar de los sufrimientos;
el Amor del Padre no te defrauda, te conduce a la perfección;
te convierte en causa de salvación para todos los que te escuchan.

Toda tu vida está traspasada por el Amor del Padre:
entiendes tu vida como“salir del Padre” y “volver al Padre” (Jn 16,28);
su voluntad es que vivas la vida real humana;
con su espesor de debilidad y fuerza;
con su límite físico mortal y sus deseos de plenitud.

Estás persuadido del amor singular del Padre:
su Espíritu hará cada vez más consistente tu convicción;
vencerás las tentaciones más humanas:
- vivir sólo de pan, sin alimento del Amor;
- querer utilizar el Amor desinteresado de Dios;
- buscar el poder y la riqueza para dominar a tus hermanos...

Pretendes realizar, en la medida que puedes, el reino de Dios:
donde todos puedan vivir dignamente;
donde todos se consideren hermanos: iguales y respetados;
donde todos puedan satisfacer las necesidades básicas;
donde la riqueza y poder estén al servicio de todos;
donde se respete la vida del “único ser al que Dios ama por sí mismo”;
donde todos podamos sentirnos amados por Dios Padre.

Tu pretensión encontró nuestras mismas resistencias:
el afán de tener y poder por miedo a perder la vida;
la lucha encarnizada de nuestros egoísmos enfrentados;
la muerte que detiene los deseos de verdad y felicidad;
la historia nos dice que no hay salida:
- los fuertes dominan y esclavizan;
- mantienen en situación de miseria a la mayoría;
- quienes intentan romper el cerco son eliminados;
- la injusticia sigue adelante sin solución...

Tu vida en Amor es la salida que Dios Padre-Madre brinda:
la vida en Amor es camino hacia la perfección, la dicha, la felicidad;
en nuestra vida, si te escuchamos, podemos acercarnos al Amor;
al creer en ti, Jesús, recibimos tu mismo Espíritu de amor;
Espíritu que nos asegura que somos hijos de Dios” (Rm 8, 16);
Espíritu que desembaraza de la codicia del dinero y el poder;
Espíritu que considera a todos hermanos, sin pretensión de dominio;
Espíritu que capacita para organizarnos en estructuras de libertad;
Espíritu que realiza nuestras capacidades como servicio;
Espíritu que libera a los oprimidos por cualquier necesidad.

Aferrados a tu amor, el camino está abierto:
lo contemplamos en tu vida, en tu muerte, en tu resurrección;
tú eres el revelador, el restaurador, el mediador, el intercesor... nuestro.

Queremos, Jesús de todos, integrarnos en el “sacrificio” de tu vida:
“hacer sagrada” cada vez más nuestra vida hasta la plenitud de la resurrección.

Rufo González
Jaén, noviembre 2018
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