Este texto ha servido para prohibir el ministerio sacerdotal a los casados: “los que están en la carne no pueden agradar a Dios” (Rm 8,8) El Espíritu de Jesús influye en todos (D. 5º Cuaresma A 2ª Lect. 26.03.2023)

A ti, Jesús, venimos a beber el “agua viva

Comentario: “vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu” (Rm 8,8-11)

Romanos 8, “capítulo del Espíritu” (21 de las 34 citas de “espíritu” en Rm), contesta a la pregunta de Pablo “¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Rm 7,24). “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús te ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Rm 8,1-2). “Estoy convencido de que ni muerte, ni vida..., ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Rm 8,38-39).

El texto supone la antítesis paulina de “carne-espíritu” (cf. Gál 3,3; 5,16-26; Flp 3,3). No alude al dualismo platónico-cartesiano de cuerpo-espíritu, dos seres distintos, unidos accidentalmente. “Carne” es el aspecto pasional, guiado por el egoísmo (Gál 5, 16-21). Se interpreta por `orden meramente carnal´, `bajo instinto´, `apetito caótico´, “egoísmo”... “Estar en la carne” es vivir en pereza, ira, avaricia, libertinaje, idolatría, honor vano...

La lectura abre con esta afirmación rotunda: “Los que están en la carne no pueden agradar a Dios” (Rm 8,8). Es lógico que el Dios de Jesús, que es Amor (1Jn 4, 8) no se complazca en la vida guiada por el egoísmo. No es lógico que este texto haya servido para prohibir el ministerio sacerdotal a los casados.  Durante siglos la Iglesia identificó “estar en la carne” con la vida matrimonial, según consta aún en el Magisterio oficial de la Iglesia (Denz 185): “¿Por qué [el Señor] avisa a quienes se les encomendaba el santo de los santos, diciendo: Sed santos, porque también yo el Señor Dios vuestro soy santo [Lv 20,7; 1Pe 1,16]? ¿Por qué también, el año de su turno, se manda a los sacerdotes habitar en el templo lejos de sus casas? Pues por la razón de que ni aun con sus mujeres tuvieran comercio carnal, a fin de que... ofrecieran a Dios un don aceptable... Levitas y sacerdotes estamos obligados por la indisoluble ley de estas sanciones..., para agradar en todo a nuestro Dios en los sacrificios que diariamente le ofrecemos. Mas `los que están en la carne´, dice el vaso de elección, `no pueden agradar a Dios´ [Rm 8,8]” (De la Carta  ad decessorem, Himerio, obispo de Tarragona, 10 febrero 385). Dante Alighieri llama a Pablo, “Vaso de elección”, según Hechos 9, 15 (Divina Comedia, Infierno 2, 28).

Al aceptar a Jesús, lleno de Espíritu, nos empoderamos con mayor participación (un modo de hablar) del Espíritu Santo, nos abrimos más a lo divino, fuerza impulsora de toda acción benéfica y principio inspirador de bien: amor, paz, alegría, control de sí, etc. Es lo que reconoce Pablo: “vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios habita en vosotros; en cambio, si alguien no posee el Espíritu de Cristo no es de Cristo” (Rm 8, 9). “Estar en el espíritu” es dejarse llevar del Espíritu (Amor) de Dios que nos “habita”. Este Espíritu nos lleva a eliminar lo opuesto al amor (pecado), a “vivir por la justicia” (amor) y esperar “que dé vida a nuestros cuerpos mortales”.

“Sinduda el Espíritu Santo obraba ya en el mundo antes de la glorificación de Cristo” (Ad Gentes, 4). El texto conciliar recuerda en una nota un precioso texto de San León Magno: “Cuando el día de Pentecostés el Espíritu Santo llenó a los discípulos del Señor, no fue esto como iniciación de un oficio, sino añadidura de una dádiva: ya que los patriarcas y los profetas y los sacerdotes y todos los santos que vivieron en tiempos anteriores, fueron vivificados por la santificación del mismo Espíritu..., aunque no con la misma medida de dones” (Serm. 76. PL 54,450-405)

Oración: “vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu” (Rm 8,8-11)

Jesús, seguidor del Espíritu Santo:

sentiste su fuerza asombrosa mientras el agua del Jordán

inundaba tu cuerpo solidario (Lc 3,21s);

el mismo Espíritu te llevó por el desierto de la vida

mientras eras tentado por el mal” (Lc 4,1s);

con su fuerza vuelvesa Galilea, a Nazaret donde te habías criado;

lees el pasaje de Isaías: “el Espíritu del Señor está sobre ,

porque te ha ungido;

me ha enviado a evangelizar a los pobres,

a proclamar a los cautivos la libertad,

y a los ciegos, la vista,

a poner en libertad a los oprimidos,

a proclamar el año de gracia del Señor;

enrollando el rollo..., comenzaste a decirles:

`Hoy se ha cumplido esta Escritura que acabáis de oír´” (Lc 4,14.18-20).

