El capellán del hospital de la “peste blanca” superó el coronavirus Antonio Nofuentes: “El confinamiento me ha ayudado a recuperar la sensibilidad por el enfermo”

Antonio Francisco María Nofuentes
Antonio Francisco María Nofuentes

"Vivir una pandemia solo y enfermo es algo terrible… pensaba en todas las personas que están solas, sin familiares, y en todos los enfermos crónicos a los que sirvo en el hospital”

"Tras mes y medio de confinamiento, y ha relatado su experiencia de “ponerse en la piel del enfermo”, lo que le ha ayudado a “recuperar la sensibilidad por el enfermo, a que no se pierda por la rutina”

Antonio Francisco María Nofuentes, 49 años, fraile servita, capellán del Hospital Dr. Moliner, resultó infectado por el coronavirus fuera del centro hospitalario, que ha superado tras mes y medio de confinamiento, y ha relatado su experiencia de “ponerse en la piel del enfermo”, lo que le ha ayudado a “recuperar la sensibilidad por el enfermo, a que no se pierda por la rutina”. Actualmente es capellán del Hospital Dr. Moliner, que en tiempos fue llamado de la “peste blanca”, la tuberculosis. Es uno de los varios capellanes de hospitales valencianos que heroicamente están en la primera línea de la lucha, esta espiritual, contra lla pandemia del Covid19 para asistir y confortar a los enfermos en su enfermedad y final de la vida, arriesgando las suyas..

El Dr. Francisco Moliner, catedrático de Patología y Clínica Médica de la Universidad de Valencia, preocupado por la falta de atención sanitaria a las clases más humildes y especialmente por las condiciones en que éstas trabajaban, favoreciendo la propagación de la tuberculosis, propuso la creación de granjas-sanatorios en las que se ingresaran a los más pobres y, mediante un tratamiento combinado de helioterapia, dieta, reposo y vigilancia médica, conseguir la recuperación de los afectados por la "peste blanca".

Dicha preocupación vino condicionada siendo el Dr. Moliner presidente de la Comisión de la Cruz Roja de Valencia con motivo de la repatriación del ejército que luchó en la Guerra de Cuba. En el Grao organizó la posta sanitaria que recibía a los soldados enfermos más graves cuando llegaban al puerto. Como eran muchos los que padecían enfermedades pulmonares y venían a morir cerca de sus familias, pensó que un sanatorio donde respirasen aires puros y cálidos, con los convenientes cuidados médicos, arrancaría de la muerte a muchos de estos pacientes. En 1898 arrendó parte del edificio perteneciente a la Cartuja de Porta-Coeli, en la Sierra Calderona (Serra - Valencia), creó un consejo de administración donde estaban representadas las primeras autoridades y eclesiásticas de Valencia. La Reina María Cristina firmó un Decreto mediante el cual el sanatorio de Porta-Coeli quedaba bajo su protección y la de su hijo Alfonso XIII.

Hospital Moliner en medio de una gran pinada
Hospital Moliner en medio de una gran pinada

El Sanatorio de Porta-Coeli, futuro Hospital Dr. Moliner, fue inaugurado el 15 de Julio de 1899 en las dependencias de la antigua Cartuja, convirtiéndose en sanatorio benéfico para enfermos tuberculosos, con una capacidad total de 46 camas.

El actual Hospital Dr. Moliner fue construido a finales de los años 30 del siglo pasado –en terrenos que hasta la Desamortización también fueron de la Cartuja, cuya propiedad se extendía desde el cenobio a Bétera- y en 1987 adscrito al INSALUD, pasando a ser destinado para enfermos crónicos de Media y Larga Estancia y terminales.

Capellán de Hospital,  contagiado

El capellán del Hospital Dr. Moliner es Antonio Francisco María Nofuentes, 49 años,  fraile de la Orden de los Siervos de María, más conocidos como servitas, dedicados, desde el siglo XIII,  a las obras de misericordia. En la capitulación 319 de sus Constituciones se lee: “ La creación está todavía en el dolor y en la angustia.”

  El religioso quedó infectado, no en el hospital, ya ha pasado la experiencia del confinamiento como contagiado. “Ha sido una lección de vida ponerme en su piel” y también “un tiempo fuerte de encuentro con Dios”. Lleva 20 años de servicio como capellán de hospital, sin enfermar. Ha relatado a Avan su experiencia: “La primera semana fue realmente dura, pensaba que era una gripe fuerte, la cabeza me iba a estallar… vivir una pandemia solo y enfermo es algo terrible… pensaba en todas las personas que están solas, sin familiares, y en todos los enfermos crónicos a los que sirvo en el hospital”.  “Ha supuesto un tiempo de redescubrimiento de mi vocación, de agarrarme a lo fundamental, porque tienes mucho tiempo para pensar, y al final, estás a solas con Dios, y el Señor nunca me ha abandonado”.

 “Ha sido una experiencia muy importante pasar de todo lo que sabemos de teoría sobre una enfermedad y sobre el sentir del enfermo, a vivirlo en la práctica”. “Me ha ayudado a “recuperar la sensibilidad por el enfermo, a que no se pierda por la rutina”. En esta pandemia, “se pone en especial valor el trabajo que hacemos los capellanes en nombre de la Iglesia, de acoger la persona que tengo delante”. La imagen de tantas personas que mueren solas “es escalofriante” y “nunca tenemos que verlos como números anónimos”. Ni siquiera en esta crisis sanitaria “perdemos nuestra condición de personas, de sujetos únicos, amados por Dios en nuestra individualidad”.

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