Viacrucis del Amor según san Mateo
Oración introductoria
Hermanos: vamos a recorrer el camino de cruz de Jesús de Nazaret. Este año, siguiendo el ciclo litúrgico, lo miramos con los ojos del evangelista Mateo. Este evangelio es, más que los otros, un largo viacrucis. La cruz aparece enseguida sobre la vida de Jesús: en su nacimiento, en el discípulo que sigue su cruz, en su actividad misionera discutida y rechazada por muchos, en la muerte del Bautista que le sugiere su misma suerte (Mt 2, 1-23; 10, 16-39; 11-12; 14, 1-12)...
Jesús vive abrazado al amor del Padre, no al dinero, al poder, al éxito de este mundo. Jesús, el Hijo de Dios, es vulnerable, débil, sujeto a leyes físicas y morales, como “uno de tantos”. Es víctima de la conspiración de los dirigentes y la traición de algún amigo. Él será protagonista de su fidelidad al amor y respeto al Padre, a los demás, a sí mismo.
La pasión y muerte fue consecuencia de su vida. Murió asesinado porque los seres humanos mueren y asesinan. Murió así porque los hombres tratan así a quienes no piensan como ellos, a quienes se oponen a sus planes de vida, a quienes consideran un peligro para su poder, para su rango, para su supervivencia en una sociedad determinada. “Por nosotros fue crucificado, muerto y sepultado”: para mostrarnos su amor sin medida, compartiendo nuestra condición, especialmente la de los perseguidos por la justicia, la libertad, el amor, la paz, la vida...
Contemplemos su amor sin medida, hecho respeto, a veces silencio, a veces queja dolorida... a Judas, a Pedro, a los discípulos dormidos, a quienes le detienen y abofetean, al sanedrín y al sumo sacerdote, a Pilato, al pueblo, a los soldados, a Dios mismo. “Realmente éste era Hijo de Dios”, es la conclusión que se pone en boca de un no judío, de algún modo neutral, al contemplar la conducta de Jesús. Sólo un misterio de amor incondicional produce esta conducta, no violenta, pero activa de justicia y de paz. Su muerte es la muerte del Hijo del Amor, del Hijo de Dios. El Padre responderá al Amor del Hijo con la resurrección, la vida para siempre.
PRIMERA ESTACIÓN: Los dirigentes y Judas traman la muerte de Jesús.
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 1-5. 14-16).
Cuando Jesús terminó estos discursos, dijo a sus discípulos: “Sabéis que la Pascua cae dentro de dos días, y el Hijo del Hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen”.
Por entonces, los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías se reunieron en el palacio del jefe de los sacerdotes, que se llamaba Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener con astucia a Jesús y darle muerte. Pero se decían: “Durante la fiesta no, que el pueblo podría alborotarse”.
Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue donde los jefes de los sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me daríais si os lo entrego?” Ellos le prometieron treinta monedas de plata. Y desde aquel instante comenzó a buscar una ocasión para entregárselo.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús del amor claro y decidido:
Sigue ocurriendo lo mismo:
los que obran injustamente
“se ponen de acuerdo para detenerte con astucia y darte muerte.
Pero se decían: `durante la fiesta no, que el pueblo podría alborotarse´”.
Queremos guardar las apariencias, recibir el aplauso, aparentar buen corazón.
Pero la injusticia sigue en pie: el dinero ha desaparecido, los trabajos se han esfumado,
las colas del paro han engordado, los basureros están siendo expurgados,
los profetas, como tú, Jesús, están siendo astutamente silenciados,
marginados e incluso muertos.
“¿Cuánto me daríais si os lo entrego?” es la traición permanente
que asedia a los pobres tentados por el poder y el dinero.
Ayúdanos, Jesús del Amor, a ser fieles a la fraternidad, al esfuerzo por compartir,
a no tolerar el hambre y la miseria, frutos siempre de la injusticia y el desamor.
Padrenuestro...
SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús instituye la eucaristía en la última cena
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 19-29).
Los discípulos hicieron tal como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Llegada la tarde, se sentó a la mesa con los Doce. Y mientras comían, Jesús les dijo: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”.
Muy tristes, uno a uno se pusieron a preguntarle: “¿Seré yo, Señor?”.
El contestó: “El que ha metido la mano conmigo en el plato, ése es el que me entregará. El Hijo del Hombre se va, como dicen las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor que no hubiera nacido!”.
Judas, el que iba a entregarlo, le preguntó también “¿Seré yo acaso, Maestro?”.
Jesús respondió: “Tú lo has dicho”.
Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y después se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”. Y tomando una copa de vino dio gracias y se la pasó diciendo: “Bebed todos, porque ésta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por los hombres para que se les perdonen los pecados. Os digo que no volveré a beber de este producto de la vid hasta el día en que beba con vosotros vino nuevo en el Reino de mi Padre”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús del Amor a todos:
Hasta Judas, que te va a entregar, merece tu respeto y amor.
Tú no excluyes del abrazo a nadie.
Así podemos cantar tu amor imposible:
“el amor es paciente, servicial y sin envidia.
No quiere aparentar ni se hace el importante.
No actúa con bajeza, ni busca su propio interés...
Olvida las ofensas y perdona.
Siempre le agrada la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13, 4-7).
Al contemplar la cena con todos los discípulos,
y entregarles tu persona simbolizada en el pan y el vino,
nos reafirmamos en tu amor sin medida:
“estamos seguros de que ni la muerte ni la vida,
ni los ángeles ni los poderes espirituales,
ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean de los cielos o de los abismos,
ni creatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios
que encontramos en ti, Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 38-39).
Reaviva, Jesús de todos, esta experiencia cada vez que celebramos la eucaristía.
Padrenuestro...
TERCERA ESTACIÓN: Jesús, yendo a Getsemaní, anuncia el abandono de los suyos
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 30-35).
Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: “Esta noche vais a sufrir todos una decepción por causa mía, pues dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de mi resurrección iré delante de vosotros a Galilea”.
Pedro empezó a decirle: “Aunque todos dejen de creer en ti, yo nunca vacilaré”.
Jesús le replicó: “Te aseguro que esta misma noche, antes del canto del gallo,
me negarás tres veces”.
Pedro le dijo: “Aunque tenga que morir, no renegaré de ti”.
Y todos los discípulos decían los mismo.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús comprensivo de nuestra debilidad:
Como los discípulos, también confiamos demasiado en nosotros mismos.
Nos creemos los mejores: pensamos que sólo en nosotros merece la pena confiar;
exigimos los primeros puestos en todas partes;
nos recomendamos como la mejor alternativa:
somos sinceros, honrados, buscamos el bien de todos, etc.
Los demás –sobre todo si es otra alternativa de gobierno- son ineptos,
sólo quieren enriquecerse, tienen afán desmedido de poder, no les importan los medios,
están dispuestos a mentir, disimulan su errores, sobornan a quien haga falta...
Es nuestra vida esclavizada por el egoísmo.
Nos da miedo dedicarnos a amar, a comprender a todos,
a reconocer la verdad de nuestras actitudes.
Ayúdanos, Jesús de la verdad, a ser sinceros con nosotros mismos,
a ofrecer lo que somos y tenemos sin trampas, a buscar el bien.
Padrenuestro...
CUARTA ESTACIÓN: Jesús, en medio de la tristeza, se dirige al Padre
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 36-46).
Llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
“Sentaos aquí, mientras yo voy más allá a orar”.
Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dijo: “Siento una tristeza de muerte; quedaos aquí velando conmigo”.
Fue un poco más lejos y, echándose en el suelo hasta tocar la tierra con la cara,
hizo esta oración: “Padre, si es posible, aleja de mí esta copa.
Sin embargo, que no se cumpla lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.
Volvió donde sus discípulos, los halló dormidos, y dijo a Pedro:
“¿Así que no habéis tenido el valor de acompañarme ni una hora?
Estad despiertos y orad para que no caigáis en tentación;
el espíritu es animoso, pero la carne es débil”.
De nuevo se apartó por segunda vez a orar y dijo:
“Padre, si esta copa no puede pasar de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad”.
Después volvió y los halló nuevamente dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño.
Los dejó y se fue de nuevo a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
Por fin volvió donde los discípulos y les dijo: “¡Ahora podéis dormir y descansar!
Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos. Ya está muy cerca el que me va a entregar”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús de la tristeza de muerte:
¡Cómo te comprendemos ahora, Jesús humano!
Queremos sentir tu tristeza y angustia ante lo que se te viene encima.
Acudes a la oración para decirle al Padre Dios “la tristeza de muerte” que te embarga.
Como el desahuciado por los médicos, el atrapado en un accidente sin salida,
el acorralado por la incomprensión y la sed de venganza de sus enemigos.
Necesitas la comprensión, la compañía de los tuyos, la conformidad ante lo irremediable,
el dar sentido a todo el sufrimiento injusto que quieren descargar brutalmente sobre ti.
-“Padre, si es posible, aleja de mí esta copa.
Sin embargo, que no se cumpla lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.
El Padre “no duerme”, “siempre trabaja” y escucha nuestra súplica.
Su Espíritu ora en nosotros y nos induce a vivir el amor, su voluntad.
El Espíritu te llevó a ti, Jesús del Amor, a dar la cara por la verdad de Dios,
por la fraternidad que aquellos hombres “religiosos” hacían imposible.
Que tu Espíritu nos acompañe siempre, sobre todo cuando el amor se hace difícil.
