Las “lejanías” clericales han sido creadas y fomentadas por los dirigentes eclesiales “La cercanía al pueblo” huele a clericalismo (y B)

Discurso del Papa Francisco sobre el sacerdocio (7)

Afirmo que la “cercanía al Pueblo de Dios es propia del sacerdocio bautismal. Todo cristiano es miembro del Pueblo de Dios. Quienes ejercen ministerios especiales en la Iglesia (obispos, presbíteros, teólogos, miembros de Cáritas, catequistas, animadores de la liturgia, visitadores de enfermos....) son Pueblo de Dios antes de cualquier cargo. Su “cercanía al Pueblo de Dios” viene dada por el bautismo. El Papa en su Discurso resalta la cercanía clerical: “su cercanía al Pueblo de Dios, enriquecida con las `otras cercanías´, invita y en cierta medida exige desarrollar el estilo del Señor, que es estilo de cercanía, de compasión y de  ternura porque es capaz de caminar no como un juez sino como el Buen Samaritano... Cercanía que permite ungir las heridas y proclamar un año de gracia en el Señor (Is 61,2)”. Todo cristiano “desarrolla el estilo del Señor, que es estilo de cercanía”.

No sólo los “sacerdotes jerárquicos” son “pastores” del Pueblo de Dios. El Pueblo es “reino y sacerdotes para Dios, su Padre” (Apoc 1,6; 5,9-10). En esta visión de Iglesia, no tiene sentido decir que “el Pueblo de  Dios espera encontrar `pastores´ al estilo de Jesús -y no tanto `clérigos de estado´ o `profesionales  de lo sagrado´- ; pastores que sepan de compasión, de oportunidad; hombres con coraje capaces de  detenerse ante el caído y tender su mano; hombres contemplativos que en la cercanía con su pueblo puedan anunciar en las llagas del mundo la fuerza operante de la Resurrección” (Discurso del Papa). Todo esto lo pueden hacer hombres y mujeres cristianos. Todos son enviados a “proclamar el año de gracia del Señor” (Lc 4,19). Todos pastores, según el don recibido. 

El Papa denuncia que “falta la experiencia de `pertenencia´ que es  mucho más que una conexión” como “una de las características cruciales de nuestra sociedad de “redes”. E intenta ponerle remedio a través del sacerdote clérigo: “la cercanía del pastor puede convocar a la comunidad y ayudar a crecer el sentimiento de pertenencia”. Este es el camino trillado durante siglos. Camino que ha logrado que los clérigos sean considerados “Iglesia” ellos solos. Por ese camino no llega decisiva “la experiencia de pertenencia”.

La conciencia real de “pertenencia” se logra priorizando la comunidad. Como al inicio del cristianismo. Cuando no se podía decidir nada importante sin el acuerdo comunitario, se invitaba a todos a votar y a elegir opciones evangélicas, se repartían responsabilidades... “La experiencia de pertenencia” surgía de la vida. Con “Consejos consultivos” -eso ahora, tras siglos caciquiles- no crece la conciencia de pertenencia al Pueblo de Dios.

Recuerda el Papa que los bautizados “pertenecemos al Santo Pueblo fiel de Dios que está  llamado a ser signo de la irrupción del Reino de Dios en el hoy de la historia”. Pero la “pertenencia” a una institución humana, aunque sea de origen divino, debe hacerse de forma humana: con conocimiento y libertad. Por aquí viene quebrando la Iglesia. Ha ido creciendo por imposición, bautizando sin conocer la persona y el evangelio de Jesús.  Sin fe ni conocimiento de lo fundamental cristiano, muchos padres traen sus hijos a la Iglesia para que los bautice. Y los clérigos, creyéndose ellos la Iglesia, los admiten sin más.

