Campanar, el village de la gran ciudad La “raspadura de las espaldas de la Virgen” para tener un buen parto

La Virgen de los huertanos
La Virgen de los huertanos

Las parteras bebían agua con el polvlllo de la escayola de la imagen para que delicado trance de parir resultara bien

Lo que fuera los campos más fértiles de la huerta de la ciudad de Valencia –“que se extiende tres millas al borde izquierdo del Turia”-  fue arrollado por una incontenida e irrefrenable pasión urbanizadora. Campanar no deviene de su esbelto campanario de la Iglesia que la popular Virgen de su nombre, sino de su campiña, de su feraz campiña. Camparius o campanarius la denomina el Llibre del Repartiment al adjudicarla el 8 de julio de 1237, un año antes de hacerse con la ciudad Jaime I, cuando bajaba en paseo militar desde Paterna. El topónimo, con sabor latino, nació en época visigoda y los árabes lo respetaron.

Fue propiedad de varios señores, entre ellos el barón de Barcheta, al que Campanar le tiene dedicada una calle. Por su valía ecológica y económica- tenía además de huerta frondosos pinares con los que se hizo el maderamen de muchos palacios- , acabó pasando al Patrimonio Real. Su vida religiosa comenzó con una sencilla capilla en la alquería que en el lugar tenía Ausias Valeriola y dependía de la jurisdicción de la parroquia de santa Catalina, donde fue enterrado Arnaldo Valeriola, a cuya familia perteneció algún tiempo parte del territorio.

Popular advocación mariana
Popular advocación mariana

Aquella capillita tenía una tabla con una imagen pintada advocada a la Misericordia. Pronto adquirió fama de milagrero el icono mariano y fueron muchos los peregrinos que allí llegaban, especialmente mujeres parteras en demanda de auxilio especial en el difícil trance de parir. El pequeño recinto se convirtió en templo parroquial el 2 de septiembre de 1507 intitulado Virgen de la Misericordia. Se independizó de santa Catalina y de alguna manera de Valencia.

Con la nueva jurisdicción decidieron los lugareños fabricar un nuevo templo más capaz sobre terreno colindante donado por Pedro Raimundo Dalmao –la tradición sería pertenecer a las distintas familias de los Sánchez Dalmao, llegando hasta las del Marqués de Sotelo-, a cambio de lo cual se le otorgó el derecho de presentación de párroco y el abrir un balconcillo o tribuna desde su casa para poder asistir a Misa desde ella. Hoy dicha ventana sigue vigente, está en la casa solariega pegada al campanario.

Un lunes por la tarde, el 19 de febrero de 1596, un albañil que hacía una fosa en la cripta para enterrar a un clérigo, se encontró enterrada una pequeña imagen de la Virgen, de alabastro, que parece que en origen pertenecía a un alto relieve de un retablo. Era una Virgen de pie, con un Niño Jesús en brazos, de 4 decímetros de altura y 21 kilos de pesos. El canónigo e historiador Sanchis Sivera la definió “de excelente factura”.

El ser de alabastro sirvió de excusa a las devotas parteras para hacerle raspaduras en la talla con el fin de obtener un polvillo que sumir disuelto con agua en las delicadas horas del trance, lo que les pareció siempre milagroso para tener un buen parto, acción ésta que era denominada como “ceremoniosa raspadura de las espaldas de la Virgen para obtener pulverizada reliquia”. Como la imagen se iba desgastando materialmente –tiene una oquedad detrás notable- se prohibió seguir con esta costumbre.

Campanario de la Virgen de las Pateras
Campanario de la Virgen de las Pateras

La alegría fue enorme, dentro del templo se le erigió capilla en 1601, a partir del cual prosiguió la tradición peregrinante, de la veneración a la Virgen de la tabla se pasó a la Virgen sorpresivamente hallada, y aunque también a ésta se le advocó Virgen de la Misericordia, el pueblo tiró por la calle de en medio y le llamó desde entonces Virgen de Campanar, Mare de Déu de Campanar. En el templo se enterró a ilustres personajes de la nobleza valenciana como la condesa de Rótova.

Grandes fiestas  ha tenido siempre esta Virgen gracias a sus incondicionales clavarios. En los últimos años han sido nutridas y potenciadas por el ingenio y tesón de Miguel Ángel Bustos, a quien la madurez no ha hecho escéptico por suerte, y desde hace un mes se pasa los fines de semana redoblando el jolgorio festero con todo tipo de actos en honor a esta “Mare de Deu que no te par,/ de tot lo mon advocada,/ sou Maria intitulada/ la Verche de Campanar”.

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