Padrenuestro...
QUINTA ESTACIÓN: Jesús es detenido y encarcelado
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 47-57).
Estaba todavía hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce, y con él mucha gente armada de espadas y de palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y por las autoridades judías.
El traidor les había dado esta señal: “El que yo bese, ése es; arrestadlo”.
Se acercó en seguida a Jesús y le dijo: “Buenas noches, Maestro”.
Y lo besó. Pero Jesús le dijo: “Amigo, haz lo que vienes a hacer”.
Entonces se acercaron, detuvieron a Jesús y se lo llevaron.
Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al siervo del jefe de los sacerdotes, cortándole una oreja.
Entonces Jesús le dijo: “Vuelve la espada a su sitio, pues quien a hierro mata a hierro muere. ¿No crees que puedo llamar a mi Padre, y él me mandaría al momento más de doce ejércitos de ángeles? Pero entonces no se cumplirían las Escrituras, que afirman que esto debe suceder”.
Jesús dijo entonces al tropel de gente: “Habéis salido a arrestarme con espadas y palos, como si fuera un ladrón. Sin embargo, yo me sentaba diariamente entre vosotros en el templo para enseñar y no me arrestasteis”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas.
Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús detenido y encarcelado:
Sientes la persecución, el odio homicida, que se centraliza en tu vida.
Como el obispo Romero, Luis Espinal, Ignacio Ellacuría y sus compañeros
ante un piquete dispuesto a matar a quien no piensa como ellos.
¡Qué situaciones más brutales!
Un amigo te señala con un beso -¡qué perversión sacramental!-
como blanco de un piquete armado hasta los dientes.
Otro amigo, indignado, responde al ataque con una espada y hiere a un criado,
víctima también de la violencia.
Tu Amor, convencido de que la violencia engendra violencia,
rechazando aquello de “hombre o pueblo armado, hombre o pueblo respetado”,
y de que sólo respondiendo amorosamente puede llegar la fraternidad,
desaprueba toda violencia.
Soportas el mal, declarando la injusticia causada “como si fueras un ladrón”.
Es la no violencia activa, que exige justicia, pero sin añadir otra injusticia.
Jesús sencillo y humilde, danos la audacia de dar siempre amor,
incluso ante el odio y la persecución.
Padrenuestro...
SEXTA ESTACIÓN: Jesús se reconoce Mesías e Hijo de Dios ante el sanedrín
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 57-68).
Los que tomaron preso a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, jefe de los sacerdotes.
Allí se hallaban reunidos los maestros de la Ley y las autoridades judías...
Los jefes de los sacerdotes y el Consejo Supremo andaban buscando alguna declaración falsa contra Jesús para condenarlo a muerte; y, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no la hallaban.
Por último llegaron dos que declararon:
“Este hombre ha dicho que puede destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.
Poniéndose de pie e! jefe de los sacerdotes, preguntó a Jesús:
“¿Nada contestas a las declaraciones de los testigos en contra tuya?”.
Pero Jesús siguió callado.
Entonces el jefe de los sacerdotes le dijo:
“Yo te ordeno de parte del Dios verdadero que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”.
Jesús le respondió: “Tú lo has dicho; además os digo que a partir de hoy veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo”.
Entonces, el jefe de los sacerdotes se rasgó las vestiduras diciendo: “Ha blasfemado, ¿para qué necesitamos más testigos? Vosotros mismos acabáis de oír el insulto contra Dios. ¿Qué os parece?”. Ellos contestaron: “Merece la muerte”.
Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas, diciéndole:
“Cristo, adivina quién te ha pegado”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús, el Cristo, el Ungido, el Hijo del Dios verdadero:
En tu pueblo, en Nazaret, reconociste que el Espíritu de Dios estaba sobre ti,
porque te había ungido para la dar la buena nueva a los más necesitados,
y proclamar “el año de gracia del Señor”.
Con esta fuerza divina entregaste “el amor y la bondad” de Dios.
Hoy es la autoridad máxima del pueblo quien exige:
“Yo te ordeno de parte del Dios verdadero que nos digas si tú eres el Ungido, el Hijo de Dios”.
No tienes ninguna duda: “Tú lo has dicho; además os digo que a partir de hoy veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo”.
Reconoces que Dios está contigo, y estará siempre con el Hombre que sólo sabe amar;
estás dispuesto a entregar la vida para que todos sean hermanos, hijos del mismo Padre.
“Vosotros mismos acabáis de oír el insulto contra Dios”.
Los hombres de la institución se parapetan detrás de Dios,
para defender sus leyes, sus costumbres, su vida... al servicio de ellos mismos.
Desde el amor de Jesús, ¡cuántos modos, cuánta esclavitud, cuánta apariencia... tienen que caer!
Es más cómodo escupir al profeta, darle bofetadas y burlarse... que ponerse al servicio del Amor.
Jesús, Hijo del Dios verdadero: danos fortaleza
para seguir en pie anunciando el amor y la libertad de toda persona, ungida por tu Espíritu.
Padrenuestro...
SÉPTIMA ESTACIÓN: Pedro reniega de Jesús
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 69-75).
Pedro estaba sentado fuera, en el patio; se le acercó una criada y le dijo:
“También tú andabas con Jesús el Galileo”.
El lo negó delante de todos diciendo: “¡No sé de qué hablas!”.
Al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
“Este andaba con Jesús Nazareno”.
Otra vez lo negó jurándolo: “No sé quién es ese hombre”.
Al poco rato se le acercaron los que estaban allí y le dijeron:
“Tú también eres de ellos, seguro; se te nota en el habla”.
Entonces Pedro se puso a echar maldiciones y a jurar:
“¡No sé quién es ese hombre!”.
Y enseguida cantó un gallo.
Pedro se acordó de las palabras de Jesús:
“Antes de que cante el gallo renegarás de mí tres veces”.
Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús solo, ignorado por los amigos:
Estamos contemplando tu abandono progresivo en el amor.
Tú, que sólo querías amar como el Padre,
tú que brindabas tu amor a “justos e injustos”...
tienes la oportunidad de amar sin mezcla de egoísmo a tus amigos más cercanos.
Hasta Pedro, cabeza y piedra del edificio de tu amor, te ha vuelto la espalda.
Su negación cobarde debió dolerte singularmente.
Ante el peligro de compartir tu sufrimiento, te ignora, reniega de tu amor.
En gloria, éxito, honor, poder, dinero... los amigos se multiplican.
En marginación, descrédito, fracaso... no sabemos “quién es ese hombre”,
o más cruel: “ese hombre no es nadie”, “su amistad puede perjudicar mi carrera”.
Es la triste historia que se prolonga en la sociedad y en la misma Iglesia.
Jesús solo, ignorado por los amigos, danos tu Espíritu de amor inagotable,
que siga, como el gallo, cantando que Tú no nos abandonas nunca;
que “nada nos puede separar de tu Amor”.
Padrenuestro...
OCTAVA ESTACIÓN: Judas desespera de la bondad divina
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 3-5).
Cuando Judas, el traidor, supo que Jesús había sido condenado, se llenó de remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los jefes judíos, diciéndoles: “He pecado, entregando a la muerte a un inocente”.
Ellos le contestaron: “¿Qué nos importa a nosotros? Eso es asunto tuyo”.
Entonces arrojó las monedas en el templo y fue a ahorcarse.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús, amigo de Judas siempre:
Tú, Jesús fiel hasta el final, no reniegas nunca del Amor.
Respetas la libertad de Judas que se deja seducir por los jefes religiosos.
La institución judía, el templo y sus leyes, su poder, honor y riqueza,
no podían mantenerse en pie con tu idea de Dios y de fraternidad universal.
Eras un peligro real para la pervivencia de su situación privilegiada:
“conviene que muera uno antes que todo nuestro pueblo”.
Judas, guerrillero contra los romanos, no esperaba tu condena.
Tu detención sería un revulsivo popular contra los ocupantes.
El pueblo no permitiría que un hombre bueno fuera utilizado para someterles más.
Judas se arrepiente, devuelve el dinero: “he pecado entregando a la muerte a un inocente”.
¿Se ahorcó o murió accidentalmente como sugiere la versión de Lucas: en un campo
“cayó de cabeza, se reventó por la mitad y sus entrañas se derramaron”? (He 1, 18).
Fuera como fuera, a pesar de su posible desesperación,
“estamos seguros de que ni la muerte ni la vida, ...
ni creatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios
que encontramos en ti, Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 38-39).
También hoy muchos se dejan utilizar por los dirigentes;
colaboran contra la libertad, la verdad, la justicia...;
hunden a personas concretas, las marginan y olvidan;
anteponen la institución, que da de comer y encumbra;
“deja estar tu conciencia, fray Martín;
la única cosa segura es someterse a la autoridad establecida”
(Esta fue la consigna oficial del representante del Papa a Lutero:
J. I. González Faus: La autoridad de la verdad. 2ª ed. Sal Terrae. Santander 2006. Pág. 87).
Para ti, Jesús del Amor, no es así;
Tu conciencia está antes que cualquier autoridad establecida;
lo único seguro es tu Amor concreto, siempre presente en toda situación.
Jesús del amor casi imposible: que no desesperamos nunca de tu amor.
Padrenuestro...
NOVENA ESTACIÓN: Jesús es condenado por Pilato
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 1-2. 11-26).
