Seminario Iglesia y Sociedad Una valenciana pionera del feminismo obrero católico y de la Acción Católica

Vicente Comes IGlesia, historiador
Vicente Comes IGlesia, historiador

Creó el Sindicato de la Aguja, que aglutinó a trabajadoras de la confección.

Impulsó la revista “La Mensajera” que influyó en la elaboración de una propuesta para que el Gobierno aprobase una ley sobre trabajo a domicilio, en 1915.

El suyo fue unfeminismo católico solidario y reformista, pacifista ante la Primera Guerra Mundial, defensora de la importancia de la mujer en la familia, reivindicador del derecho al trabajo en condiciones sociolaborales dignas, del derecho a la educación, del seguro de maternidad, igualdad civil, acceso al voto político y el derecho a las creencias religiosas, años antes de que se fundara la Acción Católica Femenina en 1919.

Vicent Comes Iglesia, doctor en Historia Contemporánea y profesor de Florida Universitaria, ha llevado al Seminario “Iglesia y Sociedad” celebrado en a UIMP, la figura de María Lázaro Sapiña, que fue una de las mujeres católicas valencianas que estuvieron muy vinculadas a las políticas sociales. Su labor no sólo se quedó en Valencia y España, sino que trascendió a toda Europa en la primera parte del siglo XX, al integrarse en la  Unión Internacional de Ligas de Mujeres Católicas (1910). El título de su interesante y magistral intervención fue “María Lázaro Sapiña, el compromiso con la formación intelectual de la obrera y ciudadana”.

Ella fue partidaria de un feminismo católico solidario y reformista, pacifista ante la Primera Guerra Mundial, defensora de la importancia de la mujer en la familia, reivindicador del derecho al trabajo en condiciones sociolaborales dignas, del derecho a la educación, del seguro de maternidad, igualdad civil, acceso al voto político y el derecho a las creencias religiosas, años antes de que se fundara la Acción Católica Femenina en 1919.

Su padre, abogado, tenía un próspero negocio de exportación de vinos a gran escala, negocio que le posibilitaría adquirir importantes inmuebles en la ciudad de Valencia. Estudió en el selecto Colegio “Jesús y María” posiblemente hasta terminar los cursos de secundaria. Estuvo vinculada a la instituticón “Protección de intereses católicos” con rasgos de beneficencia del siglo anterior. El carácter maternalista y moralizante que tenía la “Intereses Católicos” permitió a María Lázaro conocer de cerca la dura realidad de explotación en que estaban las obreras: jornadas de 10 y 12 horas, salarios de miseria, condiciones de trabajo inhumanas (con iluminación a base de velas), contratos temporales y despidos masivos en el verano, etc. De ese contacto con la dura realidad de las obreras, surgiría la iniciativa de Intereses Católicos en 1912 de agrupar a las obreras y organizarlas en un sindicato.

 En mayo 1912 se creaba el Sindicato de la Aguja a iniciativa y por impulso de Intereses Católicos con su asesoramiento. Con su apoyo pudo ser importante para que el sindicato creciera en afiliadas: 170 al cumplirse el primer año, 350 al segundo, 500 asociadas al tercero y 650 al cuarto año, progresión numérica que permitió en 1916 agrupar a las obreras en 16  gremios o secciones (modistas, costureras, sastresas, sombrereras, corseteras, etc). Puso en marcha la revista “La Mensajera” (marzo de 1914) e influyó en la elaboración de una propuesta para que el Gobierno aprobase una ley sobre trabajo a domicilio (abril de 1915).

Formó parte de la “Junta para la construcción de una Casa para los Obreros católicos”, siendo una de las dos únicas mujeres en una lista de treinta y dos hombres. Dirigió la “Academia social y Escuela de propagandistas” dando clases semanales a jóvenes y formándolas para ser en el futuro dirigentes católicas, en tiempos de grave conflictividad obrera. Su intensa actividad en los ámbitos valenciano y nacional se amplió a la esfera internacional al asistir a las “Jornadas Sociales Femeninas”, celebradas en París en abril de 1920, organizadas por la francesa “Acción Social de la Mujer”. En 1922, asistirá por primera vez al V Congreso de la Unión Internacional de Ligas Católicas Femeninas, organización a la que quedaría vinculada hasta 1952.

