Creer en Cristo Jesús es entrar en la verdad, en el camino y en la vida, auténticamente humanos “Misioneros de esperanza entre los pueblos” (Domingo 29º C TO 19.10.2025)

Domund: Jornada Mundial por la evangelización de los pueblos

Comentario:proclama la Palabra (2Tim 3,14-4,2)

Leemos una exhortación a la fidelidad. Para todos, y más para quien preside una comunidad cristiana. Es la fidelidad al Espíritu evangélico, aprendido en la transmisión catequética. Es a la verdad revelada en la Escritura y en la Tradición. “Permanece en lo que aprendiste y creíste, consciente de quiénes lo aprendiste” (v. 14). Conecta con lo escrito antes: “Evoco el recuerdo de tu fe sincera, la que arraigó primero en tu abuela Loide y en tu madre Eunice, y estoy seguro que también en ti” (2Tim 1,5). Así, permaneciendo en la fe aprendida, podrá “hacerse fuerte en la gracia de Cristo Jesús; y lo que ha oído de Pablo… confiarlo a hombres fieles, capaces, a su vez, de enseñar a otros” (2Tim 2, 1-2).

Desde niño conoces las Sagradas Escrituras: ellas pueden darte la sabiduría que conduce a la salvación por medio de la fe en Cristo Jesús” (v. 15). La fe en Jesús es la clave para entender la Escritura. “En muchas ocasiones y de muchas maneras habló Dios antiguamente a los padres por los profetas. En esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo, al que ha nombrado heredero de todo, y por medio del cual ha realizado los siglos. Él es reflejo de su gloria, impronta de su ser” (Hebr 1, 1-3). Jesús, junto con la “sabiduría” de la Escritura, ilumina y realiza al ser humano. Creer en Él, es entrar en la verdad, en el camino y en la vida, auténticamente humanos.

Toda Escritura es inspirada por Dios y además útil para enseñar, para argüir, para corregir, para educar en la justicia” (v. 16). Las Escrituras se han escrito desde la fe en Dios creador, que ama a sus criaturas. Sus escritores están inspirados por el Amor creador. Por ello, toda Escritura tiene, al menos, estas cuatro capacidades: enseña lo que Dios quiere aquí y ahora, argumenta la buena conducta, corrige extravíos y educa en la justicia. Su revelación progresiva acompasa la cultura y la conciencia humanas, dando verdad, realización, paz, alegría… Es la mayéutica de Dios que alumbra su voluntad al compás de nuestro desarrollo. De aquí nuestra atención a los signos de los tiempos, a los derechos humanos, a la igualdad de hombres y mujeres, a la democracia…

A fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté preparado para toda obra buena” (v. 17). Ya ha dicho cómo puede “prepararse para toda obra buena: purificándose de errores y pasiones juveniles, y buscando justicia, fe, amor, paz con los que invocan al Señor con corazón limpio” (2Tim 21-22). En 1ªTimoteo dice el “hombre de Dios…huye del amor al dinero, raíz de todos los males…, y busca la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre” (1Tim 6,10s).

El capítulo 4º se inicia con un juramento (v. 1), prohibido por Jesús (Mt 5,34: “yo os digo que no juréis en absoluto… Vuestro hablar sea sí, sí, no, no. Lo que pasa de ahí viene del Maligno”. Sant 5,12), pero aquí, signo de la importancia de la exhortación. Destaca su aspecto de “testamento”, de últimas voluntades: “proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad y doctrina” (4,2).

“Misioneros de esperanza entre los pueblos”, nos define el mensaje del Domund de este año. Lo dejó escrito el Papa Francisco el 25 de enero de 2025, fiesta de la Conversión de san Pablo. Insta a seguir “las huellas de Cristo, nuestra esperanza”. Nos recuerda que “Jesús continúa su ministerio de esperanza para la humanidad por medio de sus discípulos, acompañados místicamente por Él… Debemos renovar la misión de la esperanza” constantemente.

Oración:proclama la Palabra (2Tim 3, 14-4,2)

Hoy, Señor, celebramos el “Domund”:

Jornada Mundial por la evangelización de los pueblos.

Tu memoria mision­era se actualiza en la Eucaristía:

escuchamos tu palabra “aquí y ahora”;

nos alimentamos con tu vida: cuerpo y sangre;

terminamos aceptando tu misión:

Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos,

bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo

y del Espíritu Santo;

y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.

Sabed que yo estoy con vosotros todos los días,

hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).

Por eso a la eucaristía la llamamos también “misa” (misión).

Hoy nos interpela esta lectura apostólica:

permanece en lo que aprendiste y creíste…;

desde niño conoces las Sagradas Escrituras:

ellas pueden darte la sabiduría

que conduce a la salvación

por medio de la fe en Cristo Jesús.

Toda Escritura es inspirada por Dios;

y además útil para enseñar, para argüir,

para corregir, para educar en la justicia;

a fin de que el hombre de Dios sea perfecto

y esté preparado para toda obra buena.

Te conjuro delante de Dios y de Cristo Jesús,

que ha de juzgar a vivos y a muertos,

por su manifestación y por su reino:

proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo,

arguye, reprocha, exhorta con toda magnanimidad

y doctrina” (2Tim 3,14-4,1-2).

“Misioneros de esperanza entre los pueblos”,

nos define el mensaje del Domund de este año.

“Tú, Señor Jesús, continúas tu ministerio de esperanza

para la humanidad por medio de tus discípulos,

enviados a todos los pueblos

y acompañados místicamente por Ti…”.

Tu Espíritu enciende la pasión misione­ra:

seguimos “tus huellas, Cristo, nuestra esperanza”;

anunciamos tu Palabra viva y eficaz;

convocamos a la oración, como pide el papa:

“rezar es la primera acción misionera

y la primera fuerza de la esperanza” (Mensaje 2025);

nos incorporamos a tu acción y a la del Padre (Jn 5,17);

abrimos caminos no transitados o cerrados

por nuestra intolerancia o inercia;

queremos ser “portadores y constructores

de esperanza entre los pueblos”.

rufo.go@hotmail.com

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