Cuando amaneció, los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías celebraron una reunión para ver la manera de hacer morir a Jesús; lo ataron y se lo llevaron a Pilato, el gobernador, a quien lo entregaron. Jesús compareció ante el gobernador, que le preguntó: -“¿Eres tú el rey de los judíos?”.
Jesús contestó: -“Tú lo has dicho”.
Mientras lo acusaban los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías, no contestó nada. Pilato le dijo: -“¿No oyes todos los cargos que te hacen?”. Pero no le contestó a una sola pregunta, así que el gobernador no sabía qué pensar.
Con ocasión de la Pascua, el gobernador tenía la costumbre de dejar en libertad a un condenado, a elección de la gente. Había entonces un prisionero famoso, llamado Barrabás. Pilato dijo a los que se hallaban reunidos: -“¿A quién queréis que deje libre, a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?”. Es que sabía que se lo habían entregado por envidia.
Mientras Pilato estaba en el tribunal, su mujer le mandó decir: -“No te metas con ese hombre porque es un santo, y anoche tuve un sueño horrible por causa suya”.
Mientras tanto, los sacerdotes y los jefes judíos convencieron a la gente de que pidiera la libertad de Barrabás y la condena de Jesús. Cuando e! gobernador volvió a preguntarles: -“¿A cuál de los dos queréis que os deje libre?”, ellos contestaron: -“A Barrabás”.
Pilato les dijo: -“¿Y qué hago con Jesús, llamado el Cristo?”. Todos contestaron: -“¡Que sea crucificado!”. Pilato insistió: -“¿Qué maldad ha hecho?”. Pero los gritos del pueblo fueron cada vez más fuertes: -“¡Que sea crucificado!”.
A1 darse cuenta Pilato de que no conseguía nada, sino que más bien aumentaba el alboroto, pidió agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: -“Yo no me hago responsable de la sangre que se va a derramar. ¡Allá vosotros!”. Y todo el pueblo contestó: -“¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros descendientes!”. Entonces Pilato dejó en libertad a Barrabás; a Jesús, en cambio, lo hizo azotar y lo entregó para que fuese crucificado.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús condenado por los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías:
Tu condena a muerte es un caso claro de hasta dónde es capaz de llegar
el poder cuando ve peligrar sus prerrogativas.
No sólo el poder civil.
También quienes se creen dotados del poder de Dios.
El evangelio, los mejores sentimientos, la libertad de la fe,
el mandato evangélico del amor a los enemigos...
carecen de valor, se esfuman y se oscurecen ante el afán de control y dominio.
Tu condena a muerte se ha perpetuado en la historia.
Los disidentes siguen siendo enemigos a eliminar.
A la misma atrocidad llegó tu Iglesia:
“quemar herejes no va contra el Espíritu Santo”,
es una proposición de “los jefes de los sacerdotes y las autoridades” cristianas.
(Lutero defendía que sí iba contra el Espíritu Santo.
El Papa León X “condenó, reprobó y rechazó” tal proposición atribuida a Lutero.
Ver en El Magisterio de la Iglesia: DS 1483, Dz 773).
Jesús, disidente desde el amor del Padre Dios, conviértenos a tu amor.
Que la Iglesia, nuestra comunidad, nosotros, tratemos con tu amor a los discordantes.
Que los escuchemos, dialoguemos incansablemente, respetemos sus derechos humanos,
les amemos como tú, Cristo Jesús, nos amas.
También en su corazón habita tu Espíritu,
aunque puedan dejarse llevar, como nosotros, por espíritus ajenos al tuyo.
Amar, hacerles el bien, compartir tu amor, siempre es voluntad del Padre.
Padrenuestro...
DÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es coronado de espinas
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 27-31).
Los soldados romanos llevaron a Jesús al palacio del gobernador y reunieron alrededor de él a toda la tropa. Le quitaron los vestidos y lo echaron encima un manto de color rojo. Después le pusieron en la cabeza una corona que habían trenzado con espinas, y en la mano derecha una caña. Y doblando la rodilla ante Jesús, se burlaban de él, diciendo: -“¡Salud, rey de los judíos!”.
Le escupieron la cara y, quitándole la caña, le pegaron en la cabeza.
Después que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús desnudo, ridiculizado, coronado de espinas, escupido y golpeado:
Te contemplamos privado de derechos humanos elementales:
torturado física y mentalmente,
hecho centro de burlas crueles, escupido,
violada tu intimidad, golpeado impunemente.
Como “uno de tantos” detenidos, acorralados en peleas callejeras,
disidentes políticos o ideológicos, herejes, etc..
Los soldados, hombres realistas, siempre al amparo y defensa del poder,
emplearán su fuerza bruta sin compasión.
En tu persona van a burlarse de los profetas y rebeldes de siempre.
Para el poder constituido no hay más profecía que el orden establecido.
El pueblo se entusiasma fácilmente con mesías,
idealistas ridículos de los que hay que burlarse con toda crueldad,
soñadores de reinos divinos.
Disfrazándote de rey, coronándote de espinas, dotándote de cetro ridículo,
saludándote con ironía grotesca, golpeando tu cabeza,
escupiéndote, arrodillándose ante tu ilusorio poder...
expresan el desprecio por este pueblo fanático y con aires de grandeza.
Jesús ultrajado, escarnecido:
líbranos de toda tortura física o moral,
de toda vejación de la persona humana,
de toda situación infrahumana de vida,
de toda clase de crueldad.
Que el maltrato nunca nos haga perder nuestra dignidad humana;
siempre somos personas libres, hermanos de todos,
hermanos tuyos, hijos del mismo Padre.
Padrenuestro...
UNDÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es crucificado
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 32-44).
Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús. Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota o Calvario, palabra que significa “calavera”, le dieron a beber vino mezclado con hiel. Jesús lo probó, pero no quiso beberlo.
Lo crucificaron allí y después echaron suertes para repartirse la ropa de Jesús. Luego se sentaron a vigilarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero que decía por qué lo habían condenado: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban por allí meneaban la cabeza y lo insultaban, diciendo: -“¡Hola, tú que derribabas el templo y lo reedificabas en tres días! Líbrate del suplicio y baja de la cruz, si eres el Hijo de Dios”.
Los jefes de los sacerdotes, los jefes de los judíos y los maestros de la Ley lo insultaban, diciéndole: -“Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Había puesto su confianza en Dios. Si Dios lo ama, que lo libere, puesto que él mismo decía que era Hijo de Dios”.
Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo insultaban.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús de la cruel agonía:
Algún alivio debió ser la ayuda de Simón de Cirene,
para poder arrastrar la cruz hasta el calvario.
Para todos es el Cirineo un modelo de discípulo que “carga con tu cruz”.
Por lo demás, tu martirio es escalofriante, sin cuidado paliativo alguno.
“Esperaste compasión, pero no la hubo; antes pusieron ponzoña en tu alimento,
y en tu sed te abrevaron con vinagre”.
“Se reparten tus vestidos y sobre tu túnica echan suerte”.
“Eres un gusano, no hombre, oprobio de la humanidad y mofa de la plebe...
Te confiaste a Yahvé, que Él te libre; te salve, ya que le amas” (Sal 69,21-22; 22,19; 22, 7-9).
Te desacreditan aireando las acusaciones falsas de tu muerte:
que destruirías el templo y te habías proclamado rey de los judíos.
Dios mismo te ha abandonado: ¿dónde está su poder y gloria?
El poder y la gloria, y la riqueza que los alimenta,
están presentes en la institución judía, en el templo, en sus dirigentes
que visten primorosamente y son venerados por el pueblo.
Tú no eres nadie.
Tu silencio supera la tentación de Mesías triunfante, político, poderoso...
que había aparecido en el inicio de tu misión.
Tú quieres ser Hijo de Dios siguiendo el Espíritu de Dios,
que trae buenas noticias para los pobres, para los oprimidos, para los enfermos,
para los marginados, para los que carecen de vida.
Para ti, Jesús, ser Hijo de Dios es poner la confianza en su amor sin límites,
vivir desprendido a favor de los hermanos,
aceptar las limitaciones, respetar la libertad de todos,
hacer la paz, promover bienes para todos, desarrollar la fraternidad.
Que tu martirio –tu testimonio- nos ayude a seguir tu Amor humilde.
Padrenuestro...
DUODÉCIMA ESTACIÓN: Jesús muere entregando su espíritu
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27,45-56).
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde la tierra se cubrió de tinieblas.
A eso de las tres Jesús gritó con fuerza: -“Elí, Elí, lamá sabactani”.
Que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, (por qué me has abandonado?”.
Al oírlo, algunos de los presentes decían: -“Está llamando a Elías”.
E inmediatamente uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja,
la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber.
Otros decían: -“Déjalo, vamos a ver si viene Elías a liberarlo”.
Entonces Jesús, gritando de nuevo con voz fuerte, entregó su espíritu.
En ese mismo instante la cortina del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo;
tembló la tierra, las rocas se partieron, algunos sepulcros se abrieron y los cuerpos de muchos creyentes que habían muerto resucitaron; después de la resurrección de Jesús salieron de sus tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.
El capitán y los soldados que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que estaba pasando, tuvieron mucho miedo y dijeron: -“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
También estaban allí, observando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo, entre ellas María Magdalena, María, madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús, “verdadero Hijo de Dios”:
Es sobre todo ahora, cuando voluntariamente “entregas el espíritu”,
cuando te reconocemos como “el hijo amado, el predilecto”,
a quien el Padre nos encomienda escuchar.
