Ante la invasión de Ucrania Leyendo los signos de los tiempos

Francisco sostiene la bandera de Ucrania durante la Audiencia General
Francisco sostiene la bandera de Ucrania durante la Audiencia General VaticanNews

Parecía que habíamos aprendido después de las masacres vividas en el viejo continente y que el espíritu de los padres de la Unión Europea se conservaba y alimenta: capacidad de trabajar juntos para superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos del continente. Pero la historia se revierte ante la situación de inestabilidad política, económica y social que se vive tras la invasión rusa de Ucrania.

Que nos íbamos a pelear entre nosotros por los recursos era evidente, es lo que llevamos haciendo toda la vida.  Ucrania es uno de los principales productores de cereales (el cuarto exportador de maíz y de trigo). Además, es uno de los mayores países nucleares del mundo. El 50% de la energía que consume es nuclear, tiene cuatro centrales nucleares y 15 reactores que ahora mismo están bajo control ruso. Claro, la posición geopolítica también es importante pero las invasiones suelen tener múltiples razones y la económica casi siempre es una de ellas. Las reservas energéticas se van convirtiendo en un factor limitante para el desarrollo y nos ha pillado con los deberes sin hacer. ¿Dónde están las renovables de sustitución? ¿Qué hay de la disposición frente a no vivir por encima de las posibilidades del planeta a las que el Papa Francisco nos acuciaba en Laudato si´? Parece que ni están ni se les espera, aunque todos los países europeos están preocupados por sus alianzas y sus suministradores. Moldavia no puede renunciar al gas ruso y Alemania parece que tampoco. Italia y España reabren minas de carbón “provisionalmente”. Mientras tanto la inflación sube y el valor del dinero se desploma. Quizás deberíamos pensar en vivir de otra manera. Recuerdo el eslogan cuando la crisis del petróleo de 1973: Aunque usted pueda, España no puede. Ya entonces dependimos del petróleo y el gas exterior y ahora, seguimos igual. Quizás, deberíamos lanzar un eslogan más global: Aunque usted pueda, el Planeta no puede.

El Papa Francisco en 2020, en plena pandemia y antes de la invasión rusa, titulaba unos de los capítulos de la encíclica Fratelli tutti como “Sueños que ser rompen en pedazos”. Parecía que habíamos aprendido después de las masacres vividas y que el espíritu de los padres de la Unión Europea se conservaba y alimenta: capacidad de trabajar juntos para superar las divisiones, favoreciendo la paz y la comunión entre todos los pueblos del continente. Pero la historia se revierte y Francisco reflexiona: El bien, como también el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No es posible conformarse con lo que ya se ha conseguido en el pasado e instalarse, y disfrutarlo como si esa situación nos llevara a desconocer que todavía muchos hermanos nuestros sufren situaciones de injusticia que nos reclaman a todos (Fratelli tutti, 10 y 11, 2020).

El presidente Putin invade Ucrania el 24 de febrero y el 28 del mismo mes ve la luz el Sexto informe de evaluación del IPCC: Cambio Climático 2022 (Sexto informe de evaluación del IPCC: Cambio Climático 2022 | UNEP - UN Environment Programme). El texto quedo eclipsado por la situación dramática que empezaba a vivir toda Europa, pero algunas de las conclusiones del informe deben ser recuperadas para llamar a la reflexión porque, en esta ocasión, más que nunca los Jinetes del Apocalipsis (Guerra, Hambre y Muerte) sobrevuelan el informe. Jinetes que parecen haberles cedido sus caballos al Cambio Global. Estos son sólo algunas de las conclusiones del informe a futuro. Muchos de ellos ya son  presente (los puntos vienen confirmados por su nivel de certeza o confianza)

