Domingo 21º TO (24.08.2014)

Introducción:Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16, 13-20)
Llega Jesús a la región de “Cesarea de Filipo”, al norte de Galilea, cerca del nacimiento del Jordán. Esta ciudad la reconstruyó el tetrarca Filipo en honor de César-Augusto. Mucha gente, ante el rechazo de los sectores más cultos y piadosos -fariseos y escribas-, se aparta de Jesús. El mismo Jesús teme represalias. Pone tierra por medio, y se retira a estas regiones del norte a repensar su ministerio. Es lógico que pulse la opinión de la gente y el grado de adhesión de los discípulos.

¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
La respuesta recoge los rumores populares: en los ambientes de la corte de Herodes (14,2), tras la experiencia del Bautista, dicen que es Juan redivivo. Otros hablan de Elías, esperado para consagrar al Mesías (Mal 3, 23-24; Eclo 48,10) y preparar el Reino de Dios. El mismo Jesús alude a Elías como el profeta “que iba a venir” para explicar la figura de Juan el Bautista (Mt 11, 14). Bajando del monte de la transfiguración, les dice que “Elías ha venido ya, pero no le han reconocido... Los discípulos entendieron que se refería a Juan el Bautista” (Mt 17,10-13). Una tercera opinión le cree Jeremías: por la semejanza en acusar al templo de “cueva de bandoleros” (Jer 7,11), en amar al pueblo, orar y sufrir por él (2Mac 15,14). Y por fin algunos le creen un profeta sin más, por decir lo que Dios diría en la situación actual.

Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo?
Pedro, en nombre de los Doce, contesta: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Jesús reconoce “dichoso” a Pedro porque ha aceptado la revelación del Padre a la gente sencilla. La fe en la divinidad de Jesús es un regalo, una gracia. Pedro, como todo creyente, ha sido agraciado con la fe en el Dios vivo, el Padre de Jesús. Por esta fe, se reconoce a Pedro que “es piedra” viva que entra a formar parte de la Iglesia, la ciudad nueva. “El poder del infierno (lit.: las puertas del Hades –región de los muertos, la muerte) no la derrotará”: es un modo de expresar la victoria sobre la muerte, “el que cree en mí no morirá nunca” (Jn 11, 25-27).

Te daré las llaves del reino de los cielos... Lo que ates... y lo que desates...
Son dos metáforas de la actividad creyente: admitir o rechazar a quienes aceptan o no a Jesús y su reino, e interpretar la Ley desde el Evangelio. Los católicos han aplicado estas funciones casi en exclusiva al Papa y a su Colegio apostólico. El Papa ha sido declarado fundamento de la Iglesia, mayordomo o supervisor de la misma, e intérprete de la Ley según la mente de Jesús. La tradición protestante interpreta estas palabras de Jesús como un reconocimiento de la actitud de fe. Creer en Jesús como el Mesías y el Hijo de Dios es la “roca” sobre la que se asienta la Iglesia, es la puerta para entrar en ella, y concede la capacidad para interpretar la Ley según la mentalidad de Jesús. Debe brillar especialmente en los responsables de las comunidades.

ORACIÓN:Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?” (Mt 16, 13-20)

Señor Jesús:
Has llegado a un enfrentamiento con los dirigentes del pueblo:
- los sectores más religiosos y cultos no aceptan tu pretensión;
- tu fe en el Padre Dios les resulta blasfema;
- poner el amor por encima de la Ley es intolerable;
- tu libertad ante las instituciones les parece muy peligrosa;
- no respetar el ayuno ni la leyes de impureza te hace incompatible con Dios.

Mucha gente sencilla no comprende e intenta alejarse.
Tu misión parece abocada al fracaso.
Te retiras con los discípulos e intentas hacer balance sobre la misión.

¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”, preguntas.
Como buen misionero quieres saber el calado de tu mensaje,
te inquieta la interpretación de tu actividad,
te preocupa la confusión de tu identidad y pretensión.

Los discípulos, sin edulcorar la realidad, recogen los rumores populares.
- En los ambientes de la corte de Herodes eres Juan Bautista:
despreciado por las autoridades judías;
encarcelado y asesinado por el poder político;
creen que pretendes reivindicar su figura.

- Otros hablan de Elías, el profeta de fuego, testigo de la fe de Israel;
perseguido en tiempos de vasta corrupción religiosa;
se le esperaba para preparar el día del Señor y consagrar a su Mesías.
Tú mismo habías aludido a Elías como el profeta “que iba a venir”;
bajando del monte de la transfiguración, habías dicho que
Elías ha venido ya, pero no le han reconocido...
Los discípulos entendieron que te referías a Juan el Bautista
” (Mt 17,10-13).

-Una tercera opinión te identifica con Jeremías:
por acusar de convertir el templo en “cueva de bandoleros”;
por gritar en soledad un amor entrañable al pueblo;
por orar y sufrir en medio de la indiferencia y oscuridad.

- Por fin algunos te creen un profeta sin más:
alguien que anima la esperanza mesiánica;
soñador un mundo mejor, fruto del Espíritu divino;
una persona que dice lo que Dios quiere en ese momento.

La gente supera así a los dirigentes,
para quienes “los profetas han muerto”;
lo que les importa es la Ley, el Templo, la Institución judía;
“están seguros de que estás loco al prometer vida eterna a quien te haga caso” (Jn 8, 51-53).

Y vosotros, ¿ quién decís que soy yo?”, pre
Y vosotrosPedro, en nombre de la comunidad, afirma algo inaudito:
Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”.
Hoy como ayer esta afirmación supera nuestra percepción:
ni la ciencia, ni la historia, ni la filosofía... se atreven a tanto.
Por eso le dices: “¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!,
porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso,
sino mi Padre que está en el cielo
”.

“Ir a ti”, creerte “Hijo de Dios vivo”, es siempre una gracia del Padre:
nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre” (Jn 6,65; 6,44).

La fe en tu divinidad es el fundamento de la Iglesia:
como María, como Pedro, somos dichosos al creer en Ti.
Esta fe es la roca sobre la que se asienta toda participación en tu Iglesia.
Sobre esta fe, Pedro, y todos, nos fortalecemos en tu seguimiento;
cuidamos y supervisamos tu Iglesia, guiados por el Espíritu;
interpretamos tu amor en toda circunstancia.

Cristo Jesús, Hijo de Dios vivo:
auméntanos la confianza, la fe, en el amor del Padre;
danos a sentir tu amor gratuito, confiado, paciente;
haznos creativos sobre todo a favor de los hermanos más débiles;
haznos oír “el sentido de los fieles”, el clamor del Espíritu.

Rufo González
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