La comunidad cristiana entiende tu muerte como un eclipse del sol:
tú, luz del mundo, compartes nuestra tiniebla.
Tu grito no es de desesperación sino el inicio del salmo del justo abandonado por Dios,
que termina reconociendo a Yahvé como “fortaleza suya”, y que “su alma vive para Dios”.
Continuas la oración de Getsemaní: pase este cáliz...
Aceptas tu muerte en obediencia filial.
Somos mortales y libres, y hay libertades que matan a sus semejantes.
Víctima inocente –a nadie has hecho daño-, entregas amorosamente tu vida,
sin pedir venganza, perdonando a todos, sin devolver mal por mal,
como un verdadero hijo del Dios
“que hace salir el sol y bajar la lluvia sobre justos e injustos”.
El odio de algunos no entiende la entrega de tu vida,
y te ofrece el “vinagre” de la amargura y desprecio.
“La cortina del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo”.
El templo es ya tu cuerpo, tu persona, Jesús roto de arriba abajo.
“Arriba” está el Padre y “abajo” estás tú, dándonos el Espíritu de amor.
Este Espíritu conmueve la tierra y nos hace partícipes de la vida resucitada.
Tu muerte entregada conmueve a quienes la contemplan:
-“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
A ella asisten “muchas mujeres que te habían seguido desde Galilea para servirte”.
“Seguirte y servirte” hasta la muerte es nuestra aspiración principal.
Te pedimos que nos ayudes a realizarla.
Padrenuestro...
DECIMOTERCERA ESTACIÓN: Jesús en un sepulcro vigilado por los jefes judíos
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 57-66).
Siendo ya tarde, vino un hombre rico de Arimatea, que se llamaba José, que también había sido discípulo de Jesús. Fue donde Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y el gobernador ordenó que se lo entregaran. Y José, tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo colocó en un sepulcro nuevo, excavado en la roca, que se había hecho para sí mismo; después rodó una gran piedra redonda, para que sirviera de puerta, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.
Al día siguiente (era el día después de la preparación a la Pascua) los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron juntos ante Pilato y le dijeron: -“Señor, nos hemos acordado de que aquel mentiroso dijo cuando aún vivía: “Después de tres días resucitaré”. Por eso, manda que sea vigilado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado de entre los muertos. Este sería un engaño más perjudicial que el primero».
Pilato les respondió: -“Ahí tenéis los soldados; id vosotros y tomad todas las precauciones que creáis convenientes”.
Ellos fueron al sepulcro y lo aseguraron, sellando la piedra y poniendo centinelas.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús muerto y sepultado:
José de Arimatea “había sido discípulo” tuyo.
Su apego a la riqueza le había impedido seguirte y servirte abiertamente.
Cuando se entera de tu muerte, vuelve agradecido a colocar tu cadáver en su sepultura familiar.
Para él todo ha terminado.
“Los jefes de los sacerdotes y los fariseos”, seguros de tu muerte,
“sellan la piedra y ponen centinelas”.
Nunca se fiaron de ti, de tus palabras de vida.
Se vieron, más bien, agredidos por tus denuncias del templo,
de su doble moral, de sus prácticas religiosas vacías de amor a los hermanos,
de su afán de presumir, de mandar, de enriquecerse.
Si no se fiaban de ti –que avalabas palabras con obras-,
¿cómo se van a fiar de tus seguidores?
Como ellos –“piensa el ladrón que todos son de su condición”-,
serán capaces de todo con tal de conservar el poder y la explotación de una creencia.
Podrían “robar el cuerpo y decir al pueblo que ha resucitado de entre los muertos.
Este sería un engaño más perjudicial que el primero”.
Menos mal que los discípulos creyeron en tu vida resucitada,
entregando la vida en amor humilde, como tú.
“No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy:
en el nombre de Jesús de Nazaret, camina” (He 3, 6).
Vivir en tu Amor es el único modo de proclamar que tú, Cristo, vives.
Padrenuestro...
DECIMOCUARTA ESTACIÓN: El resucitado se aparece a las mujeres
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (28, 1-10).
Pasado el sábado, al despertar el alba del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un gran temblor porque el ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima. Su aspecto era como el relámpago y sus ropas blancas como la nieve. A1 verlo, los guardias temblaron de miedo y quedaron como muertos.
El ángel dijo a las mujeres: -“No temáis. Ya sé que buscáis a Jesús crucificado. No está aquí; ha resucitado, tal como lo había anunciado. Venid a ver el lugar donde lo habían puesto, y después id a decir a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que va delante de ellos camino de Galilea; allí lo veréis. Esto es lo que tenía que deciros”.
Ellas salieron al instante del sepulcro con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y fueron corriendo a dar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo:
-“La paz esté con vosotras”. Las mujeres se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron.
Jesús les dijo: -“No temáis; id a anunciarlo a mis hermanos para que acudan a Galilea; allí me verán”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús despertado de la muerte el primer día de la semana:
Tu resurrección nos descubre un mundo nuevo.
La dos mujeres, María Magdalena y la otra María, presienten en su conciencia
que “tú no estás en el sepulcro, has resucitado”.
Te habían oído decir que Dios, Padre nuestro, ha unido a muertos y vivos,
en la continuidad de su amor: “nuestro Dios no es un Dios de muertos,
sino de vivos; para él todos están vivos” (Mt 22,23-32; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-38).
Ellas, testigos de tu muerte y sepultura,
“van a visitar el sepulcro”;
en medio de la duda, buscan al crucificado.
Pero “el ángel del Señor”, el espíritu de Dios, les asegura que tú vives,
has resucitado, tienes otro modo de vida, estás en el Amor del Padre,
participas ya de su gloria para siempre.
Se sienten enviadas a los demás discípulos para decirles
que tú, Jesús de Nazaret, vas delante de ellos.
Que empiecen por Galilea, como tú, Jesús, a anunciar el reino de Dios.
En el camino del reino, en cualquier Galilea del mundo,
“te verán” y sabrán que vives, les consuelas, les recuerdas tu vida y tus gestos.
Así estamos nosotros: en medio de la perplejidad, el miedo y la alegría,
proclamando nuestra fe en tu Amor, en tu Espíritu,
que te ha resucitado y nos resucita al darnos tu mismo Amor.
Padrenuestro...
DECIMOQUINTA ESTACIÓN: El resucitado envía y acompaña siempre
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (28, 16-20).
Por su parte, los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús los había citado. Cuando vieron a Jesús se postraron ante él, aunque algunos todavía desconfiaban.
Entonces Jesús, acercándose, les habló así:
-“Se me ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos.
Bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñadles a cumplir todo lo que os he encomendado.
Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús resucitado, que vives en medio de todos:
tu resurrección te hace presencia ilimitada;
presencia, siempre acogedora, siempre perdonadora,
sin reproches, como amor incondicional...,
que responde a la desconfianza y la debilidad de nuestra fe,
con la alegría de tu Espíritu que nos habita.
La paz que tú nos infundes es tu regalo de Pascua:
nos conduce a escuchar serenamente tu Palabra;
nos intima y hace experimentar el Amor divino;
nos mueve a reconocerte en los hermanos, sobre todo, en los más débiles.
Tu Espíritu nos recuerda tu palabra:
“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”;
nos conduce hacia la verdad;
nos ilumina el ser hijos de Dios y hermanos de todos;
nos empapa y envuelve en el amor del Padre y en el tuyo.
Tu Espíritu es como el agua, llena de fuerza y de fecundidad;
como el viento que corre a acariciar y trabajar por los hermanos;
como la paloma que se posa, cobija, alimenta, produce todo bien.
Queremos, Jesús resucitado, ser testigos de tu Amor.
Padrenuestro...
Rufo González
Hermanos: vamos a recorrer el camino de cruz de Jesús de Nazaret. Este año, siguiendo el ciclo litúrgico, lo miramos con los ojos del evangelista Mateo. Este evangelio es, más que los otros, un largo viacrucis. La cruz aparece enseguida sobre la vida de Jesús: en su nacimiento, en el discípulo que sigue su cruz, en su actividad misionera discutida y rechazada por muchos, en la muerte del Bautista que le sugiere su misma suerte (Mt 2, 1-23; 10, 16-39; 11-12; 14, 1-12)...
Jesús vive abrazado al amor del Padre, no al dinero, al poder, al éxito de este mundo. Jesús, el Hijo de Dios, es vulnerable, débil, sujeto a leyes físicas y morales, como “uno de tantos”. Es víctima de la conspiración de los dirigentes y la traición de algún amigo. Él será protagonista de su fidelidad al amor y respeto al Padre, a los demás, a sí mismo.
La pasión y muerte fue consecuencia de su vida. Murió asesinado porque los seres humanos mueren y asesinan. Murió así porque los hombres tratan así a quienes no piensan como ellos, a quienes se oponen a sus planes de vida, a quienes consideran un peligro para su poder, para su rango, para su supervivencia en una sociedad determinada. “Por nosotros fue crucificado, muerto y sepultado”: para mostrarnos su amor sin medida, compartiendo nuestra condición, especialmente la de los perseguidos por la justicia, la libertad, el amor, la paz, la vida...
