La familia reduce a veces nuestra vida: nos hacer vivir sólo para nosotros, nos curva hacia el egoísmo, nos descentra de la fraternidad universal Domingo 13º TO (28.06.2020): la fraternidad es la cruz y la alegría de Cristo

Comentario: “el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 10, 37-42)

Leemos el final del “sermón de la misión” o “discurso apostólico” (Mt 10). La misión de vivir y proclamar el Reino del cielo trae complicaciones, incluso dentro de la familia. La opción por el evangelio comporta tener como único absoluto el Reinado de Dios: la verdad, la vida, la libertad, el amor gratuito, la realización de los derechos y deberes humanos... Es imitar al Padre-Madre: “sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto... que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45-48). Esta es la cruz del amor, de la que habla el evangelio: “el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt 10,38).

El texto de hoy aborda los riesgos del Reino en la familia. Jesús compartía el mandato divino: “honra al padre y a la madre. Y el que maldiga al padre o a la madre es reo de muerte” (Mt 15,3-6; Mc 7, 8-13). Además recriminaba a los fariseos y escribas por inventar tradiciones -ritos, promesas, rezos...- para evadir su cumplimiento. El evangelio de hoy destacan los conflictos que el Amor universal y gratuito puede suscitar en la relación familiar. Jesús los sufrió. Basta leer las ocasiones en que aparece su familia en relación con su trabajo por el reino: “Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo,porque se decía que estaba fuera de sí” (Mc 3,21); “No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa” (Mc 6,4); “Tampoco sus hermanos creían en él” (Jn 7,5). Sobresale el episodio, recogido por los tres sinópticos, en que, de modo gráfico, aparece la realidad que Jesús quiere vivir: su reino, la fraternidad universal, el amor divino que une a todos los seres humanos: Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre»” (Mc 3,31-35; Mt 12, 46-49; Lc 8,19-21).

La tensión por vivir la fraternidad (el reino) brilla en este texto de Lucas: “He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo! Con un bautismo tengo que ser bautizado, ¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división. Desde ahora estarán divididos cinco en una casa: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra»” (Lc 12, 49-53). Idéntica tensión por la fraternidad se percibe en el texto de hoy: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí, la encontrará” (Mt 10,37-39). “Su vida” es “vivir para sí mismo”, no para la fraternidad, no “por mí” (por su reino).

Merecen destacarse las palabras sobre la acogida. Se percibe la vinculación entre Jesús, el Padre y los discípulos: “El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado” (v. 40). Se reconocen tres tipos de discípulos: “profetas” (itinerantes, carismáticos de catequesis), “justos” (autoridad basada en su vida ejemplar), “pequeños” (sencillos discípulos de Jesús). Todo gesto de amor será recompensado “por el Padre que ve en lo secreto” (Mt 6,6).

El bautismo manifiesta sacramentalmente la voluntad salvadora de Dios: nos incorpora a la opción de vida de Jesús, al reino del Padre hasta la muerte y resurrección. Ser hijo y hermano al estilo de Jesús es aceptar su cruz. Vivir el Reino en el ambiente familiar resulta difícil. Acoger a todos, especialmente a los más necesitados, es problemático. Por contraste, en la eucaristía todos somos acogidos y fortalecidos para fortalecer la opción del Reino.

Oración: “el que pierda su vida por mí la encontrará(Mt 10, 37-42)

Tus palabrashoy, Jesús, son desconcertantes:

tan desconcertantes como como tu relación familiar:

Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo,

porque se decía que estaba fuera de sí” (Mc 3,21);

No desprecian a un profeta más que en su tierra,

entre sus parientes y en su casa” (Mc 6,4);

Tampoco sus hermanos creían en él” (Jn 7,5)

Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar.

La gente que tenía sentada alrededor le dice:

«Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan».

Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?».

Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice:

«Estos son mi madre y mis hermanos.

El que haga la voluntad de Dios,

ese es mi hermano y mi hermana y mi madre»” (Mc 3, 31-35; Mt 12,46-49; Lc 8,19-21).

Hoy, tu palabra, nos sitúa en nuestra familia:

el que quiere a su padre o su madre más que a mí...

el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí...

el que no carga con su cruz y me sigue...

no es digno de mí”.

Nos recuerdas que tu reino no está sólo en la familia

el que encuentre su vida, la perderá,

y el que pierda su vida por mí, la encontrará”.