  • Impactos potencialmente muy grandes, como olas de calor más intensas y frecuentes y fuertes precipitaciones, y altos riesgos para los sistemas humanos y ecológicos, especialmente en los escenarios de altas emisiones de gases de efecto invernadero (nivel de confianza alto).
  • Respuestas bruscas y puntos de inflexión del sistema climático. Fuerte aumento del derretimiento de la capa de hielo de la Antártida y la muerte de los bosques, no pueden descartarse (nivel de confianza alto).
  • Afectación negativa a la seguridad alimentaria y a los ecosistemas terrestres, además de contribuir a la desertificación y a la degradación de las tierras en muchas regiones (nivel de confianza alto).
  • Tensiones adicionales en la tierra, lo que exacerba los riesgos existentes para los medios de subsistencia, la biodiversidad, la salud humana y de los ecosistemas, la infraestructura y los sistemas alimentarios (nivel de confianza alto).
  • El nivel de riesgo que plantea el cambio climático depende tanto del nivel de calentamiento como de cómo evolucionan los patrones de población, consumo, producción, desarrollo tecnológico y gestión de la tierra (nivel de confianza alto). Las trayectorias con una mayor demanda de alimentos, piensos y agua, un consumo y una producción con un uso más intensivo de los recursos y unas mejoras tecnológicas más limitadas con respecto a los rendimientos agrícolas dan como resultado mayores riesgos derivados de la escasez de agua en las zonas áridas, la degradación de la tierra y la inseguridad alimentaria.
  • El mar absorbe gran parte del CO2 atmosférico, se acidifica y pierde oxígeno por la intensificación de la estratificación del océano que modifica la ventilación y la biogeoquímica. Esto ha generado interacciones alteradas entre las especies e impactos en cascada en la estructura y el funcionamiento de los ecosistemas (nivel de confianza alto)
  • El nivel medio del mar a escala mundial está aumentando, y la aceleración observada en los últimos decenios obedece al ritmo cada vez más rápido de la pérdida de hielo de los mantos de hielo de Groenlandia y de la Antártida (nivel de confianza muy alto), así como a la pérdida constante de masa de los glaciares y la expansión térmica del océano. Algunas poblaciones costeras han perdido sus casas y terrenos ya y han tenido que evacuar.
  • La reducción de la extensión de la criosfera en el Ártico y en las zonas de alta montaña ha generado impactos predominantemente negativos en la seguridad alimentaria, los recursos hídricos, la calidad del agua, los medios de subsistencia, la salud y el bienestar, la infraestructura, el transporte, el turismo y la recreación, así como en la cultura de las sociedades humanas, en particular, entre los pueblos indígenas (nivel de confianza alto). Los costos y los beneficios se han distribuido de forma desigual entre las diferentes poblaciones y regiones. Los esfuerzos de adaptación se han beneficiado con la inclusión de los conocimientos indígenas y locales
  • Se prevé una disminución de la biomasa mundial de las comunidades de animales marinos, de su producción y del potencial de capturas pesqueras, así como un cambio en la composición de las especies a lo largo del siglo XXI en los ecosistemas oceánicos, desde la superficie hasta las profundidades del fondo marino, en todos los escenarios de emisiones (nivel de confianza medio). De acuerdo con las proyecciones, la tasa y la magnitud de la disminución serán más elevadas en los trópicos (nivel de confianza alto), mientras que los impactos seguirán siendo diversos en las regiones polares (nivel de confianza medio) y aumentarán en los escenarios de emisiones altas.

Todos los efectos se verán mitigados si el calentamiento global se limita al 1,5 ºC en lugar de 2ºC, sin embargo, no parece que vayamos en esa dirección.  El panorama que nos espera, incluso en los mejores escenarios es tan preocupante que científicos internacionales, lejos de su habitual postura de mantenerse al margen y producir una “ciencia neutra”, se posicionan y demandan acciones urgentes desde la gobernanza internacional (Our Positions and Demands – Scientist Rebellion). En 2015 el Papa Francisco reclamaba un acuerdo sobre los regímenes de gobernanza para toda la gama de los llamados bienes comunes globales y profundizaba: se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y eficazmente organizadas con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sanciona” ……” En esta perspectiva, la diplomacia adquiere una importancia inédita, en orden a promover estrategias internacionales que se anticipen a los problemas más graves que terminan afectado a todos. Han pasado siete años desde entonces y no estamos ahí, ni siquiera tras el Pacto Verde Europeo presentado el 11 de diciembre de 2019. Somos muchos y no nos implicamos todos y así no se puede. Cada vez nos queda menos margen para evitar o mitigar y tenemos que empezar a pensar, lamentablemente en adaptarnos a lo que llega, a lo que ya está aquí, en el incendio de Australia, en el Lago Chad seco, los flujos migratorios desde África o las casas arrastradas por la erosión costera. Esto ya está aquí, solo hay que tener ojos para querer verlo.

Pero lo que más me sorprende, lo más increíble es que estamos en la lista de los cristianos, unos 2.400 millones de personas (unos 1.300 son católicos), el 32% de los creyentes, que no tenemos oídos para oír, ni ojos para ver, que vivimos en un limbo de confort que está muy lejos de las enseñanzas y del estilo de vida del Maestro. El mundo necesita un cambio solicitado por los últimos Papas. "Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán?" (Mt 5, 13-18).

Los Jinetes del Apocalipsis no eran tres, sino cuatro (Apocalipsis 6, 1-6). El misterioso caballo blanco, montado por un Jinete con un arco y una corona que salió venciendo y para vencer. Para los cristianos representa la Esperanza del que venció a la Muerte. El Cristo resucitado de entre los muertos. Apelemos a sus enseñanzas para transformar este “reino” que se nos deshilacha. Enseñanzas que recogen los últimos Papas y otros lideres religiosos. Dejemos brillar, ahora en Pascua, la luz en el candelero. Trabajemos activamente por un reino de paz y amor, un reino del signo mesiánico donde El lobo y el cordero pacerán juntos, donde no habrá aflicción ni mal en la Tierra (Isaías 65:25). Es nuestra obligación, cada uno dónde y cómo pueda, no queda otra.

Carmen Molina Cobos

Miembro de la CDEI

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