Contemplemos su amor sin medida, hecho respeto, a veces silencio, a veces queja dolorida... a Judas, a Pedro, a los discípulos dormidos, a quienes le detienen y abofetean, al sanedrín y al sumo sacerdote, a Pilato, al pueblo, a los soldados, a Dios mismo. “Realmente éste era Hijo de Dios”, es la conclusión que se pone en boca de un no judío, de algún modo neutral, al contemplar la conducta de Jesús. Sólo un misterio de amor incondicional produce esta conducta, no violenta, pero activa de justicia y de paz. Su muerte es la muerte del Hijo del Amor, del Hijo de Dios. El Padre responderá al Amor del Hijo con la resurrección, la vida para siempre.
PRIMERA ESTACIÓN: Los dirigentes y Judas traman la muerte de Jesús.
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 1-5. 14-16).
Cuando Jesús terminó estos discursos, dijo a sus discípulos: “Sabéis que la Pascua cae dentro de dos días, y el Hijo del Hombre va a ser entregado para que lo crucifiquen”.
Por entonces, los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías se reunieron en el palacio del jefe de los sacerdotes, que se llamaba Caifás, y se pusieron de acuerdo para detener con astucia a Jesús y darle muerte. Pero se decían: “Durante la fiesta no, que el pueblo podría alborotarse”.
Entonces uno de los Doce, que se llamaba Judas Iscariote, fue donde los jefes de los sacerdotes y les dijo: “¿Cuánto me daríais si os lo entrego?” Ellos le prometieron treinta monedas de plata. Y desde aquel instante comenzó a buscar una ocasión para entregárselo.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús del amor claro y decidido:
Sigue ocurriendo lo mismo:
los que obran injustamente
“se ponen de acuerdo para detenerte con astucia y darte muerte.
Pero se decían: `durante la fiesta no, que el pueblo podría alborotarse´”.
Queremos guardar las apariencias, recibir el aplauso, aparentar buen corazón.
Pero la injusticia sigue en pie: el dinero ha desaparecido, los trabajos se han esfumado,
las colas del paro han engordado, los basureros están siendo expurgados,
los profetas, como tú, Jesús, están siendo astutamente silenciados,
marginados e incluso muertos.
“¿Cuánto me daríais si os lo entrego?” es la traición permanente
que asedia a los pobres tentados por el poder y el dinero.
Ayúdanos, Jesús del Amor, a ser fieles a la fraternidad, al esfuerzo por compartir,
a no tolerar el hambre y la miseria, frutos siempre de la injusticia y el desamor.
Padrenuestro...
SEGUNDA ESTACIÓN: Jesús instituye la eucaristía en la última cena
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 19-29).
Los discípulos hicieron tal como Jesús les había ordenado y prepararon la Pascua. Llegada la tarde, se sentó a la mesa con los Doce. Y mientras comían, Jesús les dijo: “Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar”.
Muy tristes, uno a uno se pusieron a preguntarle: “¿Seré yo, Señor?”.
El contestó: “El que ha metido la mano conmigo en el plato, ése es el que me entregará. El Hijo del Hombre se va, como dicen las Escrituras, pero ¡pobre de aquel que entrega al Hijo del Hombre! ¡Sería mejor que no hubiera nacido!”.
Judas, el que iba a entregarlo, le preguntó también “¿Seré yo acaso, Maestro?”.
Jesús respondió: “Tú lo has dicho”.
Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y después se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomad y comed, esto es mi cuerpo”. Y tomando una copa de vino dio gracias y se la pasó diciendo: “Bebed todos, porque ésta es mi sangre, la sangre de la Alianza, que será derramada por los hombres para que se les perdonen los pecados. Os digo que no volveré a beber de este producto de la vid hasta el día en que beba con vosotros vino nuevo en el Reino de mi Padre”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús del Amor a todos:
Hasta Judas, que te va a entregar, merece tu respeto y amor.
Tú no excluyes del abrazo a nadie.
Así podemos cantar tu amor imposible:
“el amor es paciente, servicial y sin envidia.
No quiere aparentar ni se hace el importante.
No actúa con bajeza, ni busca su propio interés...
Olvida las ofensas y perdona.
Siempre le agrada la verdad.
Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1Cor 13, 4-7).
Al contemplar la cena con todos los discípulos,
y entregarles tu persona simbolizada en el pan y el vino,
nos reafirmamos en tu amor sin medida:
“estamos seguros de que ni la muerte ni la vida,
ni los ángeles ni los poderes espirituales,
ni el presente ni el futuro, ni las fuerzas del universo, sean de los cielos o de los abismos,
ni creatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios
que encontramos en ti, Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 38-39).
Reaviva, Jesús de todos, esta experiencia cada vez que celebramos la eucaristía.
Padrenuestro...
TERCERA ESTACIÓN: Jesús, yendo a Getsemaní, anuncia el abandono de los suyos
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 30-35).
Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos. Entonces Jesús les dijo: “Esta noche vais a sufrir todos una decepción por causa mía, pues dice la Escritura: Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas del rebaño. Pero después de mi resurrección iré delante de vosotros a Galilea”.
Pedro empezó a decirle: “Aunque todos dejen de creer en ti, yo nunca vacilaré”.
Jesús le replicó: “Te aseguro que esta misma noche, antes del canto del gallo,
me negarás tres veces”.
Pedro le dijo: “Aunque tenga que morir, no renegaré de ti”.
Y todos los discípulos decían los mismo.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús comprensivo de nuestra debilidad:
Como los discípulos, también confiamos demasiado en nosotros mismos.
Nos creemos los mejores: pensamos que sólo en nosotros merece la pena confiar;
exigimos los primeros puestos en todas partes;
nos recomendamos como la mejor alternativa:
somos sinceros, honrados, buscamos el bien de todos, etc.
Los demás –sobre todo si es otra alternativa de gobierno- son ineptos,
sólo quieren enriquecerse, tienen afán desmedido de poder, no les importan los medios,
están dispuestos a mentir, disimulan su errores, sobornan a quien haga falta...
Es nuestra vida esclavizada por el egoísmo.
Nos da miedo dedicarnos a amar, a comprender a todos,
a reconocer la verdad de nuestras actitudes.
Ayúdanos, Jesús de la verdad, a ser sinceros con nosotros mismos,
a ofrecer lo que somos y tenemos sin trampas, a buscar el bien.
Padrenuestro...
CUARTA ESTACIÓN: Jesús, en medio de la tristeza, se dirige al Padre
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 36-46).
Llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
“Sentaos aquí, mientras yo voy más allá a orar”.
Y llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
Entonces les dijo: “Siento una tristeza de muerte; quedaos aquí velando conmigo”.
Fue un poco más lejos y, echándose en el suelo hasta tocar la tierra con la cara,
hizo esta oración: “Padre, si es posible, aleja de mí esta copa.
Sin embargo, que no se cumpla lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.
Volvió donde sus discípulos, los halló dormidos, y dijo a Pedro:
“¿Así que no habéis tenido el valor de acompañarme ni una hora?
Estad despiertos y orad para que no caigáis en tentación;
el espíritu es animoso, pero la carne es débil”.
De nuevo se apartó por segunda vez a orar y dijo:
“Padre, si esta copa no puede pasar de mí sin que yo la beba, que se haga tu voluntad”.
Después volvió y los halló nuevamente dormidos, porque se les cerraban los ojos de sueño.
Los dejó y se fue de nuevo a orar por tercera vez, repitiendo las mismas palabras.
Por fin volvió donde los discípulos y les dijo: “¡Ahora podéis dormir y descansar!
Ha llegado la hora en que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. Levantaos, vamos. Ya está muy cerca el que me va a entregar”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús de la tristeza de muerte:
¡Cómo te comprendemos ahora, Jesús humano!
Queremos sentir tu tristeza y angustia ante lo que se te viene encima.
Acudes a la oración para decirle al Padre Dios “la tristeza de muerte” que te embarga.
Como el desahuciado por los médicos, el atrapado en un accidente sin salida,
el acorralado por la incomprensión y la sed de venganza de sus enemigos.
Necesitas la comprensión, la compañía de los tuyos, la conformidad ante lo irremediable,
el dar sentido a todo el sufrimiento injusto que quieren descargar brutalmente sobre ti.
-“Padre, si es posible, aleja de mí esta copa.
Sin embargo, que no se cumpla lo que yo quiero, sino lo que quieres tú”.
El Padre “no duerme”, “siempre trabaja” y escucha nuestra súplica.
Su Espíritu ora en nosotros y nos induce a vivir el amor, su voluntad.
El Espíritu te llevó a ti, Jesús del Amor, a dar la cara por la verdad de Dios,
por la fraternidad que aquellos hombres “religiosos” hacían imposible.
Que tu Espíritu nos acompañe siempre, sobre todo cuando el amor se hace difícil.
Padrenuestro...
QUINTA ESTACIÓN: Jesús es detenido y encarcelado
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 47-57).
Estaba todavía hablando cuando llegó Judas, uno de los Doce, y con él mucha gente armada de espadas y de palos, enviada por los jefes de los sacerdotes y por las autoridades judías.
El traidor les había dado esta señal: “El que yo bese, ése es; arrestadlo”.
Se acercó en seguida a Jesús y le dijo: “Buenas noches, Maestro”.
Y lo besó. Pero Jesús le dijo: “Amigo, haz lo que vienes a hacer”.
Entonces se acercaron, detuvieron a Jesús y se lo llevaron.
Uno de los que estaban con Jesús sacó la espada e hirió al siervo del jefe de los sacerdotes, cortándole una oreja.
