La eucaristía es un ámbito privilegiado para que “el Espíritu Santo nos enseñe y nos vaya recordando lo que Jesús nos ha dicho” (Jn 14,25) La Eucaristía ilumina nuestra vida (D. 6º Pascua 25.05. 2025)
A pesar de nuestras limitaciones, el Amor de Jesús sigue vivo entre nosotros
| Rufo González
Comentario: “me mostró la ciudad santa que descendía del cielo” (Ap 21,10-14.22-23)
Se inicia la lectura con la expresión: “Me llevó en espíritu a…”. Es la introducción a una nueva visión. El texto leído viene precedido por:“vino uno de los siete ángeles…, y me habló diciendo: «Mira, te mostraré la novia, la esposa del Cordero»” (21,9). De la metáfora esponsal se pasa a la social: “Me mostró la ciudad santa de Jerusalén que descendía del cielo, de parte de Dios” (v. 10). Son metáforas de la dicha final, como las otras de las cartas a las iglesias. “Al vencedor le daré a comer del árbol de la vida, que está en el paraíso de Dios” (Ap 2,7), “el maná escondido” (Ap 2,17), “la estrella de la mañana” (Ap 2,28), “columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá fuera; escribiré sobre él el nombre de mi Dios, el nombre de la ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalén, la que desciende del cielo de junto a mi Dios, y mi nombre nuevo” (Ap 3,12).
“Tenía la gloria de Dios; su resplandor era semejante a una piedra muy preciosa, como piedra de jaspe cristalino” (v. 11). Describe la vida resucitada con imágenes de Isaías y Ezequiel: “¡Levántate y resplandece, porque llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti!... Sobre ti amanecerá el Señor y su gloria se verá sobre ti” (Is 60,1-2). “Vi la Gloria del Dios de Israel que venía de Oriente, con un estruendo de aguas caudalosas. La tierra se iluminó con su Gloria” (Ez 43,2).
La descripción de la ciudad se inspira en Ezequiel (48,30-35): “tenía una muralla grande y elevada, tenía doce puertas y sobre las puertas doce ángeles y nombres grabados que son las doce tribus de Israel. Al oriente tres puertas, al norte tres puertas, al sur tres puertas, al poniente tres puertas, y la muralla de la ciudad tenía doce cimientos y sobre ellos los nombres de los doce apóstoles del Cordero” (vv. 12-14). Da a entender que la Iglesia reemplaza al Israel de las doce tribus. El genio profético acaba afirmando: “Y desde ese día la ciudad se llamará: `El Señor está allí´” (Ez 30, 35).
“Y en ella no vi santuario, pues el Señor, Dios todopoderoso, es su santuario, y también el Cordero. Y la ciudad no necesita del sol ni de la luna que la alumbre, pues la gloria del Señor la ilumina, y su lámpara es el Cordero” (vv.22-23). Sobran ya los símbolos (templo como abrazo de Dios, lámparas como signos de su presencia) ante la inmediatez de Dios y de Cristo resucitado, que “cuando se manifiesten, seremos semejantes a ellos, porque los veremos tal cuales son” (1Jn 3,2). Jesús ha sido el reflejo de la gloria divina por su vida en amor, rechazada por el mundo injusto, rehabilitada en la resurrección.
La Eucaristía, presencia de Jesús glorioso, anticipa y expresa la “ciudad” esperada. “En la Sagrada Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo, nuestra Pascua y pan vivo que, por su Carne, vivificada y vivificante por el Espíritu Santo, da vida a los seres humanos que así son invitados y guiados a ofrecerse a sí mismos, sus trabajos y todas las cosas creadas juntamente con Él. Por lo cual, la Eucaristía aparece como la fuente y cima de toda la evangelización” (PO 5).
En la eucaristía percibimos que “el Señor es el fin de la historia humana, punto de convergencia hacia el cual tienden los deseos de la historia y de la civilización, centro de la humanidad, gozo del corazón humano y plenitud total de sus aspiraciones. Él es aquel a quien el Padre resucitó, exaltó y colocó a su derecha, constituyéndolo juez de vivos y de muertos. Vivificados y reunidos en su Espíritu, caminamos como peregrinos hacia la consumación de la historia humana, la cual coincide plenamente con su amoroso designio: "Restaurar en Cristo todo lo que hay en el cielo y en la tierra" (Ef 1,10)” (GS 45).
Oración: “me mostró la ciudad santa que descendía del cielo” (Ap 21,10-14.22-23)
Jesús resucitado:
tu herencia preciosa es la eucaristía;
tú sigues vivo y tu amor nos acompaña;
tu amor silencioso, perdonador, consolador,
estimulante, crítico, impulsivo...
La eucaristía es la asamblea del Amor:
sólo sintiendo amor, nos acercamos dignamente;
amor, reflejo del amor incondicional del Padre;
“ves la Trinidad si ves el amor”, decía san Agustín
(De Trinitate, VIII, 8, 12: CCL 50, 287).
La eucaristía es un ámbito privilegiado para que:
“el Paráclito, el Espíritu Santo,
que envía el Padre en tu nombre,
nos enseñe todo y nos vaya recordando
todo lo que tú has dicho” (Jn 14,25);
el Espíritu es tu “potencia interior que
armoniza nuestro corazón con el tuyo;
el Espíritu nos mueve a amar a los hermanos
como Tú, Cristo, los ha amado,
cuando te ha puesto a lavar los pies de tus discípulos
y, sobre todo, cuando has entregado tu vida por todos”
(Benedicto XVI, Deus caritas est 19).
En la Eucaristía, Jesús, nos introduces:
en el amor del Padre que nos ama,
en el amor fraternal tuyo, Hijo del Padre,
en la comunión de amor del Espíritu.
En la Eucaristía, tu amor toma cuerpo en nosotros:
A veces estamos como cegados,
y no vemos más que las sombras;
“somos desastre”, “no tenemos arreglo”, nos decimos;
nos quedamos únicamente en la crítica destructiva;
“la gloria del Señor ilumina” toda eucaristía;
“su lámpara eres, tú, el Cordero” entregado.
Reconocemos, Señor, tu amor incondicional:
amor, que realiza maravillas en medio de nosotros;
amor, “gloria de Dios que ilumina” nuestro mundo;
amor, resplandor de la verdad de nuestra la vida.
Amor cordial y práctico que nos habita:
atiende a los necesitados y enfermos generosamente;
ayuda a quien no puede pagarse profesor privado;
catequiza y acompaña diversas actividades sin cobrar;
cuida y asea gratis ropa, manteles, vasos, etc. del culto;
lleva el control económico y burocrático parroquial;
arregla puertas y ventanas sin interés alguno;
anima las celebraciones con cantores, monitores, lectores...;
aporta donativos de forma habitual;
sostiene sacerdotes que trabajan civilmente
y prestan su servicio gratis en la parroquia;
colabora en entidades benéficas a favor de los más pobres;
se compromete en acciones de transformación social:
como sindicalistas, empresarios, políticos,
asociaciones por la justicia y la paz...
(recordad otras actividades de amor
en vuestra parroquia, comunidad, familia...).
A pesar de nuestras limitaciones,
tu Amor sigue vivo entre nosotros:
hoy te damos profundas y sinceras gracias;
percibimos estas convicciones, reflejo de tu Amor:
tenemos todos la misma dignidad de hijos y hermanos;
la parroquia somos todos, miembros de tu cuerpo;
cada uno aporta según el don recibido,
como las partes del mismo cuerpo;
todos somos llamados a construir tu Reino.
rufo.go@hotmail.com