En la década de 1920 y hasta 1936, la principal tarea educadora de María Lázaro va a girar en torno a la Acción Católica femenina. Concebida la Acción Católica como larga mano de la jerarquía, era lógica la preocupación de contar con personas bien formadas, capaces de influir y trasladar mensajes a los ámbitos de la sociedad más reacios a la Iglesia, preocupación que, ciertamente, ya venía de años atrás pero que la nueva coyuntura republicana no hacía sino acentuar. Formar y preparar mujeres dirigentes era lo que había hecho, como asesora, en el Sindicato de la Aguja. No extraña, pues, que el arzobispo Melo le encargase en 1933 realizar la misma labor para la Juventud Femenina de Valencia. De hecho, entre enero y mayo de 1933, la encontramos en un “Círculo de Estudio” dando clases semanales a un grupo de treinta jóvenes como embrión de responsables.  Asimismo, en enero de 1935, era la responsable de un cursillo de ocho lecciones para directivas, delegadas y propagandistas sobre normas prácticas para su acción, cursillo en el que desarrolló las tres principales cualidades que debía tener una dirigente: iniciativa, visión clara de las personas colaboradoras y capacidad de influencia.  En diciembre de 1935 estará dirigiendo un Círculo de Estudios para propagandistas de Acción Católica de los pueblos, explicándoles detalladamente cada uno de los artículos del Reglamento parroquial y enseñándoles técnicas de ordenación de ficheros, clasificación de carpetas, etc.  Además, como complemento de toda esa labor educadora, en junio de 1935 inició una biblioteca de préstamo, que un año después alcanzaría a tener varios miles de volúmenes. También fuera de Valencia era invitada a dar formación.

Para María Lázaro en plena República, España era país de misión, pues la mitad de la población vivía en la ignorancia religiosa, otros en la indiferencia y unos pocos en la hostilidad contra la Iglesia. En consecuencia, urgía el apostolado de la mujer para cambiar esa realidad, misión que sólo era posible con una buena formación apologética y un conocimiento de la historia de la Iglesia.  Un apostolado, decía, que no podía ser sólo de la Acción Católica, ni tampoco de los sacerdotes, sino de los hombres y mujeres católicos trabajando como hormigas, en expresión suya. Y una convicción le servía de mensaje final para tantos católicos acobardados ante la política religiosa de la República: no había razón para el desaliento, aunque en ocasiones no se viera el fruto.

Iniciada la Guerra Civil, nada se sabe de los avatares que tuvo que afrontar en los primeros meses del conflicto. Como propagandista conocida en los medios públicos de Valencia, no es aventurado suponer que se refugiaría en alguna casa amiga, con el peligro y pavor a cualquier registro miliciano. El único dato que sabemos es que llegó a algún lugar de Francia a principios de junio de 1937, aunque ignoramos los detalles y circunstancias de la escapada. Ya en Francia, escribió a la presidenta de la Unión Internacional de Ligas Católicas, para pedirle consejo y apoyo. La respuesta fue invitarla a desplazarse a París, donde se entrevistó con la Presidenta (Stemberghe) acogiéndose luego a la hospitalidad de las Hijas del Corazón de María, institución con la que mantenía contactos desde 1928.

La presencia en París de María Lázaro fue considerado por la Superiora General de las Hijas de María como una oportunidad para hacer algo concreto en España aprovechando su prestigio y contactos. Muy rápidas debieron de ser las gestiones, pues a finales de agosto de 1937, se organizaba en San Sebastián (en poder de los sublevados desde septiembre de 1936) un primer curso formativo sobre contenido y técnicas de trabajo social dirigido a mujeres de Acción Católica. Y en noviembre/1937 y una segunda tanda con el mismo contenido. También colaboró María Lázaro a que las Hijas del Corazón de María se instalasen en España. A finales de 1938, acompañó a Pamplona a Marie Rascol (nombrada Superiora General ese mismo año) a visitar al cardenal Isidro Gomá para que autorizase a las Hijas del Corazón de María a abrir Casa en España, petición que aprobó Gomá.