Entonces Jesús le dijo: “Vuelve la espada a su sitio, pues quien a hierro mata a hierro muere. ¿No crees que puedo llamar a mi Padre, y él me mandaría al momento más de doce ejércitos de ángeles? Pero entonces no se cumplirían las Escrituras, que afirman que esto debe suceder”.
Jesús dijo entonces al tropel de gente: “Habéis salido a arrestarme con espadas y palos, como si fuera un ladrón. Sin embargo, yo me sentaba diariamente entre vosotros en el templo para enseñar y no me arrestasteis”.
Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que escribieron los profetas.
Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús detenido y encarcelado:
Sientes la persecución, el odio homicida, que se centraliza en tu vida.
Como el obispo Romero, Luis Espinal, Ignacio Ellacuría y sus compañeros
ante un piquete dispuesto a matar a quien no piensa como ellos.
¡Qué situaciones más brutales!
Un amigo te señala con un beso -¡qué perversión sacramental!-
como blanco de un piquete armado hasta los dientes.
Otro amigo, indignado, responde al ataque con una espada y hiere a un criado,
víctima también de la violencia.
Tu Amor, convencido de que la violencia engendra violencia,
rechazando aquello de “hombre o pueblo armado, hombre o pueblo respetado”,
y de que sólo respondiendo amorosamente puede llegar la fraternidad,
desaprueba toda violencia.
Soportas el mal, declarando la injusticia causada “como si fueras un ladrón”.
Es la no violencia activa, que exige justicia, pero sin añadir otra injusticia.
Jesús sencillo y humilde, danos la audacia de dar siempre amor,
incluso ante el odio y la persecución.
Padrenuestro...
SEXTA ESTACIÓN: Jesús se reconoce Mesías e Hijo de Dios ante el sanedrín
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 57-68).
Los que tomaron preso a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, jefe de los sacerdotes.
Allí se hallaban reunidos los maestros de la Ley y las autoridades judías...
Los jefes de los sacerdotes y el Consejo Supremo andaban buscando alguna declaración falsa contra Jesús para condenarlo a muerte; y, aunque se presentaron muchos testigos falsos, no la hallaban.
Por último llegaron dos que declararon:
“Este hombre ha dicho que puede destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días”.
Poniéndose de pie e! jefe de los sacerdotes, preguntó a Jesús:
“¿Nada contestas a las declaraciones de los testigos en contra tuya?”.
Pero Jesús siguió callado.
Entonces el jefe de los sacerdotes le dijo:
“Yo te ordeno de parte del Dios verdadero que nos digas si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios”.
Jesús le respondió: “Tú lo has dicho; además os digo que a partir de hoy veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo”.
Entonces, el jefe de los sacerdotes se rasgó las vestiduras diciendo: “Ha blasfemado, ¿para qué necesitamos más testigos? Vosotros mismos acabáis de oír el insulto contra Dios. ¿Qué os parece?”. Ellos contestaron: “Merece la muerte”.
Luego comenzaron a escupirle en la cara y a darle bofetadas, diciéndole:
“Cristo, adivina quién te ha pegado”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús, el Cristo, el Ungido, el Hijo del Dios verdadero:
En tu pueblo, en Nazaret, reconociste que el Espíritu de Dios estaba sobre ti,
porque te había ungido para la dar la buena nueva a los más necesitados,
y proclamar “el año de gracia del Señor”.
Con esta fuerza divina entregaste “el amor y la bondad” de Dios.
Hoy es la autoridad máxima del pueblo quien exige:
“Yo te ordeno de parte del Dios verdadero que nos digas si tú eres el Ungido, el Hijo de Dios”.
No tienes ninguna duda: “Tú lo has dicho; además os digo que a partir de hoy veréis al Hijo del Hombre sentado a la derecha del Todopoderoso y venir sobre las nubes del cielo”.
Reconoces que Dios está contigo, y estará siempre con el Hombre que sólo sabe amar;
estás dispuesto a entregar la vida para que todos sean hermanos, hijos del mismo Padre.
“Vosotros mismos acabáis de oír el insulto contra Dios”.
Los hombres de la institución se parapetan detrás de Dios,
para defender sus leyes, sus costumbres, su vida... al servicio de ellos mismos.
Desde el amor de Jesús, ¡cuántos modos, cuánta esclavitud, cuánta apariencia... tienen que caer!
Es más cómodo escupir al profeta, darle bofetadas y burlarse... que ponerse al servicio del Amor.
Jesús, Hijo del Dios verdadero: danos fortaleza
para seguir en pie anunciando el amor y la libertad de toda persona, ungida por tu Espíritu.
Padrenuestro...
SÉPTIMA ESTACIÓN: Pedro reniega de Jesús
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (26, 69-75).
Pedro estaba sentado fuera, en el patio; se le acercó una criada y le dijo:
“También tú andabas con Jesús el Galileo”.
El lo negó delante de todos diciendo: “¡No sé de qué hablas!”.
Al salir al portal lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
“Este andaba con Jesús Nazareno”.
Otra vez lo negó jurándolo: “No sé quién es ese hombre”.
Al poco rato se le acercaron los que estaban allí y le dijeron:
“Tú también eres de ellos, seguro; se te nota en el habla”.
Entonces Pedro se puso a echar maldiciones y a jurar:
“¡No sé quién es ese hombre!”.
Y enseguida cantó un gallo.
Pedro se acordó de las palabras de Jesús:
“Antes de que cante el gallo renegarás de mí tres veces”.
Y saliendo fuera, lloró amargamente.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús solo, ignorado por los amigos:
Estamos contemplando tu abandono progresivo en el amor.
Tú, que sólo querías amar como el Padre,
tú que brindabas tu amor a “justos e injustos”...
tienes la oportunidad de amar sin mezcla de egoísmo a tus amigos más cercanos.
Hasta Pedro, cabeza y piedra del edificio de tu amor, te ha vuelto la espalda.
Su negación cobarde debió dolerte singularmente.
Ante el peligro de compartir tu sufrimiento, te ignora, reniega de tu amor.
En gloria, éxito, honor, poder, dinero... los amigos se multiplican.
En marginación, descrédito, fracaso... no sabemos “quién es ese hombre”,
o más cruel: “ese hombre no es nadie”, “su amistad puede perjudicar mi carrera”.
Es la triste historia que se prolonga en la sociedad y en la misma Iglesia.
Jesús solo, ignorado por los amigos, danos tu Espíritu de amor inagotable,
que siga, como el gallo, cantando que Tú no nos abandonas nunca;
que “nada nos puede separar de tu Amor”.
Padrenuestro...
OCTAVA ESTACIÓN: Judas desespera de la bondad divina
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 3-5).
Cuando Judas, el traidor, supo que Jesús había sido condenado, se llenó de remordimientos y devolvió las treinta monedas de plata a los jefes de los sacerdotes y a los jefes judíos, diciéndoles: “He pecado, entregando a la muerte a un inocente”.
Ellos le contestaron: “¿Qué nos importa a nosotros? Eso es asunto tuyo”.
Entonces arrojó las monedas en el templo y fue a ahorcarse.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús, amigo de Judas siempre:
Tú, Jesús fiel hasta el final, no reniegas nunca del Amor.
Respetas la libertad de Judas que se deja seducir por los jefes religiosos.
La institución judía, el templo y sus leyes, su poder, honor y riqueza,
no podían mantenerse en pie con tu idea de Dios y de fraternidad universal.
Eras un peligro real para la pervivencia de su situación privilegiada:
“conviene que muera uno antes que todo nuestro pueblo”.
Judas, guerrillero contra los romanos, no esperaba tu condena.
Tu detención sería un revulsivo popular contra los ocupantes.
El pueblo no permitiría que un hombre bueno fuera utilizado para someterles más.
Judas se arrepiente, devuelve el dinero: “he pecado entregando a la muerte a un inocente”.
¿Se ahorcó o murió accidentalmente como sugiere la versión de Lucas: en un campo
“cayó de cabeza, se reventó por la mitad y sus entrañas se derramaron”? (He 1, 18).
Fuera como fuera, a pesar de su posible desesperación,
“estamos seguros de que ni la muerte ni la vida, ...
ni creatura alguna, podrá apartarnos del amor de Dios
que encontramos en ti, Cristo Jesús, Señor nuestro” (Rm 8, 38-39).
También hoy muchos se dejan utilizar por los dirigentes;
colaboran contra la libertad, la verdad, la justicia...;
hunden a personas concretas, las marginan y olvidan;
anteponen la institución, que da de comer y encumbra;
“deja estar tu conciencia, fray Martín;
la única cosa segura es someterse a la autoridad establecida”
(Esta fue la consigna oficial del representante del Papa a Lutero:
J. I. González Faus: La autoridad de la verdad. 2ª ed. Sal Terrae. Santander 2006. Pág. 87).
Para ti, Jesús del Amor, no es así;
Tu conciencia está antes que cualquier autoridad establecida;
lo único seguro es tu Amor concreto, siempre presente en toda situación.
Jesús del amor casi imposible: que no desesperamos nunca de tu amor.
Padrenuestro...
NOVENA ESTACIÓN: Jesús es condenado por Pilato
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 1-2. 11-26).
Cuando amaneció, los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías celebraron una reunión para ver la manera de hacer morir a Jesús; lo ataron y se lo llevaron a Pilato, el gobernador, a quien lo entregaron. Jesús compareció ante el gobernador, que le preguntó: -“¿Eres tú el rey de los judíos?”.