La familia reduce a veces nuestra vida:

nos hacer vivir sólo para nosotros;

nos curva hacia el egoísmo,

nos descentra de la fraternidad universal.

Su vida” es “vivir para sí mismo”;

perder su vida por mí” es vivir el amor universal del Padre-Madre.

A ti, Jesús, te quemaba la pasión por vivir la fraternidad:

He venido a prender fuego a la tierra,

¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!

Con un bautismo tengo que ser bautizado,

¡y qué angustia sufro hasta que se cumpla!

¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, sino división.

Desde ahora estarán divididos cinco en una casa:

tres contra dos y dos contra tres;

estarán divididos el padre contra el hijo y el hijo contra el padre,

la madre contra la hija y la hija contra la madre,

la suegra contra su nuera y la nuera contra la suegra»” (Lc 12,49-53).

Este evangelio ilumina estas pequeñas historias:

- “Mira, José Mari, no hagas el tonto;

siempre estás preocupado por los demás;

no tienes tiempo para ti;

¿qué te importan a ti esas personas,

si tienen o no tienen, si saben o no saben...?”.

- “Mariluz quiso ser misionera;

su familia logró desanimarla;

ella misma reconoce que perdió algo importante;

ya se considera mayor e incapaz de empezar”.

- “Los padres de Luis no le perdonaron nunca;

siendo sacerdote se enamoró de María Jesús;

decidió casarse y dejar el ministerio;

jamás permitieron que esa mujer pisara su casa”.

- “Los políticos sois todos iguales, le dicen a Javier;

cada uno a va a lo suyo.

Pero Javier dice que no:

él quiere servir a la sociedad honradamente,

y trabajar por la paz y la justicia”.

Aquí tienes, Señor Jesús, cuatro historias nuestras;      

en todas está tu llamada a vivir para los demás;

algunos descubren tu evangelio de amor fiel,

y quieren seguirlo contra viento y marea;

a todos les salió al encuentro la cruz del amor.

Danos, Cristo nuestro, el amoral Reino del cielo:

reino de vida, de verdad, de justicia, de paz, de amor universal...

Preces de los Fieles (Domingo 13º TO 28.06.2020)

Estamos llamados a la perfección del Padre-Madre del cielo, el Dios-Amor, que hace salir el sol y bajar la lluvia sobre sobre justos e injustos. Estamos llamados a la verdad de las cosas, al amor sincero, a procurar vida para todos, a promover derechos y deberes humanos en toda persona. Pidamos este camino de Jesús, diciendo: “queremos amar como Jesús”.

Por la Iglesia:

- que sea “un recinto de verdad y de amor, de libertad, de justicia y de paz”; 

- que “todos encuentren en ella un motivo para seguir esperando”.

Roguemos al nuestro Dios: “queremos amar como Jesús”.

Por las intenciones del Papa (Junio 2020):

- que “la evangelización siga el camino del corazón”;

- que “los que sufren encuentren caminos de vida,

dejándose tocar por el Corazón de Jesús”.

Roguemos a nuestro Dios:“queremos amar como Jesús”.

Por los investigadores:

- que amen la verdad y la vida, la salud y la paz;

- que se sientan acompañados por nuestra gratitud.

Roguemos al nuestro Dios: “queremos amar como Jesús”.

Por este verano tan singular:

- que colaboremos a mejorar la situación sanitaria;

- que seamos responsables, solidarios, atentos a los necesitados.

Roguemos al nuestro Dios: “queremos amar como Jesús”.

Por la pandemia del coronavirus:

- que acertemos a curarla, a sufrirla con esperanza;

- que nos acompañemos en el llorar y en la ayuda mutua.

Roguemos al nuestro Dios: “queremos amar como Jesús”.

Por esta celebración:

- que nos ayude a escuchar la realidad, las necesidades...;

- que nos consuele y anime a amar como amaba Jesús.

Roguemos al nuestro Dios: “queremos amar como Jesús”.

Bendice, Padre-Madre de todos, nuestra historia. Ayúdanos a descubrir tu voluntad de bien y de verdad. Danos fortaleza para amar como tu Hijo Jesús, cargando con la cruz que el amor a todos lleva consigo. Te lo pedimos por él, que vive por los siglos de los siglos.

Amén.

Alcorcón, 28 junio 2020

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