Si la acogida eclesial dependiera de una comunidad -como debía ser-, dicha comunidad tomaría parte en el asunto. Abriría la puerta a una experiencia comunitaria, explicaría sus bases, objetivos y modos de vida. Puede ser que “algún pastor ande disperso o lejano”, pero no toda la Iglesia. Toda comunidad cristiana “hace suyas las palabras del Apóstol: «¡Ay de mí si no evangelizare!» (1Cor 9,16), y sigue sin cesar enviando evangelizadores, hasta que las Iglesias nuevas se constituyan plenamente y ellas mismas continúen la obra de evangelizar... Predicando el Evangelio, la Iglesia atrae a los oyentes a la fe..., los prepara al bautismo, los libra de la servidumbre del error y los incorpora a Cristo para que por la caridad crezcan en El hasta la plenitud” (LG 17). El Papa identifica “pastor” con “clérigo”: “Si el pastor anda disperso, lejano, las ovejas también se dispersarán y quedarán al alcance de cualquier lobo”. La principal causa de la dispersión está en la falta de comunidad, en no sentir la ternura de Jesús en la fraternidad comunitaria. 

No comparto esta tesis del Discurso de Francisco: “Esta pertenencia proporcionará el “antídoto” contra una deformación de la vocación: olvidarse que la vida sacerdotal se debe a otros -al Señor y a las personas por él encomendadas-. Este olvido está en las raíces del clericalismo y sus consecuencias”. Este razonamiento se mueve en el esquema “sacerdote-comunidad”. Desde el esquema “ministerios-comunidad”, donde todos somos sacerdotes y hay diversos ministerios, todos hemos sido llamados al servicio del Pueblo de Dios y a la misión de Jesús. Un ministerio, por muy “ordenado”, no puede asumir la totalidad ministerial y erguirse sobre el pueblo como ministerio único y total. No cabe “olvidarse” de que su vocación es una entre las demás vocaciones. Toda vocación, por muy específica que sea, sabe que la comunidad es la “señora-servidora del mundo” a quien debe servir. Y, si no sirve adecuadamente, puede destituirle con toda naturalidad. Es la nueva organización que pretende el Sínodo de la sinodalidad.   

Ciertamente “este olvido está en las raíces del clericalismo... El  clericalismo es una perversión porque se constituye con `lejanías´. Cuando pienso en el clericalismo,  pienso también en la clericalización del laicado, esa promoción de una pequeña elite que entorno al cura termina también por desnaturalizar su misión fundamental (GS 44)”. Comparto esta apreciación del Papa. Pero le falta decir que estas “lejanías” son creadas y avivadas por los dirigentes eclesiales. Muy bien la cita de “Gaudium et Spes 44”, pero sabe el Papa que dicha cita es poco ejercida por la Jerarquía católica: “Es de todo el Pueblo de Dios, sobre todo de pastores y teólogos, ayudando el Espíritu Santo, auscultar, discernir e interpretar las varias hablas de nuestro tiempo y juzgarlas a la luz de la palabra divina, a fin de que la Verdad revelada pueda siempre ser percibida con más agudeza, mejor entendida y más adecuadamente propuesta” (GS 44). 

Sin dudaesta cercanía al Pueblo de Dios está vinculada “a la cercanía con Dios”. Todo cristiano al tratar con Cristo “lleva las marcas de las heridas y las alegrías de su gente (sus hermanos) a la que presenta desde el silencio al Señor para que las unja  con el don del Espíritu Santo. Es la esperanza del pastor (de todo cristiano sincero) que confía y lucha para que el Señor los bendiga”.

No sóloa los  Obispos y sacerdotes hará bien preguntarse “cómo están mis cercanías”, cómo estoy viviendo estas cuatro dimensiones que configuran mi ser sacerdotal de manera transversal y que me permiten  “gestionar” las tensiones y “desequilibrios” que a diario tenemos que manejar”. Todo cristiano necesita revisar estas cuatro cercanías. Todo cristiano, “corazón sacerdotal”, puede hacer suyas las palabras finales del Discurso papal: “sabe de cercanías porque el  primero que quiso ser cercano fue el Señor. Que Él los visite en la oración, en el obispo, en los hermanos presbíteros y en su pueblo. Que Él altere las rutinas e incomode un poco, despierte la inquietud -como en el tiempo del primer amor-, ponga en movimiento todas las capacidades para que nuestros pueblos tengan vida y vida en abundancia (cf. Jn 10,10)... Las cercanías del Señorno son una carga más sino son un regalo” para todos.

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