Jesús contestó: -“Tú lo has dicho”.
Mientras lo acusaban los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías, no contestó nada. Pilato le dijo: -“¿No oyes todos los cargos que te hacen?”. Pero no le contestó a una sola pregunta, así que el gobernador no sabía qué pensar.
Con ocasión de la Pascua, el gobernador tenía la costumbre de dejar en libertad a un condenado, a elección de la gente. Había entonces un prisionero famoso, llamado Barrabás. Pilato dijo a los que se hallaban reunidos: -“¿A quién queréis que deje libre, a Barrabás o a Jesús, llamado el Cristo?”. Es que sabía que se lo habían entregado por envidia.
Mientras Pilato estaba en el tribunal, su mujer le mandó decir: -“No te metas con ese hombre porque es un santo, y anoche tuve un sueño horrible por causa suya”.
Mientras tanto, los sacerdotes y los jefes judíos convencieron a la gente de que pidiera la libertad de Barrabás y la condena de Jesús. Cuando e! gobernador volvió a preguntarles: -“¿A cuál de los dos queréis que os deje libre?”, ellos contestaron: -“A Barrabás”.
Pilato les dijo: -“¿Y qué hago con Jesús, llamado el Cristo?”. Todos contestaron: -“¡Que sea crucificado!”. Pilato insistió: -“¿Qué maldad ha hecho?”. Pero los gritos del pueblo fueron cada vez más fuertes: -“¡Que sea crucificado!”.
A1 darse cuenta Pilato de que no conseguía nada, sino que más bien aumentaba el alboroto, pidió agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: -“Yo no me hago responsable de la sangre que se va a derramar. ¡Allá vosotros!”. Y todo el pueblo contestó: -“¡Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros descendientes!”. Entonces Pilato dejó en libertad a Barrabás; a Jesús, en cambio, lo hizo azotar y lo entregó para que fuese crucificado.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús condenado por los jefes de los sacerdotes y las autoridades judías:
Tu condena a muerte es un caso claro de hasta dónde es capaz de llegar
el poder cuando ve peligrar sus prerrogativas.
No sólo el poder civil.
También quienes se creen dotados del poder de Dios.
El evangelio, los mejores sentimientos, la libertad de la fe,
el mandato evangélico del amor a los enemigos...
carecen de valor, se esfuman y se oscurecen ante el afán de control y dominio.
Tu condena a muerte se ha perpetuado en la historia.
Los disidentes siguen siendo enemigos a eliminar.
A la misma atrocidad llegó tu Iglesia:
“quemar herejes no va contra el Espíritu Santo”,
es una proposición de “los jefes de los sacerdotes y las autoridades” cristianas.
(Lutero defendía que sí iba contra el Espíritu Santo.
El Papa León X “condenó, reprobó y rechazó” tal proposición atribuida a Lutero.
Ver en El Magisterio de la Iglesia: DS 1483, Dz 773).
Jesús, disidente desde el amor del Padre Dios, conviértenos a tu amor.
Que la Iglesia, nuestra comunidad, nosotros, tratemos con tu amor a los discordantes.
Que los escuchemos, dialoguemos incansablemente, respetemos sus derechos humanos,
les amemos como tú, Cristo Jesús, nos amas.
También en su corazón habita tu Espíritu,
aunque puedan dejarse llevar, como nosotros, por espíritus ajenos al tuyo.
Amar, hacerles el bien, compartir tu amor, siempre es voluntad del Padre.
Padrenuestro...
DÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es coronado de espinas
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 27-31).
Los soldados romanos llevaron a Jesús al palacio del gobernador y reunieron alrededor de él a toda la tropa. Le quitaron los vestidos y lo echaron encima un manto de color rojo. Después le pusieron en la cabeza una corona que habían trenzado con espinas, y en la mano derecha una caña. Y doblando la rodilla ante Jesús, se burlaban de él, diciendo: -“¡Salud, rey de los judíos!”.
Le escupieron la cara y, quitándole la caña, le pegaron en la cabeza.
Después que se burlaron de él, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús desnudo, ridiculizado, coronado de espinas, escupido y golpeado:
Te contemplamos privado de derechos humanos elementales:
torturado física y mentalmente,
hecho centro de burlas crueles, escupido,
violada tu intimidad, golpeado impunemente.
Como “uno de tantos” detenidos, acorralados en peleas callejeras,
disidentes políticos o ideológicos, herejes, etc..
Los soldados, hombres realistas, siempre al amparo y defensa del poder,
emplearán su fuerza bruta sin compasión.
En tu persona van a burlarse de los profetas y rebeldes de siempre.
Para el poder constituido no hay más profecía que el orden establecido.
El pueblo se entusiasma fácilmente con mesías,
idealistas ridículos de los que hay que burlarse con toda crueldad,
soñadores de reinos divinos.
Disfrazándote de rey, coronándote de espinas, dotándote de cetro ridículo,
saludándote con ironía grotesca, golpeando tu cabeza,
escupiéndote, arrodillándose ante tu ilusorio poder...
expresan el desprecio por este pueblo fanático y con aires de grandeza.
Jesús ultrajado, escarnecido:
líbranos de toda tortura física o moral,
de toda vejación de la persona humana,
de toda situación infrahumana de vida,
de toda clase de crueldad.
Que el maltrato nunca nos haga perder nuestra dignidad humana;
siempre somos personas libres, hermanos de todos,
hermanos tuyos, hijos del mismo Padre.
Padrenuestro...
UNDÉCIMA ESTACIÓN: Jesús es crucificado
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 32-44).
Al salir encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y le obligaron a que cargara con la cruz de Jesús. Cuando llegaron al lugar que se llama Gólgota o Calvario, palabra que significa “calavera”, le dieron a beber vino mezclado con hiel. Jesús lo probó, pero no quiso beberlo.
Lo crucificaron allí y después echaron suertes para repartirse la ropa de Jesús. Luego se sentaron a vigilarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero que decía por qué lo habían condenado: ESTE ES JESÚS, EL REY DE LOS JUDÍOS. También crucificaron con él a dos ladrones, uno a su derecha y el otro a su izquierda.
Los que pasaban por allí meneaban la cabeza y lo insultaban, diciendo: -“¡Hola, tú que derribabas el templo y lo reedificabas en tres días! Líbrate del suplicio y baja de la cruz, si eres el Hijo de Dios”.
Los jefes de los sacerdotes, los jefes de los judíos y los maestros de la Ley lo insultaban, diciéndole: -“Ha salvado a otros y no puede salvarse a sí mismo. Si es el rey de Israel, que baje ahora de la cruz y creeremos en él. Había puesto su confianza en Dios. Si Dios lo ama, que lo libere, puesto que él mismo decía que era Hijo de Dios”.
Hasta los ladrones que estaban crucificados a su lado lo insultaban.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús de la cruel agonía:
Algún alivio debió ser la ayuda de Simón de Cirene,
para poder arrastrar la cruz hasta el calvario.
Para todos es el Cirineo un modelo de discípulo que “carga con tu cruz”.
Por lo demás, tu martirio es escalofriante, sin cuidado paliativo alguno.
“Esperaste compasión, pero no la hubo; antes pusieron ponzoña en tu alimento,
y en tu sed te abrevaron con vinagre”.
“Se reparten tus vestidos y sobre tu túnica echan suerte”.
“Eres un gusano, no hombre, oprobio de la humanidad y mofa de la plebe...
Te confiaste a Yahvé, que Él te libre; te salve, ya que le amas” (Sal 69,21-22; 22,19; 22, 7-9).
Te desacreditan aireando las acusaciones falsas de tu muerte:
que destruirías el templo y te habías proclamado rey de los judíos.
Dios mismo te ha abandonado: ¿dónde está su poder y gloria?
El poder y la gloria, y la riqueza que los alimenta,
están presentes en la institución judía, en el templo, en sus dirigentes
que visten primorosamente y son venerados por el pueblo.
Tú no eres nadie.
Tu silencio supera la tentación de Mesías triunfante, político, poderoso...
que había aparecido en el inicio de tu misión.
Tú quieres ser Hijo de Dios siguiendo el Espíritu de Dios,
que trae buenas noticias para los pobres, para los oprimidos, para los enfermos,
para los marginados, para los que carecen de vida.
Para ti, Jesús, ser Hijo de Dios es poner la confianza en su amor sin límites,
vivir desprendido a favor de los hermanos,
aceptar las limitaciones, respetar la libertad de todos,
hacer la paz, promover bienes para todos, desarrollar la fraternidad.
Que tu martirio –tu testimonio- nos ayude a seguir tu Amor humilde.
Padrenuestro...
DUODÉCIMA ESTACIÓN: Jesús muere entregando su espíritu
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27,45-56).
Desde el mediodía hasta las tres de la tarde la tierra se cubrió de tinieblas.
A eso de las tres Jesús gritó con fuerza: -“Elí, Elí, lamá sabactani”.
Que quiere decir: “Dios mío, Dios mío, (por qué me has abandonado?”.
Al oírlo, algunos de los presentes decían: -“Está llamando a Elías”.
E inmediatamente uno de ellos fue corriendo a tomar una esponja,
la empapó en vinagre y, poniéndola en la punta de una caña, le dio de beber.
Otros decían: -“Déjalo, vamos a ver si viene Elías a liberarlo”.