Tu “hoy” llega a nuestros días, a nosotros:

vosotros no estáis en la carne, sino en el Espíritu...;

habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción,

en el que clamamos: «¡Abba, Padre!».

Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu

de que somos hijos de Dios” (Rm 8,15s).

Comparabas al “Espíritu” con el agua:

esa realidad sin la que nadie puede vivir;

realidad que Francisco de Asís sentía “hermana agua,

que es muy útil y humilde y preciosa y casta”;

creada y sustentada como nosotros;

“humilde, preciosa y casta” porque siempre baja,

da vida, riega, sacia, equilibra...

Tú, Jesús eres la Fuente del Espíritu:

Se lo dices a la samaritana:

el que beba del agua que yo le daré

nunca más tendrá sed;

el agua que yo le daré se convertirá dentro de él

en un surtidor de agua que salta hasta la vida eterna” (Jn 4,14).

Juan narra tu predicación en la fiesta de las Tiendas:

El último día, el más solemne de la fiesta, Jesús en pie gritó:

«El que tenga sed, que venga a mí

y beba el que cree en mí;

como dice la Escritura:

“de sus entrañas manarán ríos de agua viva”».

Dijo esto refiriéndose al Espíritu,

que habían de recibir los que creyeran en él” (Jn 7,37ss).

A ti, Jesús, venimos a beber el “agua viva”:

agua que mana del nuevo templo que eres tú (cf. Jn 2,18ss);

agua que sacia nuestra sed de vida, libertad, amor, justicia...;

aguaque salta hasta la vida eterna”:

si el Espíritu del que resucitó a Jesús...

habita en vosotros,

el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús

también dará vida a vuestros cuerpos mortales,

por el mismo Espíritu que habita en vosotros” (Rm 8,11);

agua que nos conduce a creer tu palabra:

Yo soy la resurrección y la vida...” (Jn 11,25s).

Preces de los Fieles (Domingo 5º Cuaresma A 2ª Lect. 26.03.2023)

El Espíritu de Jesúsinfluye en todos. Él nos ha inspirado estar hoy aquí, compartiendo tu Palabra y tu vida resucitada. Pidamos dejarnos llevar del Espíritu de Jesús, diciendo: queremos mirar la vida con tu Espíritu, Señor”.

Por la Iglesia universal:

- que se libere de “los bajos instintos” de poder, honor, riqueza...;

- que esté centrada en el servicio a los más débiles y necesitados.

Roguemos al Señor: queremos mirar la vida con tu Espíritu, Señor”.

Por las intenciones del Papa (marzo 2023):

- que atendamos a “los que sufren abuso de miembros de la comunidad eclesial”;

- “que encuentren en la misma Iglesia una respuesta concreta a su dolor y sufrimiento”.

Roguemos  al Señor: queremos mirar la vida con tu Espíritu, Señor”.

Por la libertad del ministerio eclesial:

- que el celibato no sea requisito necesario para ningún ministerio;

- que los presbíteros y obispos casados puedan volver al ministerio.

Roguemos al Señor: queremos mirar la vida con tu Espíritu, Señor”.

Por la igual dignidad de la mujer en la Iglesia:

- que pueda tener la misma responsabilidad que el varón;

- que pueda ejercer cualquier ministerio cristiano.

Roguemos al Señor: queremos mirar la vida con tu Espíritu, Señor”.

Por los refugiados, sin techo, parados...:

- que reconozcamos en ellos el Espíritu de Jesús;

- que desechemos toda violencia y humillación.

Roguemos al Señor: queremos mirar la vida con tu Espíritu, Señor”.

Por esta celebración:

- que celebremos el Espíritu, llamando a Dios “¡Padre!”;

- que sintamos el amor y alegría de hijos y hermanos.

Roguemos al Señor: queremos mirar la vida con tu Espíritu, Señor”.

Nosotros no estamos en la carne, sino en el Espíritu”. Por eso venimos a ti, Jesús, a beber el “agua viva”, que ofreces cada domingo: tu vida resucitada, “surtidor de agua que salta hasta la vida eterna”. Que no nos falte nunca, por los siglos de los siglos.

Amén.

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