 La Acción Católica de la inmediata postguerra volvió a ser uno de los campos de acción de María Lázaro, si bien con una intensidad mucho menor y limitada sobre todo a Valencia. En parte, la explicación está en que las Bases de 1939 dibujaban una Acción Católica más diocesana y parroquial. No obstante, seguirá ocupando en Madrid, hasta 1952, una vocalía en el Consejo Superior de la Asociación de Mujeres de Acción Católica en razón de la representación que ostentaba en la Unión Internacional Ligas Católicas Femeninas. Como miembro del citado Consejo Superior, publicó con su nombre un pequeño folleto con el título En 1940 crea  biblioteca “Biblioteca y Documentación”, y desde entonces empezó a figurar en la Junta Diocesana de Acción Católica como una de las obras adheridas, siendo María Lázaro la que aparece como directora. § En la Memoria de la Acción Católica del curso 1943-44 se recoge que el Centro Biblioteca y Documentación había prestado 19.309 libros y confeccionado 12.264 fichas de calificación de libros según valoración moral y literaria.

Diferentes testimonios coinciden en afirmar que María Lázaro tenía firmemente descartada la vocación religiosa como opción personal de vida cristiana. Ni siquiera el paso dado por su sobrina Mª Dolores Hernández Lázaro de ingresar, en 1938, en el Instituto Hijas del Corazón de María, alteró su rotunda decisión. Sin embargo, todo cambió el 5 de febrero de 1942 mientras hacía los Ejercicios anuales sola, en el oratorio de su casa de Valencia. Según contó ella misma, “fue allí, mientras hacía la meditación de Jesús en el Templo, en el texto de San Ignacio, donde Dios me dio a conocer, con una moción extraordinaria de la gracia, que me llamaba a la vida religiosa”. Cuenta que cayó de rodillas llorando y dijo: “Lo que tú quieras, Dios mío”. En aquel momento no pensó en el Instituto de las Hijas de María, sino en ofrecerse a cualquier congregación o forma religiosa a la que Dios le encaminase. Ya en la calma y reflexión, se dirigió a Madrid para hablarlo con la Superiora de las Hijas del Corazón de María y hacer el discernimiento oportuno. Tomada la decisión, el 1 de noviembre de 1942, a los 51 años, hizo en Madrid su entrada en el noviciado. Tres años después, el 8 de febrero de 1945, sus primeros votos. Y, finalmente, el 1 de febrero de 1955, en Valencia, la profesión perpetua. Tenía 63 años. Nombrada inicialmente como “Asistente” de Jeanne Degas para las comunidades de Madrid y Valencia, en 1955 pasó María Lázaro a ocupar la responsabilidad de Superiora de dichas comunidades en sustitución de Degas que, tras dieciséis años en España, era trasladada a Francia para ejercer de Provincial.

 Después, en 1958, cuando la Santa Sede conceda la creación de la Provincia de España, María Lázaro sería nombrada primera Provincial de España, cargo que ocuparía hasta 1969. Los once años al frente de la Provincia de España fueron especialmente fructíferos. Por un lado, consolidó la comunidad de Barcelona (que había iniciado Degas) y fundó las de Cádiz y Murcia. Por otro, impulsó diversas obras de carácter social por la geografía española: la Escuela de Asistentes Sociales en Madrid y Valladolid; la Escuela de Secretariado en Madrid y Cádiz,…

Relevada del cargo de Provincial en el Capítulo General de 1969, a sus 78 años pudo abrir una etapa completamente distinta de su anterior pluriactividad:  Se estableció primero en Murcia y dos años después en Madrid, donde pasaba apaciblemente su tiempo y cuidaba de su salud seriamente afectada.  Los cuatro últimos años, 1973-1976, estuvieron marcados por una pérdida progresiva y casi total de facultades, pues su falta de riego cerebral se acentuó rápidamente. En los primeros días de diciembre de 1976 se agravó mucho su estado, aunque no podía suponerse un final inmediato, que llegó en la madrugada del 15 de diciembre de 1976

Volver arriba