Entonces Jesús, gritando de nuevo con voz fuerte, entregó su espíritu.
En ese mismo instante la cortina del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo;
tembló la tierra, las rocas se partieron, algunos sepulcros se abrieron y los cuerpos de muchos creyentes que habían muerto resucitaron; después de la resurrección de Jesús salieron de sus tumbas, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a mucha gente.
El capitán y los soldados que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que estaba pasando, tuvieron mucho miedo y dijeron: -“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
También estaban allí, observando de lejos, muchas mujeres que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo, entre ellas María Magdalena, María, madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús, “verdadero Hijo de Dios”:
Es sobre todo ahora, cuando voluntariamente “entregas el espíritu”,
cuando te reconocemos como “el hijo amado, el predilecto”,
a quien el Padre nos encomienda escuchar.
La comunidad cristiana entiende tu muerte como un eclipse del sol:
tú, luz del mundo, compartes nuestra tiniebla.
Tu grito no es de desesperación sino el inicio del salmo del justo abandonado por Dios,
que termina reconociendo a Yahvé como “fortaleza suya”, y que “su alma vive para Dios”.
Continuas la oración de Getsemaní: pase este cáliz...
Aceptas tu muerte en obediencia filial.
Somos mortales y libres, y hay libertades que matan a sus semejantes.
Víctima inocente –a nadie has hecho daño-, entregas amorosamente tu vida,
sin pedir venganza, perdonando a todos, sin devolver mal por mal,
como un verdadero hijo del Dios
“que hace salir el sol y bajar la lluvia sobre justos e injustos”.
El odio de algunos no entiende la entrega de tu vida,
y te ofrece el “vinagre” de la amargura y desprecio.
“La cortina del templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo”.
El templo es ya tu cuerpo, tu persona, Jesús roto de arriba abajo.
“Arriba” está el Padre y “abajo” estás tú, dándonos el Espíritu de amor.
Este Espíritu conmueve la tierra y nos hace partícipes de la vida resucitada.
Tu muerte entregada conmueve a quienes la contemplan:
-“Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”.
A ella asisten “muchas mujeres que te habían seguido desde Galilea para servirte”.
“Seguirte y servirte” hasta la muerte es nuestra aspiración principal.
Te pedimos que nos ayudes a realizarla.
Padrenuestro...
DECIMOTERCERA ESTACIÓN: Jesús en un sepulcro vigilado por los jefes judíos
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (27, 57-66).
Siendo ya tarde, vino un hombre rico de Arimatea, que se llamaba José, que también había sido discípulo de Jesús. Fue donde Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús, y el gobernador ordenó que se lo entregaran. Y José, tomando el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo colocó en un sepulcro nuevo, excavado en la roca, que se había hecho para sí mismo; después rodó una gran piedra redonda, para que sirviera de puerta, y se fue. María Magdalena y la otra María estaban sentadas frente al sepulcro.
Al día siguiente (era el día después de la preparación a la Pascua) los jefes de los sacerdotes y los fariseos se presentaron juntos ante Pilato y le dijeron: -“Señor, nos hemos acordado de que aquel mentiroso dijo cuando aún vivía: “Después de tres días resucitaré”. Por eso, manda que sea vigilado el sepulcro hasta el tercer día, no sea que vayan sus discípulos, roben el cuerpo y digan al pueblo que ha resucitado de entre los muertos. Este sería un engaño más perjudicial que el primero».
Pilato les respondió: -“Ahí tenéis los soldados; id vosotros y tomad todas las precauciones que creáis convenientes”.
Ellos fueron al sepulcro y lo aseguraron, sellando la piedra y poniendo centinelas.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús muerto y sepultado:
José de Arimatea “había sido discípulo” tuyo.
Su apego a la riqueza le había impedido seguirte y servirte abiertamente.
Cuando se entera de tu muerte, vuelve agradecido a colocar tu cadáver en su sepultura familiar.
Para él todo ha terminado.
“Los jefes de los sacerdotes y los fariseos”, seguros de tu muerte,
“sellan la piedra y ponen centinelas”.
Nunca se fiaron de ti, de tus palabras de vida.
Se vieron, más bien, agredidos por tus denuncias del templo,
de su doble moral, de sus prácticas religiosas vacías de amor a los hermanos,
de su afán de presumir, de mandar, de enriquecerse.
Si no se fiaban de ti –que avalabas palabras con obras-,
¿cómo se van a fiar de tus seguidores?
Como ellos –“piensa el ladrón que todos son de su condición”-,
serán capaces de todo con tal de conservar el poder y la explotación de una creencia.
Podrían “robar el cuerpo y decir al pueblo que ha resucitado de entre los muertos.
Este sería un engaño más perjudicial que el primero”.
Menos mal que los discípulos creyeron en tu vida resucitada,
entregando la vida en amor humilde, como tú.
“No tengo oro ni plata, pero lo que tengo te lo doy:
en el nombre de Jesús de Nazaret, camina” (He 3, 6).
Vivir en tu Amor es el único modo de proclamar que tú, Cristo, vives.
Padrenuestro...
DECIMOCUARTA ESTACIÓN: El resucitado se aparece a las mujeres
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (28, 1-10).
Pasado el sábado, al despertar el alba del primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a visitar el sepulcro. De repente se produjo un gran temblor porque el ángel del Señor bajó del cielo y, acercándose al sepulcro, hizo rodar la piedra que lo tapaba y se sentó encima. Su aspecto era como el relámpago y sus ropas blancas como la nieve. A1 verlo, los guardias temblaron de miedo y quedaron como muertos.
El ángel dijo a las mujeres: -“No temáis. Ya sé que buscáis a Jesús crucificado. No está aquí; ha resucitado, tal como lo había anunciado. Venid a ver el lugar donde lo habían puesto, y después id a decir a sus discípulos que ha resucitado de entre los muertos y que va delante de ellos camino de Galilea; allí lo veréis. Esto es lo que tenía que deciros”.
Ellas salieron al instante del sepulcro con temor, pero con una alegría inmensa a la vez, y fueron corriendo a dar la noticia a los discípulos. De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo:
-“La paz esté con vosotras”. Las mujeres se acercaron, se abrazaron a sus pies y lo adoraron.
Jesús les dijo: -“No temáis; id a anunciarlo a mis hermanos para que acudan a Galilea; allí me verán”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús despertado de la muerte el primer día de la semana:
Tu resurrección nos descubre un mundo nuevo.
La dos mujeres, María Magdalena y la otra María, presienten en su conciencia
que “tú no estás en el sepulcro, has resucitado”.
Te habían oído decir que Dios, Padre nuestro, ha unido a muertos y vivos,
en la continuidad de su amor: “nuestro Dios no es un Dios de muertos,
sino de vivos; para él todos están vivos” (Mt 22,23-32; Mc 12, 18-27; Lc 20, 27-38).
Ellas, testigos de tu muerte y sepultura,
“van a visitar el sepulcro”;
en medio de la duda, buscan al crucificado.
Pero “el ángel del Señor”, el espíritu de Dios, les asegura que tú vives,
has resucitado, tienes otro modo de vida, estás en el Amor del Padre,
participas ya de su gloria para siempre.
Se sienten enviadas a los demás discípulos para decirles
que tú, Jesús de Nazaret, vas delante de ellos.
Que empiecen por Galilea, como tú, Jesús, a anunciar el reino de Dios.
En el camino del reino, en cualquier Galilea del mundo,
“te verán” y sabrán que vives, les consuelas, les recuerdas tu vida y tus gestos.
Así estamos nosotros: en medio de la perplejidad, el miedo y la alegría,
proclamando nuestra fe en tu Amor, en tu Espíritu,
que te ha resucitado y nos resucita al darnos tu mismo Amor.
Padrenuestro...
DECIMOQUINTA ESTACIÓN: El resucitado envía y acompaña siempre
- Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
- Porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Lectura del evangelio según san Mateo (28, 16-20).
Por su parte, los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús los había citado. Cuando vieron a Jesús se postraron ante él, aunque algunos todavía desconfiaban.
Entonces Jesús, acercándose, les habló así:
-“Se me ha dado todo el poder en el cielo y en la tierra.
Id y haced que todos los pueblos sean mis discípulos.
Bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,
y enseñadles a cumplir todo lo que os he encomendado.
Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”.
Palabra del Señor.
Oración:
Jesús resucitado, que vives en medio de todos:
tu resurrección te hace presencia ilimitada;
presencia, siempre acogedora, siempre perdonadora,
sin reproches, como amor incondicional...,
que responde a la desconfianza y la debilidad de nuestra fe,
con la alegría de tu Espíritu que nos habita.
La paz que tú nos infundes es tu regalo de Pascua:
nos conduce a escuchar serenamente tu Palabra;
nos intima y hace experimentar el Amor divino;
nos mueve a reconocerte en los hermanos, sobre todo, en los más débiles.
Tu Espíritu nos recuerda tu palabra:
“Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”;
nos conduce hacia la verdad;
nos ilumina el ser hijos de Dios y hermanos de todos;
nos empapa y envuelve en el amor del Padre y en el tuyo.
Tu Espíritu es como el agua, llena de fuerza y de fecundidad;
como el viento que corre a acariciar y trabajar por los hermanos;
como la paloma que se posa, cobija, alimenta, produce todo bien.
Queremos, Jesús resucitado, ser testigos de tu Amor.
Padrenuestro...
Rufo González