Todos los Santos (01.11.2017): el Amor nos hace enteramente buenos, santos

Introducción:mirad qué amor nos ha tenido el Padre” (1Jn 3,1-3)
La primera carta de Juan, dirigida a unas comunidades de Asia Menor, del entorno del evangelista Juan, expone y resume la fe y la moral en una situación polémica. Su contexto son los problemas provocados por carismáticos con interpretaciones erróneas sobre Dios, Jesús y la moral cristiana. Frente a ellos, aclara la humanización de Dios en Jesús y la conducta que exige su seguimiento.

La paternidad de Dios configura a sus hijos
El capítulo 3 reflexiona la paternidad de Dios. La relación con el Padre configura la personalidad cristiana. Esta relación estructura una vida que practica la justicia de Dios: “todo el que practica la justicia ha nacido de Dios” (2, 29). “Practicar la justicia es amar al hermano” (3, 10b). “Amar al hermano es pasar de la muerte a la vida... No amar es quedarse en la muerte. Odiar al hermano es ser un asesino... No amemos de palabra..., sino con obras y de verdad” (3, 14-18).

Contemplación de la paternidad divina
La lectura de hoy invita a meditar nuestro “nacimiento de Dios” (Jn 3, 5ss): “mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!” (3, 1a). Hemos nacido “por el agua y el Espíritu” (Jn 3, 5). Fruto de la fe en Jesús: “a cuantos le han aceptado, a los que creen en su nombre, les ha dado poder de ser hijos de Dios; no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de varón, sino de Dios” (Jn 1, 12-13). Lo mismo en 1Jn 4, 14-16: “El Padre envió a su Hijo al mundo... Si uno reconoce que Jesús es el Hijo de Dios, Dios habita en él y él en Dios. Nosotros le hemos dado fe y conocemos el amor que Dios mantiene en nosotros. Dios es amor: quien está en el amor, está en Dios y Dios en él”. Coincide con palabras de Pablo: “por medio de él hemos obtenido -gracias a la fe- el acceso a esta gracia en la que nos encontramos” (Rm 5, 2). Esta “gracia” es “el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos dio” (Rm 2, 5). “Recibisteis espíritu de adopción filial con el que gritamos `¡Abba! ¡Padre!´. El Espíritu en persona testifica, junto con nuestro espíritu, que somos hijos de Dios” (Rm 8, 15-16).

El mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él” (1Jn 3, 1b)
Desde la injusticia, el odio, la mentira, el egoísmo... es imposible conocer a Dios. El evangelio de Juan pone en boca de Jesús que “excomulgar de la sinagoga, incluso el matar creyendo que así dan culto a Dios, es porque no conocieron al Padre ni a mí” (Jn 16, 2-3). La fe en Jesús “comprende lo que es el amor por aquel que entregó su vida por nosotros; ahora también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (1Jn 3,16). El amor fraterno es “la justicia” de Dios. Quien no ama y no busca la realización, la vida digna, no ha percibido ni creído ni sentido el amor divino. Jesús “secularizó” la religión y la puso en el amor a los hermanos. “Prácticas religiosas” (ayuno, oración, peregrinaciones, ceremonias o celebraciones sagradas...) por sí mismas, no “agradan a Dios”. Son inventos humanos ambiguos, con los que queremos agradar y ganarnos a Dios. Jesús revela que a Dios se le encuentra en la solidaridad y en el hacer el bien (Hebr 13, 16), en “practicar la justicia, amar a los hermanos”. Dar gracias, pedir, ofrecer y prometer a Dios nos hace conscientes de la llamada de Dios a su amor en la vida. Ahí, “somos de Dios” (1Jn 3, 10).

Esperanza cristiana: “Seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es” (1Jn 3, 2)
El amor gratuito y universal, que ya sentimos en el corazón, alienta nuestra vida para asemejarnos cada vez más a Dios, Amor sin medida. “Conocerle tal cual es” es llegar a una plenitud de amor que nos haga semejantes, nos ponga en el mismo plano que la divinidad. El evangelio de Juan lo expresa así: “ya les he dado a conocer tu persona, pero aún se la daré a conocer, para que ese amor con que tú me has amado esté en ellos y así esté yo identificado con ellos” (Jn 17,26). “Voy a prepararos sitio... así donde estoy yo estaréis también vosotros” (Jn 14, 2-3).

Oración:mirad qué amor nos ha tenido el Padre” (1Jn 3,1-3)

Jesús Hijo de Dios, amor sin medida:
en tu vida histórica percibimos el Amor del Padre;
el amor capaz de perder su rango, haciéndose esclavo, uno de tantos (Flp 2, 7-8);
el amor que sufre y llora solidariamente ante la desgracia ajena;
el amor que tiene hambre y sed de justicia para todos;
el amor que entrega el corazón a quien no se lo merece;
el amor que limpia el corazón de prejuicios e intereses;
el amor que trabaja por la verdadera paz, la fraternidad;
el amor que da la cara y soporta la persecución a causa de la justicia (Mt 5, 3-10).

En tu vida “miramos el amor que nos ha tenido el Padre”:
tu vida de libertad ante la familia, la ley, el templo;
tu vida de dedicación a los enfermos y descreídos;
tu palabra de fuego contra los amigos de la ley sin corazón:
- los que prefieren la observancia de la norma antes que la vida humana;
- los que siembran división, distancia, marginación, ostracismo...;
- los que buscan dinero, distinción, engreimiento, adulación...

En tu vida hemos descubierto el Amor del Padre:
en tu explicación de la voluntad divina: el reino que Dios quiere;
en tu paciencia al formar y educar a los discípulos;
en tu oración frecuente y confiada al Padre;
en tus comidas sinceras con toda clase de gente;
en el riesgo que suponía “encararse con Jerusalén” (Lc 9, 51);
en la última cena, en los gestos que presentían tu muerte;
en la pasión injusta, en la muerte, en la resurrección.

Este amor lo percibimos también en muchas personas:
sólo desde el amor gratuito e incondicional, se explica su vida;
como tú, optaron por vivir entregados a realizar la vida;
algunos dejaron su tierra y buscaron sitio entre los menos realizados;
otros en sus ambientes se hicieron servidores de los demás;
amaron más la vida de los hermanos que las propias;
todos buscaron la justicia del Reino, llevados de tu mismo Espíritu;
son los santos, hijos de Dios, nacidos de Dios, viviendo su amor.

Son “semejantes a Dios porque le ven tal cual es”:
tu amor les “ha preparado sitio...; así donde estás tú, están también ellos”;
tu vida de amor generoso les dio a conocer la intimidad de Dios;
imitando tu amor, fueron conociendo al Dios desconocido;
el mismo amor que tú sentías estaba en ellos;
así tú, Jesús, amor sin medida, estabas identificado con ellos (Jn 17,26).

Hoy las comunidades cristianas recordamos a Todos los Santos:
a todas las personas que se dejaron llevar del Amor;
por todos te damos gracias hoy:
- en todos vemos tu amor inaudito, incomprensible, inmerecido;
- en todos descubrimos la grandeza de la libertad humana;
- en todos intuimos el aliento de tu Espíritu, creador y dador de vida.

A todos nos encomendamos hoy:
pidiendo nuestra conversión al Amor;
ofreciendo nuestros amores a tu bendición;
deseando que venga sobre nosotros tu Espíritu:
- que avive nuestro ser hijos de Dios,
- que renueve nuestras comunidades con el Amor.

Rufo González
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